Ángel Berrueta, asesinado a sangre fría por el agente de la Policía Nacional de nombre Valeriano de la Peña y su hijo Miguel José de la Peña, instigados por María Pilar Rubio, esposa del primero y madre del segundo, quien de hecho fue la instigadora y por tanto autora intelectual del crimen.
Xabier Rey Antxo, preso político y víctima de la tortura institucionalizada del régimen español, murió en una mazmorra del estado que reprime y hostiga a su pueblo.
Ambos eran vecinos de el barrio de Donibane en Iruñea.
Por la importancia de la fecha, les compartimos este texto dado a conocer por Naiz:
No se extraña un país. Se extraña el barrio en todo caso, pero también lo extrañás si te mudás a diez cuadras. El que se siente patriota, el que cree que pertenece a un país es un tarado mental. Uno se siente parte de muy poca gente. Tu país son tus amigos y eso sí se extraña.PituEstas palabras de la película Martin H me han venido a la cabeza cuando me he puesto ante el ordenador para enfrentarme a un Talaiatik que me hubiera gustado no tener que escribir nunca jamás.Y es que hubiera preferido contaros lo vivido el 8 de marzo durante la huelga feminista, pero hoy el cuerpo me pide otra cosa.La muerte de Xabier Rey nos ha dolido en lo más hondo, nos ha vuelto a recordar que decenas y decenas de personas se encuentran en unas situaciones límite y que a veces, quitarse la vida, parece ser el único camino para superar ese sufrimiento.Pero mi referencia a las palabras de Federico Luppi tienen un sentido, aunque parezcan contradictorias con lo que voy a decir. A veces me pregunto qué es lo que nos hace patriotas, qué nos lleva a luchar, incluso a poner nuestras vidas en juego, a sacrificar tanto por tan poco... y la respuesta es la gente, la que nos rodea, a la que extrañamos... llamémoslo “el barrio”, o nuestro pueblo. Y no me extraña que Antxo echara de menos su barrio y a su gente. Quizás no a todo el barrio ni a toda su gente, pero sí a todas esas personas que en los últimos días han arropado a la familia Rey Urmeneta con un cariño y una sensibilidad envidiables.A veces me pregunto si estamos perdiendo la capacidad de empatía en este puto mundo en el que vivimos, si ya no reconocemos el dolor de los que nos rodean como propio. Si ante las injusticias, ya no nos sentimos como si fuéramos nosotros mismos los agredidos. Y después, me pasa que me emociono al ver a un barrio como Donibane llorando a uno de sus hijos, acompañando a la familia en su dolor y aliviando su sufrimiento. Sé, además, que esta gente tiene experiencia en gestionar las tragedias, y que no se olvidarán de los Rey Urmeneta, como no se han olvidado de los Berrueta Mañas.Y sé también que lo de Donibane no es algo extraordinario ni aislado. No es una anomalía en nuestra pequeña Euskal Herria. No hay mas que mirar hacia la Sakana y ver cómo se ha volcado Altsasu con las familias de los jóvenes imputados, o cómo les están recibiendo en los pueblos navarros que están recorriendo en las últimas semanas. Solidaridad, cariño y cercanía que transmite fuerza y ánimos para seguir adelante.Por eso creo en esa Euskal Herria compuesta por barrios y pueblos como Donibane y Altsasu, con gente sensible y solidaria con los que sufren, compartiendo su dolor y luchando para hacer frente a las injusticias. Ese es el barrio que extrañamos. Esa es la Euskal Herria por la que merece la pena luchar.
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