En este escrito publicado en Rebelión el historiador Paco Roda desnuda las malsanas intenciones que ya se observan con nitidez absoluta en esa escoria política que se considera a sí misma "navarro española".
Aquí lo tienen:
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2012, la Reconquista ideológica de Navarra
Paco Roda
La factoría sanzista de eventos, producciones y exaltaciones de la navarridad, esa que a algunos les pone los pelos como escarpias, con su Consejero de Cultura al frente de la nomenclatura, apoyado por el poeta y ministro César Antonio Molina, se ha puesto las pilas, a tres años vista, para celebrar una fecha que escuece. Que escuece en Navarra: el Quinto Centenario de la conquista de Navarra por las tropas castellanas en 1512.
Uno no es que se extrañe del gusto y regusto que le ha cogido este Gobierno a las celebraciones y recordatorios magnos, regios, religiosos o bélicos, no. Como tampoco se extraña de la intencionalidad de todos ellos, aunque la verdadera intencionalidad, la oculta; no se diga, no se publicite y ello se revista de acto cultural aséptico y neutral. Eso sí que cabrea al personal. Si todo sale a pedir de boca, como siempre le sale a UPN, se prevén tres años intensos de reflexiones, actos, exposiciones, ediciones lujosas de libros y demás eventos culturales destinados a exaltar la navarridad y la españolidad de Navarra. Con un añadido. Que se nos venderá tal conexión con los destinos de España desde 1512. Eso por lo menos. Y creo que este empeño político y cultural en demostrarlo, justificarlo o datarlo históricamente es una absurda cuestión que a nadie, en la actualidad, interesa. Excepto a los rentistas ideológicos del evento. A los propagandistas del sentido común interesado. Por eso la oficialidad más pestilente, los historiadores más pesebristas, los peritos de la legitimación del engaño, los sátrapas de la memoria y los ideólogos más acomodaticios de la navarridad, tratarán de vender la celebración del Quinto Centenario de la Conquista de Navarra, como un antiinflamatorio histórico de reconfortantes efectos antinacionalistas. Vascos, por supuesto. Porque de eso se trata, de demostrar la españolidad de Navarra. Y si hace falta reconfortarnos aún más, españolizaremos incluso a la población neolítica que habitaba en el abrigo del yacimiento arqueológico del Padre Areso de Bigüezal (Navarra)
Ya lo dijo Sanz días atrás: «En 1512 se produce la incorporación a Castilla, dando forma a la Navarra autonómica, foral y española» Y no se cortó un pelo. Vamos, que se quedó tan ancho alardeando de esa nostalgia épica que le caracteriza cuando su memoria desciende a varios siglos de profundidad. Y es que nadie le dijo: oye Miguel, que en 1512 el concepto político, físico y administrativo de España no existía.
Celebraciones y recordatorios como este vienen a confirmar una dinámica permanentemente utilizada por los poderes, sean del signo que sean. Y es el manejo interesado de la historia al servicio de un proyecto político. Porque la manipulación de la historia como estrategia política de revisión del pasado puede proporcionar enormes beneficios ideológicos. Como es el caso. O el caso de la tan manoseada Guerra Civil española, donde una serie de presuntos intelectuales están revisando de forma sectaria las claves de esa guerra. Historiadores como Pío Moa o César Vidal están empeñados en demostrar que fue la izquierda y no Franco quien empezó la contienda. Pues algo parecido ocurre con innumerables ejemplos de la historiografía navarra. De ahí que el profesor universitario italiano, Valerio Máximo Manfredi, venga a decir que la historia es una disciplina con la que el poder ha intentado contar siempre para garantizar sus posiciones ideológicas. Por eso mismo uno cree que la crítica histórica tiene la obligación de estar atenta y ser rigurosa para reaccionar ante esos intentos fraudulentos y contar las cosas como son, «aunque nunca haya una verdad histórica, sino un esfuerzo constante para acercarse a una posible verdad». Esta celebración es un desafío. Está claro que Miguel y los suyos se esforzarán al máximo para centrifugar durante estos tres años el concepto de Navarra en una sola dirección. Aprovecharán la voz de los sátrapas de la historia local y extranjera si es preciso, para justificar y explicar cómo Navarra entregó mansamente su destino en manos de Castilla en 1512. Mentira. Y no lo digo sin conocimiento de causa. Tampoco desde la arrogancia del desafío. Aquello fue un saqueo y si no hubo más resistencia, que la hubo, de la oficialmente documentada fue porque una parte de la nobleza navarra fue literalmente comprada por los castellanos para aplacar la insurrección silenciada. Y porque los cargos de la administración y rentas navarras que debían haber estado en manos de los naturales del Reino, fueron ocupados por gentes castellanas que sirvieron fielmente a su rey.
De este periodo histórico hay abundantes y notables estudios, especialmente los iniciados hace tiempo por el grupo de historiadores e historiadoras del Instituto Gerónimo de Uztariz y gentes histórico-alternativas que llevan tiempo desempolvando la memoria, pasándole el antivirus histórico a los acontecimientos acaecidos en esta tierra. Eso sí, no siempre con el debido respaldo que debieran tener sus investigaciones, en ocasiones acusadas de interesado revisionismo histórico. No es extraño pues que la visibilidad reconocida de este periodo sea escasa y se preste descaradamente a su manipulación cinco siglos después.
Sanz, Corpas y la Comisión oficial Organizadora del evento tienen una intencionalidad. Otra cosa es que se oculte. Que se diga lo contrario. Que vayan de asépticos desmemoriados ante aquellos a quienes les rechinan los ecos de la verdadera conquista. Porque la intencionalidad es clara. Uno cree que estos tres años servirán para reafirmar, consolidar y sellar un concepto político, como es el de la españolidad de Navarra echando mano de la historia, una disciplina que se presta y se ha prestado a múltiples vaivenes, no siempre neutrales y desinteresados. En mi opinión, esta celebración orquestada por el lobby cultural sanzista es un gravísimo error de gestión del presente histórico, político y social, un presente que no necesita semejante polarización social que nuevamente servirá para enfrentar a élites culturales y políticas pero que a la población normal y corriente se la trae al pairo. Porque le es indiferente. Y no por nada. Simplemente porque esa polarización no está presente en su vida diaria. Por otro lado, este evento generará caja. Y mucha. Tertulianos, nuevos historiadores, sacamantecas, domesticadores del tiempo, parlanchines y demás sicarios de la historia pondrán el cazo sabrosamente recompensado. La cuestión bien se lo merece. Porque se trata de reforzar un concepto, la españolidad de Navarra, idea en permanente estado de agresión según sus patrocinadores. Y para eso, barra libre, lo que haga falta. Todo sea por la nueva reconquista ideológica de Navarra, una campaña no tan sangrienta como la de 1512, pero sí mucho más rentable. Todo sea por España, España y más España.
Paco Roda es Trabajador Social e Historiador
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