Les traemos este importante reportaje acerca del estado de salud que guarda el náhuatl, la lengua originaria del corazón geográfico de lo que hoy en día es México. Llega a nosotros por conducto de DesInformémonos:
Omar Páramo / Francisco MedinaEn México hay dos millones 563 mil hablantes de náhuatl, casi tantos como los del gallego y el doble de los que tiene el vasco (o euskera), por hacer un comparativo con dos de las lenguas cooficiales de España, lo que nos da una idea de la importancia de este idioma por su distribución y permanencia, aunque si hurgamos en nuestro vocabulario rápido aparecerán palabras como papalote, achicopalar, achichinque, agüitarse o chocolate, lo que hace evidente que todos los mexicanos nos expresamos —en mayor o menor medida— en esta lengua indígena, argumentaron José del Val Blanco, Alberto Vital y Rodrigo Martínez Baracs.Reunidos en El Colegio Nacional para conmemorar los 70 años de Carlos Montemayor, los académicos decidieron que la mejor manera de festejar su recuerdo era presentar la tercera edición de una obra en la que el humanista depositó mucho esfuerzo y cuya segunda edición fue de los últimos trabajos que alcanzó a publicar: el Diccionario del náhuatl en el español de México.“Se trata de un ejemplar con una importancia singular porque marca un momento en que ha habido una especie de inflexión de nuestro país como una nación multicultural y plurilingüe”, señaló Del Val Blanco, quien esta ocasión, más que como director del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad (PUIC) de la UNAM, fue a reconocer que él, en 2003, instó a Montemayor a escribir esta obra a fin de hacer un diagnóstico de cómo este idioma se abría paso en el siglo XXI.“Y se trata de una obra concluida en tiempo récord, tres años, algo insólito para un diccionario, lapso en el que el filólogo, ayudado de un pequeño equipo de colaboradores, planeó las partes constitutivas del ejemplar, criterios y normas de trabajo, además de consultar una gran cantidad de fuentes. La primera edición del este título fue de 443 páginas y apareció en 2007”, señaló Martínez Baracs, profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).A decir del académico, este diccionario, a diferencia de los comunes, puede ser leído de corrido o saltando de entrada a entrada, al estilo de Rayuela de Julio Cortázar, pues cada entrada aporta datos que no se quedan en el academismo, y todos dan destellos reveladores sobre cómo se ha ido conformando la cultura mexicana.“Todos en el país, y en gran parte de Estados Unidos, utilizamos una gran cantidad de nombres propios, verbos y expresiones tomadas directamente de la lengua náhuatl sin saber el significado. Llegan a Zacatepec y no saben qué significa ‘en el cerro del zacate’; ignoran que Tlalpan es ‘sobre la tierra’; que Tepito viene de teocalli–tepiton, pequeño templo, y que México significa ‘en el ombligo de la Luna’”.Para Martínez Baracs, la mayor enseñanza dejada por Montemayor con este texto es que este tipo de estudios rebasan en mucho el marco de la lingüística, pues atañen ámbitos culturales e históricos presentes en nuestras vidas y que es urgente rescatar, sacar a flote, recordar y conmemorar.“¿Cuánto tiempo se viene insistiendo que, junto a las etimologías griegas y latinas, se enseñe en las escuelas las raíces nahuas, mayas y de otras lenguas indígenas? Es momento de hacerlo”.La huella náhuatl en la UNAMPor su parte el coordinador de Humanidades de la UNAM, Alberto Vital —en un texto leído por el escritor Alfredo Barrios, pues le fue imposible asistir a la cita— señaló que el aumento en las entradas del Diccionario del náhuatl en el español de México en esta tercera edición es considerable: tiene 600 más que en la segunda, además de un incremento en el número de frases.“Este diccionario es para gente de habla hispana que busca sus orígenes, quiere revalorar su pasado precolombino y se asume como mestizo, porque este libro es precisamente una reivindicación de nuestro mestizaje, incluyendo el aspecto lingüístico”, subrayó.Al recordar a Montemayor, Vital lo describió como un hombre casi renacentista que lo mismo sobresalía en su faceta de literato, que como académico, traductor, tenor (llegó a grabar cinco discos) y un políglota que lo mismo estudió hebreo, griego clásico, latín, francés, portugués, italiano e inglés, que maya, zapoteco, guaraní y totonaca.Y su labor con el náhuatl, en especial, dejó huella en la Universidad Nacional, pues su trabajo abrió puertas para que el día de hoy, en la UNAM, se impartan clases de este idioma en los institutos de Investigaciones Filológicas e Históricas, así como en la recién creada Escuela Nacional de Lenguas, Lingüística y Traducción (ENALLT).Para Vital, se podría hablar horas del trabajo de Montemayor en este ámbito, pero a manera de conclusión prefirió recordarlo con algo que el homenajeado solía decir y que consignó en uno de sus escritos:“Una de las grandes riquezas de México es su diversidad de lenguas. Una riqueza que debemos cuidar porque son el alma de todos los pueblos de México. Debemos cantar en todas ellas, escribir en todas ellas, pensar en todas ellas. Las lenguas tienen un mismo fin: despertar la conciencia de los pueblos. La lengua conduce a los pueblos hacia un mismo destino”.
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