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Historia de un fusilado recuperada por su hijo
«¿A quién tengo que perdonar? Yo no he perdonado a quienes mataron a mi padre, porque no les conozco». Ésta es la reflexión que se hace Manuel Bengaray tras viajar desde Venezuela hasta Sartaguda para recordar a los muertos por los franquistas. Su padre fue fusilado en 1936 por defender la unidad vasca.
Iñaki Vigor
Manuel Bengaray tan sólo tenía cinco años cuando las fuerzas franquistas mataron a su padre, Ramón Bengaray Zabalza, presidente de Izquierda Republicana y del Frente Popular Navarro. Con tan corta edad, los recuerdos que conserva sobre su aita son «muy tenues», pero no olvida el día en que su madre les dio la lacónica noticia a sus cinco hijos, tres chicos y dos chicas: «El padre ha muerto». Tampoco olvida los registros que días más tarde hicieron los falangistas en su casa de la calle Mayor de Iruñea, ni las amenazas de las fuerzas franquistas a otros familiares suyos.
«Mi hermano mayor tenía quince años, diez más que yo, y mi madre pensaba que corría peligro, lo cual era verdad. Un día salimos de Pamplona con un tío mío, un hermano de mi madre que también estaba amenazado. Nos fuimos a Barcelona y después a Francia, concretamente a Narbona», recuerda Manuel Bengaray.
En 1939, al comenzar la II Guerra Mundial, regresaron a Iruñea. La situación que vivieron aquellos años fue «muy dura», y en 1946, cuando ya se hizo «insostenible», decidieron emigrar a Argentina. Manuel Bengaray trabajó allí como topógrafo y en 1954 se trasladó a vivir a Venezuela, donde ha ejercido de ingeniero y ha sido profesor de la Universidad Central hasta su jubilación. En este país reside ahora la mayor parte de la familia que sobrevive.
Hace unos días, con 77 años de edad y un brazo en cabestrillo causado por un accidente, se desplazó hasta Nafarroa para asistir a la inauguración del Parque de la Memoria. Su padre es uno de los 3.420 nombres que figuran en el Muro de Sartaguda. Al ver su apellido grabado allí, Manuel se emocionó y lloró, como lo hicieron otros muchos familiares de fusilados.
Empezó por el origen de su apellido
Manuel Bengaray visitó Iruñea en 1968, en pleno franquismo, para pasar unos días de vacaciones. Treinta años más tarde, en 1998, regresó a su tierra natal para buscar el origen de su apellido, ya que entre su familia se comentaba que, en euskara, Bengaray «no significa nada».
Así es como empezó a indagar en sus antepasados, junto con una sobrina suya que también estaba interesada en conocer sus raíces. Consiguió la partida de nacimiento de su abuelo y de su padre, y a partir de ahí fue recabando abundante información sobre las circunstancias en torno a la muerte de su aita. «He sabido más de mi padre después de muerto que antes. Quizás por el terror de los años 40, o tal vez por un intento de huir del dolor, en casa siempre se habló muy poco de todo esto», confiesa Manuel Bengaray. No fue hasta pasados muchos años cuando sintió la necesidad de buscar las raíces y conocer la vida de su padre, al que apenas había conocido en su niñez.
Sus investigaciones le llevaron a saber que, a raíz del golpe de Estado fascista, su padre decidió esconderse en casa de unos amigos. «Pero cuando esos amigos vieron lo bestial de la represión, lo pusieron en la calle. Mi padre se fue entonces campo a través, hasta que lo detuvieron cerca de Ostiz. Según recogió el 'Pensamiento Navarro', un camionero lo vio y lo denunció a la Guardia Civil. Lo trajeron a los Escolapios de Pamplona y después ya no supimos nada más de él, hasta que llegó la noticia de su muerte. Unos dicen que lo mataron en la cuesta de El Perdón, otros que fue en las Bardenas. En realidad, no lo sabemos. Lo cierto es que lo mataron y que no sabemos quiénes fueron».
Con todos los datos recabados, Manuel Bengaray escribió una biografía de su padre que está publicada en un blog (www.ramonbengaray.com). «De esa forma conseguimos que el nombre de mi padre no se olvidara, que la gente supiera que había existido y que había sido una persona con cierta importancia en su época. Después de investigar su vida, pienso que fue un fuera de serie -afirma-. Era un tipógrafo, un asalariado, y llegó a tener la imprenta más importante de toda Pamplona».
Pero lo que más le llamó la atención fue la buena relación que su padre tenía con personas de diversos ámbitos, tanto político y social como religioso: «Era anticlerical, y sin embargo tenía muchos amigos curas. Todavía guardo recortes de curas que le dedicaron trabajos a mi padre. También recuerdo cuando en 1968 un tío mío que aún vivía me presentó a un señor y se echó a llorar como una criatura. Mi padre debió de ser un fuera de serie, una persona que dejó una gran impronta», comentaba tras asistir a los actos del pasado sábado en Sartaguda.
Ese día no pudo evitar emocionarse. «Son unos sentimientos personales, íntimos, que uno no puede controlar», confiesa. Esos mismos sentimientos le habían aflorado unos días antes con motivo de la presentación en Iruñea de la novena edición del libro «Navarra 1936. De la esperanza al terror».
Allí, junto al Muro de la Memoria, y en compañía de otros miles de familiares de fusilados, Manuel Bengaray también sintió la «satisfacción de cerrar un ciclo, de dar por terminado algo que estaba empezado y que parecía que no tenía fin».
El PSOE dice que, tras el reciente homenaje de Sartaguda, la cuenta ya está «saldada», le recordamos. «Yo no creo que la cuenta esté saldada -responde sin pizca de resentimiento-. Ese libro tan maravilloso que es 'Navarra 1936. De la esperanza al terror' recoge un pensamiento que a mí me parece muy justo. Dice que a la palabra perdón no se la debe considerar sinónimo de olvido. Por un lado, se debe producir el perdón, sin olvidar, y uno se pregunta cómo puede perdonar sin olvidar. Por otro lado, me pregunto a quién tengo que perdonar. Yo no les he perdonado a quienes mataron a mi padre, porque tampoco les conozco».
En esta especie de sentimientos cruzados, Manuel Bengaray tampoco reclama una reparación para los familiares de aquellas víctimas tantos años olvidadas por las instituciones públicas. «A estas alturas, yo creo que ya no serviría para nada. ¡Más que el reconocimiento que hubo en Sartaguda! Lo que importa es el reconocimiento que les damos nosotros mismos. Son cosas que ya han pasado, y ahora cada cual debe cargar con lo suyo. ¿A quién puedo decir yo ahora que le odio por aquellas muertes? Uno odia una situación que pasó, y odia también la posibilidad de que pueda suceder otra vez», reflexiona a modo de contestación a su propia pregunta.
«El tema de Navarra sigue pendiente»
Gracias a Altaffaylla Kultur Taldea y a la asociación Ahaztuak, con motivo del homenaje de Sartaguda hemos podido saber que Ramón Bengaray fue el primer firmante de una importante declaración política realizada el 15 de junio de 1936, es decir, en vísperas del alzamiento militar franquista. Se trata de un documento excepcional, en el que todo el Frente Popular Navarro ya abordaba una cuestión que, 72 años más tarde, sigue teniendo una gran actualidad: la unidad de Nafarroa, Araba, Bizkaia y Gipuzkoa dentro de un estatuto común.
«El Frente Popular Navarro ruega a todos los elementos integrantes del Frente Popular para que no desamparen a las izquierdas navarras, no dejando otra posibilidad para Navarra que la del Estatuto aislado, en lucha con unas derechas crecidas en su poderío; y al contrario, procuren facilitar la entrada de Navarra en el Estatuto Vasco, proporcionando una mayor comunidad de fuerzas de izquierda y de afanes de democratización social entre las cuatro provincias y secundando así las altas finalidades de estructuración espiritual y social de España, que persigue la Constitución».
Éste es un párrafo del citado documento, que fue firmado por Ramón Bengaray en nombre de Izquierda Republicana y del Frente Popular Navarro, así como por los representantes de ANV (Pedro Mangado), PSOE (Juan Arrastia), PCE (Mariano Lucio), Juventud Izquierda Republicana (José Antonio Velasco), Juventudes Socialistas (José San Miguel), Juventud Comunista (Clemente Ruiz) y UGT (Jesús Boneta).
Sólo un mes más tarde de suscribir este documento histórico, tres de los firmantes acabaron muertos y el resto se libraron de ello escapando al exilio o la clandestinidad. «Los republicanos navarros tenían claro que una Navarra sola era pasto de las derechas, como ocurre hoy en día». Ésta es la conclusión que saca la izquierda abertzale 72 años después, consciente de que «recuperar la memoria histórica no es sólo desenterrar huesos, sino entender por qué los mataron y seguir sus ideales».
¿Y qué opina hoy en día Manuel Bengaray de aquel documento? A pesar de no seguir la actualidad vasca en Euskal Herria, sino a miles de kilómetros de distancia, tiene claro que la cuestión de Nafarroa sigue vigente. «Las condiciones políticas han cambiado completamente. Ahora ya no es lo mismo que en 1936, cuando el Frente Popular apoyó la posibilidad de que Navarra se adhiriera al Estatuto Vasco. Pero el asunto sigue pendiente y así seguirá, porque no se le ven muchos visos de solución», augura.
Dirigente político, sindicalista, industrial, jotero y directivo de Osasuna
Nacido en Garralda en 1896, Ramón Bengaray fue sindicalista, dirigente político de izquierda, dueño de una imprenta en Iruñea, jotero, solista del Orfeón Pamplonés, presidente de los ya desaparecidos Amigos del Arte, escritor en la prensa y directivo de Osasuna. Una vez fusilado, cayó en el olvido. «Su memoria desapareció para la inmensa mayoría de los navarros actuales. Pero no sólo sus enemigos políticos lo relegaron al olvido; es que también Izquierda Republicana, el partido político que él contribuyó a formar, lo ignora», lamenta Manuel, al tiempo que saca otra conclusión: «La historia la escriben los vencedores, pero son también ellos quienes la borran cuando les conviene». Gracias a él, la historia de su padre no ha quedado en el olvido.
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