Tantas veces les hemos advertido acerca del costo social y humano del neoliberalismo.
Mismo número de veces que nos han dicho que el Socialismo ha fracasado y que se derrumbó junto con el Muro de Berlín.
Recién nos ha informado Save the Children que el estado español está por encima de Cuba en su lista de "mejor país para ser niña".
Pues bien, a ellos les dedicamos este texto publicado en Deia:
Queremos jugar. Pero no a la lotería, ni a las apuestas deportivas, ni a la ruleta. Queremos jugar a defender a los peluches con las espadas láser, a apagar fuegos disfrazados de bomberos, a lanzarnos cojines hasta que tiemblen las lámparas. Queremos jugar, pero no encontramos el momento, porque cuando nos vamos a trabajar nuestros hijos están dormidos. Y a veces también lo están cuando volvemos. Porque si están despiertos apenas nos da tiempo a ponerles el desayuno y meterles prisa para que se calcen, antes de despedirlos con un beso a las puertas del colegio. Porque a las tardes, cuando dejamos caer el bolso, el portátil o la caja de herramientas sobre la mesa de la sala y avanzamos por el pasillo, un pequeño resplandor nos hace presagiar lo peor. No es un monstruo que ha venido a vernos. No es un muerto viviente despistado que sigue celebrando Halloween. Es la luz de la lamparita de estudio que alumbra un cuaderno y un libro de texto. Toca explicar, traducir, refrescar lo olvidado, corregir, preguntar la lección... Y luego la ducha y la cena y los dientes y el beso a los pies de la cama. Y la masa para hacer galletas de colores caduca. Y el Monopoly sigue sin estrenar. Y crecen dejando nuevo el zoo de Playmobil. Algo debemos estar haciendo mal porque queremos jugar, pero entre las irreconciliables jornadas laborales y los deberes, nunca tenemos tiempo.
°
No hay comentarios.:
Publicar un comentario