Doble Moral

La última escalada en la campaña genocida contra los palestinos de Gaza por parte de los sionistas que dirigen el rumbo de Israel destapó las operaciones de compra venta de armamento entre el estado español y uno país identificado como el mayor violador de derechos humanos del mundo. Estamos hablando de la venta de armas de destrucción masiva de la España del PSOE de Rodríguez Zapatero, mismas que fueron usadas durante el último mes para asesinar impunemente a cientos de civiles palestinos. Recordemos que el gobierno español de Juan Carlos Borbón llegó inclusive al extremo de prohibir una manifestación en favor de los palestinos convocada en Madrid.

Si a esto sumamos la postura que asumieron los altos cargos del PP al respecto entonces tenemos que la clase política española es cómplice por acción y por omisión de los israelíes responsables por la implementación de la estrategia de espolio y destrucción que ha orquestado Tel Aviv en contra del pueblo palestino.

Ahora, ni los dirigentes del PNV ni los de EA denunciaron y condenaron esta actitud delictiva por parte de sus socios políticos en Madrid, lo cual es extraño pues en otros casos se apuran a desgarrarse las vestiduras y a proferir todo tipo de sandeces.

Es por esto que es necesario leer este texto publicado en Rebelión:

Una moral a la medida

Javier Ortiz


Los principales partidos políticos de la Comunidad Autónoma Vasca están dando por sentado, como cuestión de principio, que es obligatorio romper toda relación con aquellos electos municipales que no condenen los asesinatos políticos.

Es un planteamiento que me suscita un problema de lógica. Doy por supuesto que matar, cuando no se está en guerra declarada o cuando se hace sin respetar las leyes de la guerra –asesinando civiles, por ejemplo–, representa una violación de los derechos humanos que merece el mayor repudio.

Ahora bien: si se trata de derechos humanos, abarcan a la totalidad de la Humanidad, no sólo a la población de un área geográfica limitada. ¿Es obligado condenar los asesinatos políticos cometidos en Azpeitia o en Sevilla, pero no hay ningún problema si el silencio se guarda cuando los crímenes se perpetran en México, en Colombia, en China, en el Sáhara, en Arabia Saudí o en Gaza?

Algunos de los partidos que defienden en Euskadi esa actitud de exigencia absoluta de condena de los asesinatos locales mantienen relaciones fluidas –en algunos casos no sólo políticas, sino también económicas y hasta militares, por vías públicas o privadas– con responsables de crímenes execrables, documentados por organizaciones internacionales solventes e independientes.

No sólo se relacionan con ellos. Incluso los agasajan.

Las preguntas son obvias: ¿estamos hablando de derechos humanos o de derechos de uso exclusivamente interno? ¿Tiene fronteras la ética? ¿Está bien codearse no ya con cómplices de los asesinos, sino con los propios asesinos, siempre que nos pillen de lejos y ofrezcan negocios rentables?

Para mí que hay muchos políticos que visten una moral a la medida.

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