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sábado, 12 de mayo de 2012

Filosofía Prostituída

Uno de los vascófobos más ruines y contumaces es nada más y nada menos que el cagatintas orgánico que responde al nombre de Fernando Savater. Acerca de su desdén por todo lo vasco ya hemos publicado varias entradas en este blog, es por eso que les hemos querido compartir este texto publicado en Kaos en la Red, para que quede en evidencia que su proclividad a la más abyecta lambisconería en favor de los que defienden la idea de la Una Bajo Dios no se refiere únicamente a temas relacionados con Euskal Herria, abarca mucho más:



Julio Ortega Fraile
El filósofo al servicio de la violencia
En 1980, cuando todavía buscaba, infructuosamente, una discoteca en la que me dejasen entrar, salió una canción de Alaska y Dinarama titulada “Perlas ensangrentadas”. Algo tenía que me fascinó, y tan intenso era ese algo que lo sigue haciendo. Pero estos días su recuerdo se ha trasladado de la rebotica al escaparate de mi cerebro aunque, lamentablemente, haya sido motivado por un asunto en el que el placer se aparta para dejar lugar al asco y la incomprensión: las declaraciones acerca de la tauromaquia de Fernando Savater durante una conferencia celebrada en un espacio denominado “Arte y Cultura” junto a la Plaza de Toros de las Ventas. Vamos, como poner la coletilla “sin animo de lucro” a las gestiones de Urdangarín. Lanzados a concebir aberraciones el límite sólo está en la ética de los protagonistas y si ésta es víctima de la degradación las fronteras pueden situarse allende la dignidad para clavarse en pleno estercolero moral. Su disertación es un paradigma de lo que digo.
Porque eso es lo que quiero analizar aquí, “perlitas” teñidas de rojo sangre salidas de la boca de un filósofo que menos mal que tiene la decencia de admitir que pasó de ser un revolucionario a transformarse en un conservador (valedor también de los episodios más repugnantes del pasado que todavía son presente), aunque su sinceridad acabe en un ejercicio de cinismo, lo hace cuando aclara que se convirtió “en un conservador sin vileza”, ¿está seguro? Que, al más puro estilo Vargas Llosa, en su discurso hay mucho de un patriotismo de aguilucho rojigualda cuando aprovecha para arremeter contra los estados de las autonomías, de las que es conocido enemigo, utilizando entre otros argumentos el rechazo a su soberanía ante cuestiones relativas a la tauromaquia es evidente, como lo es que su postura reaccionaria en consonancia con los postulados de la derecha más rancia, se alía con la ruindad defendiendo como lo hace la innegable tortura, el irrebatible sufrimiento y la incontestable violencia de una corrida de toros. Después lo puede disfrazar como quiera al alimón con su partenaire en la conferencia y amigo de las niñas orientales Fernando Sánchez Dragó, que sea cual sea la calidad lingüística de su verborrea no desvirtúa lo que hay tras ella, como la música de Wagner escuchada por alguno de sus ideólogos no restaba un ápice de espanto al asesinato de los abogados laboralistas de Atocha. ¿Qué aquello fue un crimen? Es cierto, pero unos pocos años antes era legal que el Estado ejecutase a quien le pareciese conveniente. Ya ve, la apariencia formal de un acto puede variar de un día a otro, su esencia, noble o perversa, permanece inmutable más allá de su legitimación o no en códigos vigentes.
Sus perlas ensangrentadas fueron más abundantes que el espacio que pretendo ocupar,  por eso repasaré sólo unas pocas. De cualquier modo, no se hace necesario incidir demasiado para formarse una idea clara de su pensamiento y al insistir se correría el riego de suscitar desagradables mareos causados por el hedor que emana de sus reflexiones. Y por favor, no me diga que le falto el respeto, pues yo sólo hablo de agresiones a la pituitaria y no de atravesar y desgarrar piel, músculos, nervios y vísceras.
“Se pueden proteger cosas que existen en la naturaleza y que el hombre no ha creado. El toro bravo es una creación del hombre" ¿Le suena el término “procrear”? Es la reproducción con el objetivo de engendrar y multiplicar la propia especie. Como consecuencia si una mujer se queda embarazada tras ayuntar con un hombre, ambos son responsables de “crear” un ser que de otro modo no habría nacido. Ese niño, pongamos que a los cinco añitos, tras ser mimado y criado en la dehesa del pecho, la cuna y los brazos de sus progenitores, ¿podría ser martirizado hasta la muerte sin que merezca protección ante semejante acción porque “fue creado por el hombre”? Vale, que ya sé que rápido saltan cuando comparamos animales humanos y no humanos, pongo otro ejemplo. El Taj Mahal o, sin ir más lejos, el Coso de las Ventas son creaciones de nuestra especie, ¿puedo dinamitarlos por ese motivo? Claro, todo esto sin contar que falta Usted a la verdad cuando vincula al hombre la existencia del toro bravo, puesto que está concediendo mayor importancia a las características de una subespecie que a la especie en sí, la del toro, que en modo alguno fue inventada por nosotros. Eso es tanto como asegurar que un tratamiento con hormonas pensado y utilizado para desarrollar los músculos más allá de lo que sería natural, convierten al deportista que lo emplea en una obra de laboratorio y en miembro de una especie diferente.
“Los animalistas no soportan que los animales no son como nosotros, pero esa es la verdad". Se equivoca, no sé si a sabiendas o por ignorancia, pero como animalista le ilustro sobre este punto: con lo que no transigimos es con que precisamente por la realidad indiscutible de que son diferentes, haya humanos que se arroguen el derecho de someterlos a todo tipo de sometimiento y sufrimiento. Últimamente recurro mucho al ejemplo de la esclavitud, puede escoger entre la de los negreros o la de los nazis, da lo mismo, pero es que ambas tienen tantas similitudes con este asunto que no puedo renunciar a su utilización: tales crímenes se justificaban en buena medida en cuestiones diferenciales basadas en la creencia de la superioridad de unos sobre otros y por lo tanto de la legitimidad para ejercer la dominación. Déle una vueltecita a esto Señor Filósofo.
“El toreo significa la soledad del hombre ante lo inevitable”. ¿Soledad? ¿Cómo la que sentía Jack el Destripador en los callejones angostos y oscuros de Whitechapel frente a su próxima víctima? No, si aún pretenderá que el matador nos inspire lástima. ¿Inevitable? Verá, las plazas de toros tienen un mecanismo de abre y cierra que se llama puerta, y es tan fácil como no accionarlo y traspasarla para evitarlo. Don Fernando, las ventanas son un hecho y los cuchillos con hoja de 30 cms. también, ¿es inapelable arrojarle por una de ellas o ensartárselo entre las costillas al atleta negro atestado de hormonas de antes?
“Sólo puede tener derechos quien comprende los deberes”.  De nota profesor, pero de matrícula de honor su reflexión. Y todo un cambio revolucionario en nuestras normas de conducta, porque atendiendo a esa idea a partir de este momento los bebes, los afectados por síndrome de Down o los ancianos con Alzheimer avanzado, entre otros, carecen de cualquier derecho. Pero, ¿no se le caen las gafas afirmando algo así?
“En los toros todo lo que sale tiene un significado real, no es un símbolo ni una derivación". Estamos de acuerdo y eso es lo que lo convierte en terrible. Si al fin todo fuese un espectáculo virtual o una farsa vale, pero la agonía del animal no es fingida como tampoco la violencia que dimana de su tortura. La quema de gatos negros en la Edad Media o los sacrificios humanos de los aztecas también contenían un significado para sus autores. De cualquier modo sería mejor que se pusiera de acuerdo previamente con los responsables de la conocida página taurina “Burladero”, porque destacan esta frase suya durante la comparecencia utilizándola incluso para titular el artículo: “El torero simboliza la soledad del hombre frente a su destino”. A ver, en qué quedamos, ¿hay o no hay símbolos?
“La crueldad con los animales es crueldad, con los hombres es traición”. Gracias por admitir que las corridas implican saña y brutalidad, algo vamos adelantando. Y bueno, practicada esa crueldad sobre seres humanos, por traición, sadismo o robo con violencia, la cuestión es que impedir la segunda no obliga a la comisión de la primera, ¿no le parece? Como argumento de defensa de la lidia lo veo muy pobretón, además que se le van a enfadar los taurófilos que llevan tanto tiempo jurando que de ferocidad nada, sólo respeto y amor al toro.
“Cada ser vivo se cree el centro del universo y el ser humano, por la vía de la moral, logra ponerse en el lugar del otro”. Bravo Señor Savater, y ya que ha llegado a esa conclusión que tanto tiene que ver con el concepto de empatía, supongo que para alguien tan preclaro como Usted no supondrá un esfuerzo excesivo situarse en el lugar de ese toro en la arena. Con sólo un poquito más de empeño hasta será capaz de imaginar qué siente el animal cuando le va entrando el acero. Dígame, ¿es agradable? Hombre, que gozar de esa capacidad cognitiva hay que aprovecharlo para desechar la idea de causar a otros un daño que para nosotros mismos no querríamos. Lo contrario es poner la inteligencia emocional al servicio de la degeneración.
Claro, que luego se contradice del punto anterior cuando afirma que “el hombre no puede ponerse en el lugar de un animal porque no conoce cómo vive o como siente”.  Don Fernando, con la pedazo de biblioteca que imagino que posee, no me diga que no hay un solo libro de naturalistas, biólogos, etólogos o veterinarios. Una carencia imperdonable. Facilíteme por favor su dirección que le hago llegar unos cuantos ejemplares, para que así sepa que la ciencia ha sido capaz, en buena medida, de descubrir cómo viven y cómo sienten los animales, en especial los mamíferos superiores.
Termino con algo que Usted como filósofo defiende y que encaja en su papel de adalid de algo tan miserable y nocivo como la tauromaquia: aboga por una ética del querer en contraposición a una ética del deber y, en ese sentido, piensa que ésta no debe juzgar las acciones por criterios abstractos y ajenos a la felicidad propia. Ya lo tenemos claro Señor Savater: primero Usted y después Usted. Siendo así, no nos puede extrañar su desprecio al sufrimiento del toro teniendo en cuenta que con él alimenta su placer. Enfermizo placer añadiría. Un hedonismo (que rima con egocentrismo), en el que por supuesto no desentona su afán en adornarse con perlas teñidas en sangre. Siempre la de otros, claro.



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