Esta nota acerca de la publicación del libro Far West Euskal Herria que nos habla de los emigrantes vascos al Viejo Oeste estadounidense ha sido publicada en Deia:
El Far West de Euskal Herria
Asun Garikano publica un relato de los vascos que emigraron al Lejano Oeste americano desde 1848, atraídos por la "fiebre del oro"
Maite Redondo
Hace un año Bernardo Atxaga aparcó por unos meses la dimensión mágica de su universo Obaba para marcharse a la Universidad de Nevada. Junto a él, le acompañó en esta aventura americana su mujer, Asun Garikano (Tolosa, 1962). Ambos trabajaron pared con pared, en un despacho de la Universidad de Reno. "La habitación era pequeña, apenas tenía luz, la llamábamos la cueva, aunque, en realidad, la teníamos que haber llamado la mina de oro. Estuvimos allí sólo nueve meses, pero le hemos sacado mucho fruto a aquella estancia".
Allí Bernardo Atxaga inició un sorprendente viaje literario que le condujo a su última novela, Siete casas en Francia, que ha sido traducida a numerosos idiomas. Y Asun Garikano buceó en los archivos del Centro de Estudios Vascos y en las crónicas noveladas de los emigrantes vascos que durante la fiebre del oro decidieron cruzar el charco para convertirse en vaqueros, pastores o buscadores de oro.
Fruto de estas intensas investigaciones, ha surgido Far Westeko Euskal Herria, publicado por la editorial Pamiela, que se ha convertido en uno de los libros que más interés y ventas ha tenido en la última edición de la Azoka de Durango. "En Reno encontré un auténtico tesoro de información, podía consultar las bibliotecas y toda la prensa de finales del siglo XIX y principios del XX del Lejano Oeste". Insiste en que no ha querido hacer ni un ensayo, ni una novela. "Yo lo definiría como un libro de relatos. Estos emigrantes tenían costumbre de escribir sus testimonios para que sus hijos y sus nietos conocieran sus raíces y su pasado", explica esta filóloga vasca y traductora.
Locura del oro
"Urre zoramena"
Muchas de estos testimonios son historias de pastores, que tuvieron que tomar la difícil decisión de emigrar a América, pioneros en un país salvaje, para quienes cuidar de un rebaño con miles de cabeza de ganado era el sueño de la libertad y de la aventura. Otros eran aventureros que habían oído hablar de las minas de oro del Far West y se sintieron seducidos, como tantos otros, por la idea de hacerse ricos en poco tiempo; otros, regentaban salones en medio del Oeste o se convertían en vaqueros que montaban a caballo por las praderas o conducían diligencias.
Pero estas historias de pioneros y aventureros tienen nombre y apellido. Como la de Juan Miguel Aguirre (1813-1897), que en 1849 llegó a Montevideo y que atraído por la fiebre del oro, construyó la primera canalización pública de San Francisco. O la de Domingo Ameztoy (1824-1892), natural de Lapurdi, que a los 14 años inició su aventura americana. Tras vivir en Buenos Aires hasta 1851, viajó a California para hacer las américas. Allí se convirtió en un prestigioso vaquero, en una tierra donde abundaban las antílopes y los osos. O la del oñatiarra Pedro Altube (1827-1916), que según describe The New Enciclopedia of the American, se convirtió en el Aita vasco americano.
Se incluye una entrevista que hicieron en 1940 a un buscador de oro que emigró de un caserío de Zuberoa y que encontró un auténtico filón de oro en California. Pete Aguereberry se convirtió en un auténtico personaje. Tras leer tantas aventuras sobre la fiebre del oro, convenció a su padre para emigrar a California. Trabajó de todo, de pastor, conductor de diligencias... En 1905 estuvo a punto de morir cuando intentaba atravesar el Valle de la Muerte. Allí encontró una mina de oro, a la que llamó Eureka. Construyó una cabaña delante de ella y vivió allí durante 40 años. Cuando necesitaba dinero, sacaba oro y aguantaba con ello hasta que volvía a necesitar dinero. Hay un parque en el Valle de la Muerte que lleva su nombre.
Asun Garikano también ha querido hacer un hueco a esas mujeres vascas que emigraron al Far West y de las que apenas se ha hablado. "Hay relatos de mujeres anónimas que tuvieron un gran protagonismo en el oeste americano. Por ejemplo, el de una mujer que cuenta cómo vivían en un hostal en medio de la nada, en un pueblo remoto de Nevada". Como decía sobre este asunto el viajero William Perkins: "Euskaldun hauek jende harrigarriak dira" ("Estos vascos son gente sorprendente").
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