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lunes, 5 de agosto de 2019

La Lección Navarra de Otegi

Continuando con el tema de la investidura de María Txibite como kalendari de Nafarroa traemos a ustedes este texto dado a conocer en la página de El Nacional:


Sergi Sol

La abstención de los cuatro diputados de EH Bildu en el Congreso, en la investidura de Pedro Sánchez, fue una declaración de intenciones, sin recorrido. El no acuerdo entre Podemos y PSOE hacía de la abstención de los diputados vascos, y de los catalanes, una decisión estéril.

Pero no así la abstención en la investidura de la socialista María Chivite en el Parlamento Foral de Navarra. Aquí, sí, la abstención, totalmente imprescindible, hizo posible que Chivite saliera escogida. EH Bildu adoptó esta decisión a pesar de haber sido excluida del gobierno navarro que los últimos años ha compartido con Geroa Bai, Podemos e Izquierda Unida. Todas estas fuerzas volverán a estar en el Gobierno de Navarra con un cambio más que significativo: el PSN sustituye a Bildu y presidirá el gobierno foral. La alternativa era provocar nuevas elecciones o bien un gran acuerdo entre el PSOE y Navarra Suma, la coalición de derechas que claramente fue la fuerza más votada a las elecciones a la comunidad foral.

La mesa política de Bildu adoptó esta decisión por amplio consenso, decisión que fue avalada por las bases con rotundidad, un 75 por ciento avaló una decisión que no era fácil ni cómoda. Los intestinos invitaban a rechazar la investidura de la candidata del PSOE. No en vano, el PSOE avaló, bendijo y defendió la ilegalización de la izquierda abertzale. El PSOE creó y financió a los GAL. El PSOE mantiene la política de dispersión de los presos vascos que ha causado decenas de muertes entre los familiares y amigos. También fue durante el mandato del PSOE cuando fue detenido y encarcelado Arnaldo Otegi, un hombre que se había significado como nadie por defender una resolución dialogada de un conflicto que había causado infinidad de víctimas y que trabajó como nadie para desterrar la lucha armada, para crear un nuevo paradigma, para sacar la izquierda abertzale de un callejón sin salida y de una inercia histórica. Lo pagó caro, seis años y medio de prisión. Y no eran los primeros, hasta en cinco ocasiones diferentes ha ingresado en la prisión Arnaldo Otegi. Dos con el actual ministro de Interior, Grande-Marlaska, de protagonista, compitiendo con Baltasar Garzón, otro de los que hizo carrera judicial impulsado por su actitud implacable contra el independentismo. En el mundo judicial español esta visceralidad se ha convertido en una de las vías para acelerar una carrera judicial hacia puestos de responsabilidad y, después, política, en las filas del PSOE, en este caso. Ser implacable se premia como nunca.

Es admirable el comportamiento de Arnaldo Otegi; hace política con mayúsculas el actual coordinador general de Bildu. Y es admirable el orden y pulcritud que exhibe Euskal Herria Bildu, los debates serenos en circunstancias tan difíciles, el pragmatismo, la inteligencia táctica y estratégica, la mirada larga. Otegi es un puntal y su capacidad de liderazgo ha tenido el reconocimiento que merecía, el liderazgo de la izquierda abertzale. También es un síntoma de madurez de un movimiento que ha sabido sumar y enderezar una estrategia que no sólo estaba en un callejón sin salida, era una ratonera para las futuras generaciones. No es casualidad que los republicanos catalanes y vascos tengan cada día más complicidades estratégicas, la evolución de la izquierda abertzale ha ayudado mucho a establecer sinergias y a mirar el horizonte con perspectiva, sin ser rehenes de la prisa que sacrifica cualquier objetivo ambicioso al corto plazo. Por vías muy diferentes, la izquierda abertzale se ha aproximado al planteamiento estratégico del republicanismo catalán y este ha empezado ahora a empaparse de la experiencia vasca, de los aciertos y errores, para afrontar el futuro valorando la correlación de fuerzas como punto de partida.

La apuesta estratégica en Navarra también podría ser errónea. También era muy legítima y comprensible la posición del 25 por ciento de la militancia favorable a votar no. Y, al mismo tiempo, es admirable el respeto de esta militancia contraria a la abstención ante la posición más pragmática que se ha impuesto, sin fisuras. La abstención no era una decisión fácil, significaba arriesgar y tantear un terreno ignoto, repleto de contradicciones. Han jugado y ha jugado a fondo. De momento, sólo hay que ver la reacción rabiosa de la derecha y de sus medios de comunicación. Si bien, hay que decir que, en este caso, a diferencia de la investidura española, el PSOE navarro ha buscado la abstención de la izquierda abertzale desde el primer momento y que Pedro Sánchez lo ha autorizado. Igual que ha autorizado e impulsado los acuerdos en el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona, en este caso para neutralizar a los republicanos, con complicidades muy significativas que lo han hecho posible.

En Navarra no mandará la derecha extrema que reclamaba al PSOE lealtad españolista. No habrá bloque constitucionalista, queda hecho añicos. Tampoco es que el gobierno entrante sea para tirar cohetes, ni por un casual. Pero abre un escenario que deja a la izquierda abertzale sin ningún cargo pero con un papel determinante en el Parlamento de Navarra y con un papel político a jugar, central, ante los que la querrían condenar al córner.






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