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miércoles, 9 de enero de 2013

Gramsci para Euskaldunes

El siguiente texto, muy interesante, ha sido publicado por los compas de Borroka Garaia Da!:


El concepto de hegemonía es un término que se ha hecho común en el debate político de la coyuntura vasca desde la perspectiva de la acumulación de fuerzas y bloque histórico en el proceso de liberación. Muchas veces ha sido asociada a los planteamientos del pensador marxista italiano Antonio Gramsci.
Hegemonía deriva del griego eghesthai, que significa “conducir”, “ser guía”; o tal vez del verbo eghemoneno, que significa “guiar”, “conducir”. Hegemonía en la antigua Grecia se entendía a la dirección del ejercito. Efectivamente, es un término militar. Egemone era el conductor de la guerra. En la guerra del Peloponeso se hablaba de la ciudad hegemónica que era la que dirigía alianzas en guerra. A nivel genérico se denomina hegemonía al dominio de una entidad sobre otra.
En el debate de la izquierda abertzale y el soberanismo de izquierda el término de hegemonía ha sido utilizado invariablemente para acotar su significado a una supremacía electoral, o a veces para una supremacía social, mas bien ideológica, del proyecto independentista y socialista. Es necesario convencer a la sociedad de la necesidad de la independencia y el socialismo y una vez convencida se logra la hegemonía y se traduce en supremacía electoral. Sin embargo, ésto no sería exacto en relación al concepto gramsciano de hegemonía.
El pensamiento de Gramsci ha sido manipulado históricamente por diversos sectores, entre ellos el nefasto euro-comunismo como justificación de la aceptación de las reglas de juego impuestas por el sistema y la dinámica de pactos con el capital. De esta manera destruyendo a movimientos emergentes en la década de los 70 por toda Europa. Y es que Gramsci apostaba por el consenso, pero no por un consenso neo-liberal.
Para Gramsci la hegemonía era una necesidad democrática para fundamentar la insurrección contra el sistema. Cuando la clase burguesa que detenta el poder se encuentra con problemas para dirigir o resolver situaciones, cuando su concepción e imaginario se ponen en entredicho, y al mismo tiempo la clase subordinada se hace dirigente al saber indicar respuestas y soluciones a esos problemas, teniendo además una concepción del mundo radicalmente opuesta, el ganar adhesión en esos parámetros es donde hay que contextualizar la hegemonía de la que hablaba Gramsci. No una simple lucha ideológica indefinida en el tiempo como afirmaba el euro-comunismo sino una subversión de las relaciónes de poder dominante.
En definitiva, son precisamente las dinámicas socialdemócratas que derivan en la obsesión por el electoralismo, el parlamentarismo como vía casi exclusiva y el reformismo lo que Gramsci criticaba del viejo Partido Socialista Italiano a la hora de teorizar la hegemonía. Para Gramsci solamente con instituciones nuevas la clase trabajadora podía triunfar y el protagonismo fundamental correspondía al proletariado que debía asumir la conciencia revolucionaria, aunque no debía desplazar a otros grupos de la población aliados potenciales. Las clases oprimidas o subordinadas tienen una concepción de lo que le rodea que ha sido impuesta por la clase opresora a través de múltiples vías gracias a su capacidad de influenciar la conciencia de toda la colectividad creando un ”sentido común”. La hegemonía del proletariado por tanto es entendida como la construcción de una nueva sociedad, estructura económica e institucional pero también moral, filosófica e intelectual, de un nuevo “sentido común”.
La hegemonía burguesa mantiene unido a un bloque social que no es homogéneo y cuenta con contradicciones de clase, pero la clase burguesa es la hegemónica, domina y dirige, mientras con su acción mantiene unido lo heterogéno sin que las contradicciones se radicalizen y estallen. Para lograr la hegemonía de la clase trabajadora un paso imprescindible por tanto es radicalizar esas contradicciones y que estallen desde todos los puntos de vista; político, cultural, moral… Ese es el significado profundo de la hegemonía gramsciana. Mantener unido a un bloque social que no es homogéneo y cuenta con contradicciones de clase, pero la clase proletaria es la hegemónica,
Gramsci afirmaba que “La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos, como dominación y como dirección intelectual y moral. Un grupo social es dominante de los grupos adversarios, que tiende a liquidar o a someter hasta con la fuerza armada, y es dirigente de los grupos afines y aliados. Un grupo social puede, y también debe ser dirigente ya antes de conquistar el poder gubernamental. Es esta una de las condiciones principales para la propia conquista del poder. Después, cuando ejerce el poder y también lo mantiene firmemente en sus manos se convierte en dominante, pero debe continuar siendo también dirigente”. La supremacía es dominio y dirección o dominio y hegemonía. La hegemonía avanza con la capacidad de dirección política y moral.
Por ello añade “El proletariado puede convertirse en clase dirigente y dominante en la medida en que consigue crear un sistema de alianzas de clase que le permita movilizar contra el capitalismo y el Estado burgués a la mayoría de la población trabajadora”. La dictadura del proletariado es por tanto el proceso de realización de la hegemonía.
La dictadura del proletariado es la fase de transición revolucionaria entre el capitalismo y la sociedad comunista. O sea, el estado socialista. Para el marxismo no existe el estado neutro, un estado es siempre la supremacía de una clase sobre otra. Una dictadura. Una dictadura burguesa sería la democracia burguesa actual y una dictadura socialista, la democracia socialista. La hegemonía se lleva a cabo en la sociedad civil y la forma institucional que la hegemonía toma es el estado socialista o dictadura del proletariado. La dictadura del proletariado es la dirección de un determinado tipo de alianzas como bien explicaba Lenin.
Lenin también hizo uso del término hegemonía, Por ejemplo ante la revolución rusa de 1905 que aparece como una revolución de carácter democrático-burgués. Los mencheviques afirmaban que la dirección le correspondía a la burguesía liberal y que el proletariado debía apoyar esa revolución pero evitando ser protagonista no asumiendo la dirección. Lenin , al contrario afirmaba que el proletariado si debía ser la dirección de esa revolución democrático-burguesa. Ya que la lucha del proletariado por la libertad política es una lucha revolucionaria, la lucha de la burguesía, en cambio, es una lucha oportunista pero al alcanzar un terreno de juego más favorable para el proletariado, éste tendría más posibilidades para mantener esas conquistas democrático-burguesas y desde esa posición crear más bases para la revolución socialista.
La hegemonía proletaria avanzaba en la capacidad dirigente del proletariado en esa revolución democrático-burguesa. Lenin afirma: “Desde el punto de vista proletario, la hegemonía pertenece en la guerra a quien lucha con mayor energía que los demás, a quien aprovecha todas las ocasiones para asestar golpes al enemigo, a aquel cuyas palabras no difieren de los hechos y es, por ello, el guía ideológico de la democracia, y critica toda ambigüedad”.
El eurocomunismo fue un desarrollo no gramsciano de la hegemonía. La hegemonía no es simplemente lucha ideológica sino la unificación de teoría y práctica, dirección política, dirección moral e iniciativa. Gramsci, en su coyuntura, señaliza el núcleo principal donde debe nacer la hegemonía. Y señala a la fábrica. Los Consejos de Fábrica como forma alternativa a la legitimidad del sistema. Un ejemplo gráfico en Euskal Herria de base hegemónica serían los gaztetxes, las asambleas de acción directa, el movimiento juvenil..
La hegemonía tiende a crear un bloque histórico que reune diferentes bloques políticos y esas alianzas no se apoyan en la burguesía ni en sus valores sino en los de la clase trabajadora. En nuestro caso con conciencia nacional y social.
La construcción nacional y social de Euskal Herria a través del movimiento popular y del tensionamiento político y la lucha, son los generadores de conciencia nacional y social, los que crean un eco-sistema propicio para que esos planteamientos puedan alimentarse y de los que emanan componentes emocionales y morales. Siendo de este modo la base del proyecto independentista y socialista en contraposición a cantos de sirena que colocan la desactivación de la lucha y el destensionamiento como la base de adhesión a un proyecto confundiéndolo con la adhesión electoral coyuntural más basada en rentas adquiridas y otros factores, muchos de ellos que no han llovido del cielo.
La lucha ideológica no tiene sentido sin un despliegue de lucha en todos los niveles no siendo exógena y estando bien imbricada en ellos. De lo contrario, el proyecto político está destinado a convertirse en un producto que navegará en las aguas de la superficialidad y lo artificioso del sistema capitalista para acabar hundido en él, haciendo papel mojado toda lucha ideológica verdadera.
Conseguir la hegemonía en Euskal Herria supone optimizar todos los frentes en el camino hacia el estado socialista, ganando adhesión, cambiando la cultura, moral y relaciones de poder. Desde esa perspectiva, la unidad de los bloques políticos a la izquierda del PNV en un bloque histórico es eje importante de cara a la hegemonía de la clase trabajadora en el camino hacia la independencia y el socialismo, siempre y cuando se entienda la hegemonía en sentido inverso a como lo hizo el euro-comunismo, el movimiento popular sea el eje vertebrador de la nueva sociedad y no se pierda de vista que bajo las instituciones burguesas no hay éxito posible sino que el éxito radica en la transformación del sistema que haga surgir un nuevo “sentido común” entre otras muchas cosas.
De cada coyuntura histórica se pueden extraer enseñanzas y es obvio que la teoría revolucionaria clásica nos puede dejar muchas claves pero es la clase trabajadora actual la que tiene que levantar su teoría y su praxis.



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