Este escrito ha sido publicado en Gara:
Fermín Gongeta | Sociólogo
La «transición» que perpetúa el totalitarismo...
El Judas laico, el Ganelón español que traicionó a Batasuna y Euskal Herria, un día lo hará también a sus hermanos españoles.
La traición corresponde al abandono de la fidelidad, a la ruptura de compromisos y principios. Es la violación de un pacto basado en la palabra, es la trampa, un método que sirve para trepar con más rapidez, pero que condena al éxito sin posible marcha atrás, porque los traicionados no olvidan y conlleva el peligro de que el beneficiado logre arrebatarte el poder.
«El Gobierno español ordena la detención de todos los dirigentes de Batasuna (...) 'El gobierno está respondiendo al reto etarra de modo implacable', en expresión del presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Esta decisión se traduce en que no sólo va a atacar al aparato militar de ETA, sino también a la cúpula política, que participó en el proceso de diálogo, y a sus organizaciones afines, aseguraron fuentes gubernamentales» (GARA, 07/10/5).
Desconcierta releer las palabras del socialista López Aguilar contra la reforma penal del PP frente al plan Ibarretxe: «carece de sentido lanzar amenazas de cárcel generalizadas con una concepción arcaica del Derecho Penal como instrumento de represalia contra el adversario político» (2003) ¿No es peor ejecutarlas?
El general Fanjul en julio del 36 traicionó a los republicanos madrileños enseñándoles banderas blancas y ametrallándoles cuando rodeaban el acuartelamiento. Lo llaman táctica.
No son nuevas las traiciones a la democracia ni a la palabra dada por los políticos de turno. El primero de mayo de 1933 se organizó en Berlín la Fiesta del Trabajo en la que Hitler posó como defensor de los obreros. Al día siguiente, 2 de mayo, los sindicatos fueron disueltos y sus bienes confiscados. El 20 de junio del mismo año Hitler firmaba el Concordato con el Papa en el mismo momento en que emprendía la lucha contra la Iglesia.
Hitler burlaba la guardia de sus adversarios. Es la traición a la democracia. Por eso mantiene Negri: «veo la necesidad de resistir a un capitalismo cada vez más parásito y depredador, cuya legitimación pasa siempre por el recurso a la confrontación bélica». Y el recurso violento a la mentira y a la traición, añadiría.
El diálogo es una voz que reclama siempre el desfavorecido y que no entiende de perjurio, una palabra desconocida por el dominante. Desde Franco, y aún antes, llegamos a Zapatero en continuidad totalitaria.
El lehendakari de la CAV nos ofrece su pose dialogante y salvadora, soslayando el problema, hablando con sus mayores españoles y enviando sus fuerzas represivas contra los molestos. Nos ofrece el cumplimiento de nuestra voluntad, al tiempo que busca inútilmente, y lo sabe, el beneplácito de la intransigencia española. Tal vez fuera más sabio ser beligerante sin decirlo públicamente.
Cada día aparecen en los diarios noticias de intervenciones bélicas, de atropellos de gobiernos frente a la oposición; en Euskal Herria, detenciones de tanteo con degradante suplicio y juicios y cárceles consiguientes. Es la traición a la democracia que algunos agentes soslayan.
Me produce indignación leer en una agencia de Madrid: «ETA. El país vasco tiene ya 2.000 agentes de reconciliación». Más aún observando el contenido de los cursos que imparte Baketik para «reconstruir las relaciones dañadas por una contienda destructiva (...) elaboración ética de los conflictos», y reclutando por los pueblos voluntarios de la reconciliación. Debe tratarse de una contraofensiva intelectual, aunque disguste a la inteligencia emplear técnicas reduccionistas de pensamiento sicoanalítico para solucionar posiciones de ignominia de poder.
Difícilmente se puede llegar a puntos de encuentro con gobernantes y oposición parlamentaria que únicamente conocen la fuerza y el derecho de la fuerza bruta en todos sus órganos de poder.
Hace 15 años A. Gagnon, de la Universidad de Quebec, escribía: «Cuando se ha traicionado los intereses de Quebec la traición ha llegado siempre de la misma clase política». «Mientras que la clase política de Quebec acepte servir a dos señores, será todo Quebec quien pierda»
Llegado a este punto de reflexión, me pregunto qué hacer, y respondo con Monzón: «Lepoan hartu ta segi aurrera». Porque el Ganelón español, hoy Zapatero y sus sirvientes, que ha traicionado a Batasuna llevando a sus dirigentes a un proceso de diálogo para después encarcelarlos, ese mismo será quien un día traicionará a sus hermanos españoles. ¿O no lo está haciendo?
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