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martes, 13 de marzo de 2018

Gabriel y el Frenesí Vengativo

La trágica muerte del niño Gabriel Cruz está siendo utilizada, y como no, por lo peor de la caverna españistaní para atacar lo mismo a los migrantes que al feminismo, sin dejar pasar la oportunidad para insistir en la pertinencia, según ellos, de la Doctrina Parot o inclusive, la pena de muerte.

Les invitamos a leer este comentario editorial aparecido en las páginas de El Diario:


Javier Gallego

Nos acostamos sobrecogidos por el asesinato de Gabriel, el niño de ocho años al que su familia llamaba tiernamente "el pescaíto". Nos hemos despertado con un banquete de pirañas que se alimentan de los restos de la noticia, afilan sus dientes con los huesos del cadáver, vomitan tinta amarilla, piden más violencia para calmar su sed de venganza y aprovechan para morder al enemigo y sacarle todo el jugo político a la muerte del pequeño. No han respetado ni el luto ni la sobrehumana entereza de la madre del chico pidiendo paz. El olor de la sangre es demasiado irresistible para los carroñeros.

La detención de la única sospechosa, Ana Julia Quezada, pareja del padre, que llevaba el cuerpo sin vida de Gabriel en el maletero de su coche, ha servido para encender las hogueras. Han condenado a la detenida no sólo por los hechos que la incriminan, también por ser inmigrante y negra. Han condenado a la izquierda por señalar el racismo de algunos inquisidores. Y  Jiménez Losantos y otros conspicuos cavernícolas han condenado incluso al feminismo porque dicen que este crimen demuestra que las mujeres matan tanto como los hombres. Las cifras les desmienten, pero no les importa mentir. Que la realidad no te estropee un salivazo.

No les importa utilizar a un niño muerto como arma arrojadiza o como carnaza para engordar las audiencias. Cada vez que ocurre un asesinato morboso como éste, los medios remueven el fango en una ceremonia nauseabunda que nada tiene que ver con el interés general y todo con el interés empresarial. Agitan así los instintos más básicos del personal que se enardece, toma las antorchas y se pasea por las redes, incluso por las calles, pidiendo linchamientos públicos, juicios sumarísimos y, ahora también, que se mantenga la prisión permanente revisable. Los que más claman justicia son los más justicieros.

La rabia de la gente y el dolor de las familias es comprensible, pero no es legislable. Es mezquino utilizarlas con fines electoralistas como hace por enésima vez el PP, promoviendo mantener una pena que no puede evitar estas horribles muertes y que nos devuelve a los oscuros tiempos de la ley del Talión. Lo siguiente será recuperar la pena de muerte. La justicia no está para vengar, está para reparar y castigar en la justa medida.

Los crímenes salvajes no deben convertirnos a nosotros en las mismas bestias. Deben hacernos avanzar, no retroceder. Mejorar, no empeorar. En los últimos días hemos visto lo mejor y lo peor de esta sociedad. Hemos visto la solidaridad con Gabriel y la monstruosidad de su asesinato. Hemos visto a hombres y mujeres luchar juntos por la igualdad y a hombres echar en cara a las mujeres la muerte de este niño. Hemos visto  una huelga feminista que admiró al mundo y estamos viendo una mezquindad social que nos debería avergonzar a todos. Hay personajes infames que son incorregibles, pero el resto tenemos la obligación de estar a la altura de lo que Gabriel representa.

"Se ha generado un movimiento muy bonito gracias a mi hijo. Me gustaría que continuara. Están apareciendo muchos mensajes pidiendo muerte o maldad. Entiendo que estas personas tienen la misma rabia que yo dentro, pero que lo usen para pedir bondad en el mundo", decía Patricia Ramírez, la admirable madre coraje de Gabriel. Es lo menos que podemos hacer por ambos. Tenemos que evitar que las pirañas se coman al pescaíto.






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