Insistimos en el asunto de la reprimenda por parte de Fabián Salvioli, presidente de el Comité de Derechos Humanos de la ONU al régimen español con repecto a la obligación de impulsar avances en la recuperación de la memoria histórica para así dejar de victimizar a las víctimas del régimen franquista.
La ONU no puede ni debe obviar que esos crímenes fueron cometidos por un régimen aliado al fascismo genocida de Adolph Hitler y Benito Mussolini, tampoco debe caer en la trampa de exonerar a los supuestos gobiernos democráticos de la "transición" de lo hecho por el franquismo pues son esos mismos gobiernos los que han provisto con completa impunidad a los autores intelectuales y materiales de esos crímenes de lesa humanidad.
Sirva lo anterior de preámbulo para lo que describe este excelente reportaje publicado en Deia, mismo que desnuda lo profundo de la traición por parte de las potencias "democráticas" que impulsaron la creación de la ONU en contra del pueblo vasco que luchó en contra del fascismo desde 1939 hasta 1945 y que hasta el día de hoy sufre las consecuencias de haber retado y enfrentado al franquismo.
Aquí lo tienen:
Espionaje y solidaridad: 85 aniversario de la caída de la ‘Red Álava’
La toma de París por los nazis propició que la Policía franquista accediera a la información que se guardaba en la sede del Gobierno vasco sobre la ‘Red Álava’. Luego vendrían las detenciones y el fusilamiento de su impulsor
Eduardo Jauregi
Este mes de diciembre se cumplen 85 años de las detenciones que provocaron la caída de la primera red de espionaje organizada por el nacionalismo vasco durante la dictadura franquista, y a la que se le conoció posteriormente por el apellido de su impulsor y único ejecutado, el alavés Luis de Álava y Sautu.
Durante más de tres años, desde finales del verano de 1937, lo que empezó siendo una labor de ayuda a los presos -finalizada la guerra en suelo vasco-, se convirtió con el paso de los meses en una estructura clandestina, con abundantes vasos comunicantes, que tuvo multitud de actuaciones. Su finalidad no solo se ciñó en asistir socialmente a los presos y a sus familias, impedir detenciones o facilitar la huida a Francia de los que se encontraban escondidos y perseguidos por la dictadura; también consistió en suministrar a los dirigentes de la Resistencia vasca en el exilio -Gobierno vasco y PNV- información política, militar, económica y social del interior para que a su vez, estos, la hicieran llegar a las potencias democráticas europeas. Solidaridad y espionaje para denunciar al mundo lo que estaba ocurriendo en el Estado español e intentar salvar el mayor número de vidas.
En esta red jugaron un papel muy importante las mujeres. Como sobre ellas, en general, recaía una menor presión o vigilancia policial, tuvieron mayor libertad de movimientos para ser los enlaces perfectos entre el exterior y el interior de las cárceles. Las visitas a los familiares, amigos o allegados, llevándoles comida, ropa, etc. se utilizaban para introducir y sacar documentos bien escondidos con informaciones muy necesarias para la Resistencia: listados de presos encarcelados, sentencias dictadas, condenas, penas de muerte, ejecuciones, traslados,…
Bittori Etxeberria y Felicitas Ariztia, en Nafarroa; Delia Lauroba e Itziar Múgica, en Gipuzkoa, y Tere Verdes, en Bizkaia, fueron las piezas principales de esta red donde el elemento femenino predominó, sobre todo en sus inicios. Muchas de ellas habían sido figuras destacadas de Emakume Abertzale Batza (EAB), organización nacionalista vasca nacida en 1922, que ya venía haciendo una gran labor social durante los años de la República y la guerra.
Pero sería a partir de la conquista de Bizkaia por los sublevados y la rendición de los restos del Ejército vasco en Cantabria (agosto de 1937) cuando la organización empezó a funcionar como tal, poniendo en contacto a los dirigentes encarcelados (Juan Ajuriagerra, Jesús Solaun, Luki Artetxe, etc.) con los residentes en el exilio (Doroteo Ziaurritz, Elías Etxeberria o Pepe Mitxelena y los miembros de los servicios, entre otros). La red contó con un delegado en cada territorio vasco e incluso una corresponsalía en Galicia, que suministraba las informaciones relativas a los desembarcos de tropas y materiales en los puertos de Vigo y El Ferrol. La Red Álava llegó a ser considerada por alguno de sus integrantes -muchos años después- como el primer EBB clandestino en el interior tras el final de la guerra.
Espionaje militar
Dentro de las cárceles, aquellos reclusos que ocupaban puestos o destinos con cierta responsabilidad en oficinas, cocina o imprenta se ocuparon principalmente de salvar vidas de condenados a muerte o reducir penas destruyendo expedientes o modificando sentencias con sellos falsos, pero contando siempre con la complicidad de los que actuaban en el exterior. Pepe Verdes, Primitivo Abad, Federico Gurtubai, Juan Ramón Barquín o Nicanor Agirre, entre otros, fueron algunos de los Schindler vascos que formaron parte de esta arriesgada red de resistencia.
Poco a poco, se fue gestando en la mente de los dirigentes encarcelados un ambicioso proyecto para cuando se derrocara a la dictadura: la creación de una organización en el exterior -la futura Euzko Naia- que agrupara y dirigiera a los antiguos gudaris cuando estos fueran saliendo de las prisiones y se situaran en sus lugares de residencia. Un nuevo ejército a gestar en plena clandestinidad y así disponer de una fuerza paramilitar para cuando fuera el momento oportuno. Esta necesidad se haría más urgente desde finales de 1939, ante el inminente estallido de la Segunda Guerra Mundial, la posición del Gobierno vasco en contra de los fascismos europeos y su firme apoyo a las potencias democráticas.
Tal y como se había planteado, los gudaris que salieron de las cárceles se fueron incorporando a las filas de la resistencia. En el exterior, los componentes de la Red Álava se encargaron del reagrupamiento de los antiguos miembros del Ejército vasco y captaron, sobre todo, a antiguos oficiales para que fueran capaces de agrupar a los liberados y organizaran el territorio vasco por zonas. Por otro lado, la Red Álava había ido paulatinamente ampliando sus funciones e iniciado labores de espionaje en favor de los aliados suministrando informaciones de tipo militar como, por ejemplo, los movimientos de los barcos que abastecían al Ejército alemán desde el puerto de Bilbao, la localización de submarinos nazis en las costas del Golfo de Bizkaia, la situación de las divisiones del Ejército de Tierra español, croquis de fortificaciones, etc.
El comienzo del fin
Las detenciones de los miembros de la Red Álava se produjeron por el hallazgo de documentación comprometida por parte de la Policía española en la sede que el Gobierno vasco tenía en París. Aquel edificio era el número 11 de la avenida Marceau. Aunque ya desde el verano de 1936 delegados nacionalistas estaban en él en alquiler, este inmueble fue adquirido por el PNV en octubre de 1937 gracias a las aportaciones de miembros del Partido Nacionalista Vasco que residían en América. Este palacete fue puesto a disposición del Ejecutivo autonómico en el exilio y también fue la sede de diferentes instituciones y organizaciones en defensa de la causa vasca y de ayuda a los refugiados, entre ellas, la Liga Internacional de Amigos de los Vascos.
La invasión alemana de Francia a partir de mayo de 1940 desató una nueva oleada migratoria y la entrada de los nazis en París el 14 de junio provocó días antes el abandono apresurado de las oficinas del Gobierno vasco en la ciudad. Con la ayuda de la Gestapo, la Policía de la embajada franquista se acomodó en la capital francesa desde aquel mismo instante e incautó no solo el edificio de la avenida Marceau sino todas las sedes y propiedades de los partidos vascos y republicanos españoles.
En la sentencia dictada por el Consejo Supremo de Justicia Militar franquista el 18 de septiembre de 1942, que describe la causa número 103.590 de 1941, se indica expresamente “que entre los papeles encontrados en la mesa de despacho del llamado presidente de la República Vasca, José Antonio Aguirre, de su residencia en París” se hallaron tres cuadernos con información muy relevante. Uno, de fecha 15 de marzo de 1939, contenía datos sobre el propio Servicio interior: una minuciosa exposición de la forma en la que estaba constituida la organización secreta por regiones, con mapas, el trabajo de sus delegados y agentes, pseudónimos que utilizaban y relación de viajes y materiales transportados a Francia (documentos de carácter militar, político, económico, religioso, social, sindical, de represión y sobre los presos). Otro cuaderno informaba de las fortificaciones y obras franquistas en el Pirineo occidental (frontera vasca), los ferrocarriles y carreteras existentes, acompañado de planos, y el tercero, reunía la información de este servicio y sus relaciones con el Ejército y autoridades francesas, señalando por ejemplo, cómo desde el 27 de abril de 1939 los militares franceses habían recibido más de 700 notas de los espías vascos. En ellas se detallaban los trabajos realizados por el servicio tanto en Euskadi como en territorio español y se apuntaban incluso trabajos de ejecución posible en América Latina.
Según esta sentencia, los agentes de la Red Álava efectuaron 69 viajes clandestinos a Iparralde y Francia, trasladando 1.242 documentos entre los que se informaba de la composición y organización del Ejército franquista. Todo esto, sin contar los libros, revistas, boletines oficiales y eclesiásticos, periódicos, leyes y mapas. A su regreso, en las incursiones al interior del Estado, introducían propaganda antifranquista y aliadófila.
Por toda esta información que cayó en manos de la Policía franquista se iniciaron las detenciones en Elizondo y recorrieron toda Euskadi. De los 28 detenidos iniciales pasaron a consejo de guerra -acusados de Adhesión a la rebelión y espionaje, con las agravantes de transcendentalidad y peligrosidad- finalmente 21: dos alaveses, siete navarros, dos vizcainos y diez guipuzcoanos. Sus nombres, para nuestra memoria y recuerdo: Luis de Álava, Agustín Ariztia, Teresa Verdes, Patxi Lasa, Iñaki Barriola, Itziar Múgica, Felipe Oñatebia, Félix Ezkurdia, Rafael Gómez, Antonio Causo, Rafael Goñi, Julián Arregi, Luis Cánovas, José Etxeberria, Inocencio Tolaretxipi, Modesto Urbiola, Esteban y Bittori Etxeberria, Delia Lauroba, Víctor González y Celestino Olaizaola. Se dictaron 19 penas de muerte, pero estas fueron conmutadas por trabajos forzados de hasta treinta años a todos lo componentes del grupo menos a Luis de Álava. La presión internacional que mantuvo el nacionalismo vasco junto con los católicos antinazis franceses no consiguió ablandar a la dictadura. Álava fue fusilado el 6 de mayo de 1943. En 1945, tras la derrota de las fuerzas del Eje, el gobierno franquista liberó a los encarcelados.
A pesar del fuerte golpe que sufrió la Resistencia vasca con la caída de la Red Álava, el nacionalismo vasco no dejó de trabajar en la clandestinidad y la reorganización de los cuadros internos fue una constante. El sacrificio de estos hombres y mujeres serviría de ejemplo a los que les sucedieron en su lucha contra la dictadura.
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