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Venezuela y la Unidad LatinoamericanaJorge Luis Elizondo | Abogado y Profesor Universitario (UNR)Los medios hegemónicos y algunos políticos de la oposición condenan al gobierno venezolano por lo que denominan la “represión de los estudiantes”, como si fuera el responsable de la violencia y de las agresiones armadas que han provocado a la fecha nueve muertos y numerosos heridos.Observamos en los últimos días algunos comentarios en los que se exhorta al Presidente Nicolás Maduro a “abrirse al diálogo” y “reconocer la legitimidad de sus opositores”.En cuanto a legitimidades se trata, creo que en primer lugar es necesario que la derecha venezolana reconozca la legitimidad de un gobierno que ha sido elegido democráticamente en comicios transparentes, y del proceso revolucionario que iniciara el Comandante Hugo Chávez en 1999. En lo que respecta al reconocimiento de las fuerzas de oposición, el gobierno sólo puede reconocer a aquellas que se expresan a través de los mecanismos institucionales previstos por la Constitución Bolivariana y las leyes vigentes. Ningún país del mundo puede reconoce legitimidad alguna a fuerzas que llevan adelante un proceso de desestabilización tendiente a forzar la renuncia del Presidente o concretar un golpe de Estado. Los ataques al Ministerio Público y a otros edificios que son sedes del gobierno constituyen atentados contra las instituciones democráticas; la creación de un clima permanente de guerra civil, demuestran que no se trata de simples protestas, sino de un plan destinado a destruir las bases del proceso de profundas transformaciones iniciado por Chávez en 1999.El periodista citado le dice a Nicolás Maduro que “existe una mitad del país que no cabe en su proyecto de sociedad; se lo han dicho en las urnas”.Me parece que los que “no caben” en el proyecto de una sociedad más justa e igualitaria son sólo las clases dominantes que temen se las despoje de sus privilegios; los que se beneficiaron durante más de un siglo de la renta petrolera, mientras el pueblo venezolano padecía hambre, desocupación, falta de vivienda y demás males propios de la exclusión social. Por el contrario, la política de inclusión social del chavismo ha hecho posible que Venezuela haya disminuido la pobreza de un 64 % a un 24 % de la población, elacceso a la educación en todos sus niveles y que los servicios médicos estén al alcance de todo el pueblo. Hay millones de seres humanos y familias que estaban excluidos - y por lo tanto no cabían en el proyecto neoliberal- que hoy sí tienen cabida y se abren masivamente a la participación política y social.Hay quienes aconsejan “moderar las pasiones” y temen que Venezuela “pueda pasar a una confrontación más catastrófica, de alcances impredecibles”.En realidad, se ven forzados a reconocer que Maduro y la revolución bolivariana cuentan con un caudal mayoritario de la población; y temen que este proceso se profundice y finalmente expropie a las clases dominantes, avanzando hacia el socialismo.Los que se escandalizan por el hecho de que la Revolución se defienda y aconsejan “moderación” al Presidente elegido por los venezolanos son los mismos medios que nada dijeron cuando durante el “Caracazo”, del 27 de Febrero de 1989, la represión ordenada por el entonces Presidente Carlos Andrés Pérez provocó la muerte de 800 venezolanos en las calles de Caracas. Son los mismos que durante cuatro décadas se beneficiaron de las dictaduras y el neoliberalismo implantados a sangre y fuego en América Latina, aún en el marco de un régimen aparentemente democrático como el que tenía por entonces Venezuela.El respaldo al gobierno constitucional de Venezuela supone el reconocimiento del derecho de éste a defenderse de un golpe de Estado en marcha, con los ingredientes que son típicos de la preparación de un clima de violencia.Como lo demuestran los ejemplos de Chile de Allende (1973) y Argentina (1976), los grupos económicos nacionales y transnacionales desatan la inflación, el desabastecimiento, la especulación, sabotajes de servicios públicos, etc., cuya responsabilidad siempre se imputa al gobierno, con el fin de alentar el descontento social y justificar la violencia planificada por las clases dominantes. Los mecanismos son ya demasiado conocidos por los argentinos, que hemos vivido recientemente varios episodios que sorprenden por su sucesión y sincronización: la rebelión policial de Diciembre, el golpe de mercado de Enero, finalmente contenido por el gobierno, y el desabastecimiento y la escalada de precios de productos de primera necesidad destinada a hacer fracasar la política de Precios Cuidados.La derecha que expresa políticamente a los sectores económicos más concentrados teme que Venezuela profundice su revolución en el marco de un sistema incuestionablemente democrático, con plena vigencia de la Constitución, con dieciocho elecciones ganadas por el chavismo. Pero fundamentalmente les preocupa que el fervor revolucionario del pueblo venezolano contagie a los demás pueblos de América; y que finalmente transitemos en unidad el camino hacia la segunda y definitiva independencia.Preocupa a EE UU y a las corporaciones transnacionales que se consoliden la CELAC, la UNASUR, el ALBA y el Mercosur, como el hecho de que Venezuela haya impulsado y continúe potenciando estas experiencias de unidad de los pueblos de América y el Caribe. Los países de la CELAC representan un Producto Bruto Interno de 6,3 billones de dólares, la principal reserva petrolera del mundo (338.000 millones de barriles de petróleo), el tercer lugar en la producción de energía eléctrica y la principal economía productora de alimentos. Existe la posibilidad de coordinar el uso de las reservas a nivel de los países del UNASUR (que alcanzan a la suma de 600.000 millones de dólares) para constituir un fondo anticíclico destinado a ayudar a los países en caso de especulaciones financieras que pongan en riesgo sus economías.Pero es necesario que los países de nuestra América den pasos decididos hacia el control de sus recursos naturales: la tierra, el agua, el petróleo, la energía, porque –de lo contrario- los instrumentos regionales creados serán impotentes para enfrentar la ofensiva del capital financiero en la búsqueda de nuevas posibilidades de expansión.El papel que jugara Hugo Chávez tanto en la creación de estos instrumentos como en la desestructuración del ALCA, proyecto del imperialismo que quedara sepultado en Mar del Plata en 2006, y su continuidad política a través del gobierno de Maduro, y los riesgos de una intervención extranjera, reclaman una solidaridad mucho más activa, porque se halla en peligro no sólo la soberanía de Venezuela, sino la de todos los pueblos que han iniciado procesos democráticos de transformación económica, social, política y cultural.
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