La editorial de hoy de Gara le pone los puntos sobre las íes a las amañadas declaraciones de Francisco "Patxi" López con respecto a la farsa (como todas las demás farsas que han protagonizado inquisidores como Garzón, del Olmo y Grande-Marlaska por mencionar algunos) que inicia:
¿E Ibarretxe, preguntarán? El "lehendakari" no ha hecho nada por hacer avanzar el derecho del pueblo vasco a su autodeterminación, muy al contrario, lo ha traicionado en repetidas ocasiones siguiendo a pie juntillas la linea dictada por un partido político anquilosado que cambia libertad por ganancias financieras. En todo esto Ibarretxe es un perfecto cero a la izquierda. En el pecado lleva la penitencia y en él se personifica aquello de que Roma no paga a traidores y ni su brindis cumpleañero con el heredero de Francisco Franco lo salva de esta opereta burlesca de mal gusto en la que se prostituye a la ley y a la justicia.
El diálogo se sienta hoy en el banquillo
Patxi López manifestó ayer su convencimiento de que «no habrá ningún tribunal que pueda decir que la política no tiene que servir para avanzar en el camino de la paz», en referencia al juicio que hoy comienza en el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco contra cinco dirigentes abertzales, el lehendakari Juan José Ibarretxe y dos líderes del PSE, uno de ellos el propio López. Esta afirmación, corolario de la estrategia jurídica que parece que desarrollará la defensa del candidato a ocupar Ajuria Enea, no hace sino constatar el carácter político de la causa que juzgará a ocho políticos (algunos de ellos ya prisioneros políticos), por el mero hecho de haber mantenido reuniones de carácter público y, una vez más, político.
De alguna manera, es necesario coincidir con López en que lo que a partir de hoy se sienta en el banquillo de los acusados es el diálogo como herramienta legítima para perseguir la paz. Pero, de la misma manera, cabe recordarle al mismo López que su actual proceder lo desarma, si no ante el juez, sí ante la sociedad. Una sociedad a la que priva, con su cerrada apuesta por la continuidad del conflicto y su negativa a retomar cualquier forma de diálogo, de la posibilidad de abrir puertas a ese «camino hacia la paz» que ahora, a las puertas del juicio, invoca como valor absoluto.
En todo caso, este juicio no es sino el esperpéntico reflejo del denominado sistema democrático español, capaz de llevar hasta las últimas consecuencias procesales lo que no es otra cosa que una ronda de contactos entre partidos. Todo en virtud de una Ley aplaudida por unos, denostada verbalmente por otros y sufrida en sus carnes por cinco de los encausados, que muestra la cara más patética de los desesperados esfuerzos de todo un Estado por tomar atajos a ninguna parte en su obsesión contra el independentismo vasco. Desde el punto de vista de la sociedad vasca, lo más frustrante de este juicio es que dos de los tres partidos juzgados no reivindicarán en el mismo la necesidad de volver a cometer este «delito» hasta lograr el acuerdo que decían buscar entonces.
¿E Ibarretxe, preguntarán? El "lehendakari" no ha hecho nada por hacer avanzar el derecho del pueblo vasco a su autodeterminación, muy al contrario, lo ha traicionado en repetidas ocasiones siguiendo a pie juntillas la linea dictada por un partido político anquilosado que cambia libertad por ganancias financieras. En todo esto Ibarretxe es un perfecto cero a la izquierda. En el pecado lleva la penitencia y en él se personifica aquello de que Roma no paga a traidores y ni su brindis cumpleañero con el heredero de Francisco Franco lo salva de esta opereta burlesca de mal gusto en la que se prostituye a la ley y a la justicia.
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