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domingo, 23 de febrero de 2014

Explicando Venezuela

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Venezuela y la Unidad Latinoamericana

Jorge Luis Elizondo | Abogado y Profesor Universitario (UNR)

Los medios hegemónicos y algunos políticos de la oposición condenan al gobierno venezolano por lo que denominan la “represión de los estudiantes”, como  si fuera el responsable de la violencia y de las agresiones armadas que han  provocado a la fecha nueve muertos y numerosos heridos.

Observamos en los  últimos días algunos comentarios en los que se exhorta al Presidente Nicolás  Maduro a “abrirse al diálogo” y “reconocer la legitimidad de sus  opositores”.

En cuanto a legitimidades se trata, creo que en primer  lugar es necesario que la derecha venezolana reconozca la legitimidad de un  gobierno que ha sido elegido democráticamente en comicios transparentes, y del  proceso revolucionario que iniciara el Comandante Hugo Chávez en 1999. En lo que  respecta al reconocimiento de las fuerzas de oposición, el gobierno sólo puede reconocer a aquellas que se expresan a través de los mecanismos institucionales previstos por la Constitución Bolivariana y las leyes vigentes. Ningún país del  mundo puede reconoce legitimidad alguna a fuerzas que llevan adelante un proceso  de desestabilización tendiente a forzar la renuncia del Presidente o concretar  un golpe de Estado. Los ataques al Ministerio Público y a otros edificios que  son sedes del gobierno constituyen atentados contra las instituciones  democráticas; la creación de un clima permanente de guerra civil, demuestran que  no se trata de simples protestas, sino de un plan destinado a destruir las bases  del proceso de profundas transformaciones iniciado por Chávez en 1999.

El  periodista citado le dice a Nicolás Maduro que “existe una mitad del país que no  cabe en su proyecto de sociedad; se lo han dicho en las urnas”.

Me parece que  los que “no caben” en el proyecto de una sociedad más justa e igualitaria son  sólo las clases dominantes que temen se las despoje de sus privilegios; los que  se beneficiaron durante más de un siglo de la renta petrolera, mientras el  pueblo venezolano padecía hambre, desocupación, falta de vivienda y demás males  propios de la exclusión social. Por el contrario, la política de inclusión  social del chavismo ha hecho posible que Venezuela haya disminuido la pobreza de  un 64 % a un 24 % de la población, elacceso a la educación en todos sus niveles  y que los servicios médicos estén al alcance de todo el pueblo. Hay millones de  seres humanos y familias que estaban excluidos - y por lo tanto no cabían en el  proyecto neoliberal- que hoy sí tienen cabida y se abren masivamente a la  participación política y social.

Hay quienes aconsejan “moderar las  pasiones” y temen que Venezuela “pueda pasar a una confrontación más  catastrófica, de alcances impredecibles”.

En realidad, se ven forzados a  reconocer que Maduro y la revolución bolivariana cuentan con un caudal  mayoritario de la población; y temen que este proceso se profundice y finalmente  expropie a las clases dominantes, avanzando hacia el socialismo.

Los que se  escandalizan por el hecho de que la Revolución se defienda y aconsejan  “moderación” al Presidente elegido por los venezolanos son los mismos  medios  que nada dijeron cuando durante el “Caracazo”, del 27 de Febrero de  1989, la represión ordenada por el entonces Presidente Carlos Andrés Pérez  provocó la muerte de 800 venezolanos en las calles de Caracas. Son los mismos  que durante cuatro décadas se beneficiaron de las dictaduras y el neoliberalismo  implantados a sangre y fuego en América Latina, aún en el marco de un régimen  aparentemente democrático como el que tenía por entonces Venezuela.

El  respaldo al gobierno constitucional de Venezuela supone el reconocimiento del  derecho de éste a defenderse de un golpe de Estado en marcha, con los  ingredientes que son típicos de la preparación de un clima de violencia.

Como lo  demuestran los ejemplos de Chile de Allende (1973) y Argentina (1976), los  grupos económicos nacionales y transnacionales desatan la inflación, el  desabastecimiento,  la especulación, sabotajes de servicios públicos, etc.,  cuya responsabilidad siempre se imputa al gobierno, con el fin de alentar el  descontento social y justificar la violencia planificada por las clases  dominantes.  Los mecanismos son ya demasiado conocidos por los argentinos,  que hemos vivido recientemente varios episodios que sorprenden por su sucesión y  sincronización: la rebelión policial de Diciembre, el golpe de mercado de Enero,  finalmente contenido por el gobierno, y el desabastecimiento y la escalada de  precios de productos de primera necesidad destinada a hacer fracasar la política  de Precios Cuidados.

La derecha que expresa políticamente a los sectores  económicos más concentrados teme que Venezuela profundice su revolución en el  marco de un sistema incuestionablemente democrático, con plena vigencia de la  Constitución, con dieciocho elecciones ganadas por el chavismo. Pero  fundamentalmente les preocupa que el fervor revolucionario del pueblo venezolano  contagie a los demás pueblos de América; y que finalmente transitemos en unidad  el camino hacia la segunda y definitiva independencia.

Preocupa a EE UU y a  las corporaciones transnacionales que se consoliden la CELAC, la UNASUR, el ALBA  y el Mercosur, como el hecho de que Venezuela haya impulsado y continúe  potenciando estas experiencias de unidad de los pueblos de América y el  Caribe.  Los países de la CELAC representan un Producto Bruto Interno de  6,3 billones de dólares, la principal reserva petrolera del mundo (338.000  millones de barriles de petróleo), el tercer lugar en la producción de energía  eléctrica y la principal economía productora de alimentos. Existe la posibilidad  de coordinar el uso de las reservas a nivel de los países del UNASUR (que  alcanzan a la suma de 600.000 millones de dólares) para constituir un fondo  anticíclico destinado a ayudar a los países en caso de especulaciones  financieras que pongan en riesgo sus economías.

Pero es necesario que los  países de nuestra América den pasos decididos hacia el control de sus recursos  naturales: la tierra, el agua, el petróleo, la energía,  porque –de lo  contrario- los instrumentos regionales creados serán impotentes para enfrentar  la ofensiva del capital financiero en la búsqueda de nuevas posibilidades de  expansión.

El papel que jugara Hugo Chávez tanto en la creación de  estos instrumentos como en la desestructuración del ALCA, proyecto del  imperialismo que quedara sepultado en Mar del Plata en 2006, y su continuidad  política a través del gobierno de Maduro, y los riesgos de una intervención  extranjera, reclaman una solidaridad mucho más activa, porque se halla en  peligro no sólo la soberanía de Venezuela, sino la de todos los pueblos que han  iniciado procesos democráticos de transformación económica, social, política y  cultural. 






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