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domingo, 7 de octubre de 2007

Intelectuales Vascos y Posguerra II

Como lo prometimos ayer, aquí tienen la segunda parte del ensayo publicado en Revistas Culturales:

Intelectuales vascos de la posguerra

por Teresa Echenique Elizondo
Cuadernos de Alzate nº 36, Primer semestre 2007


Ya 1964 viene marcado por publicación de Harri eta Herri (Piedra y pueblo) de Gabriel Aresti (Bilbao 1933-Bilbao 1975), una de las figuras responsables del resurgimiento literario del vascuence junto a Jose Luis Alvarez Emparanza Txillardegi , Federico Krutwig Sagredo y Jon Mirande, como ha recordado recientemente Jon Juaristi [ 17 ] al hablar de otra figura de los años cincuenta, Alfonso Irigoyen, y recordar su asiduidad a la tertulia del bilbaíno café de La Concordia en los años sesenta, a la que concurrían el propio Aresti, San Juan y Blas de Otero, entre otros. Harri eta Herri de Aresti refleja el impacto producido por la industrialización, con la consiguiente llegada de campesinos castellanos, andaluces y ext reme ños a las ciudades y villas vascas (Bilbao, Eibar, San Sebastián, Rentería...), la creación del cinturón de chabolas en la margen izquierda del Nervión, con la consiguiente radicalización de las posiciones de la pequeña burguesía nacionalista, fenómeno estudiado como nadie por Jon Juaristi, con sus luces y sombras; a partir de entonces el modelo ilustrado de los Caballeritos de Azcoitia pierde vigencia y pasa a un plano minoritario, aunque, de una forma u otra, siempre ha estado presente en la vida del país.

Se podría decir que el final del período denominado posguerra viene marcado, en el terreno del euskera, por la unificación de la lengua, con la aparición del batua o lengua común en 1970 (gestado por acuerdo de los diversos sectores e instituciones vascas en 1968), en la que culminan inquietudes y anhelos anteriores; a partir de ahí y, claro está, tras la muerte de Franco, se entra ya en una era distinta.

Sobre la noción de vasco

Seguramente las ideas de Humboldt, con el romanticismo subyacente, la concepción de la lengua como creación colectiva (obra del Espíritu del pueblo), la recuperación del pasado de los pueblos, etc., fueron determinantes para provocar el resurgimiento de las señas de identidad y la delimitación de la dualidad euskera-castellano presente por doquier en la vida vasca de posguerra. Se llegó a generalizar, de este modo, la idea de que la lengua determina en alguna medida una forma de entender el mundo y que, a dos idiomas diferentes que, por añadidura, tienen origen y tipología tan diversa, debían corresponder dos cosmovisiones bien diferenciadas [ 18 ] . Las páginas de mayor relieve que se han escrito en al terreno de la Filología sobre esta cuestión florecieron en los años sesenta y setenta, fraguadas tras años de estudio y reflexión llenos de dificultad, de la pluma de Luis Michelena [ 19 ] . A partir del siglo XX, en el espacio vasco hay dos mundos separados por la lengua (la aparición del nacionalismo aranista no es ajena a ello, claro está), separación que se agudiza con la guerra y sus consecuencias de sobra conocidas, y se radicaliza en la posguerra, dando lugar a actitudes diferentes, algunas más extremas que otras, todas las cuales se han acompañadas de argumentaciones sesudas. Hay que tener presente, no obstante, que, en el terreno de la cultura, la cimentación de la Filología Vasca actual no se hizo sobre la base de los trabajos de Sabino Arana Goiri y sus partidarios, sino sobre el sólido fundamento de otros filólogos como Resurrección Mª de Azkue, primer director de Euskaltaindia-Academia de la Lengua Vasca , Arturo Campión o Julio de Urquijo e Ibarra, además de la Lingüística y Filología más internacionales; del saber, en suma. Sobre esta base se sustenta, también, la monumental obra de Luis Michelena-Koldo Mitxelena.

En puntos concretos que afectan a la discusión más o menos nuclear sobre lo que se entiende por vasco, conviene recordar que la cuestión de la territorialidad del País Vasco antes de la transición no estaba del todo clara, ni mucho menos aparecen ya estereotipadas determinadas posturas que hoy admiten estrecho margen de discusión fuera de planteamientos rígidamente etiquetados. José Miguel de Azaola, bilbaíno del grupo Alea (que reunía a escritores como Esteban Urquiaga Lauaxeta o Blas de Otero, como se ha apuntado más arriba) dice en 1973 [ 20 ] : "Y en cuanto a Navarra: esa provincia de fisonomía tan peculiar y de personalidad, sin disputa, tan vigorosa: desde ahora te adelanto, lector, mi opinión -que trataré de explicar con más detalle en páginas sucesivas-de que está llamada a conocer, unida a sus hermanas [Guipúzcoa, Álava y Vizcaya], un porvenir mucho más brillante y fecundo en el interior del conjunto vasco, que el que le espera si permanece separada de aquellas y fuera de este". Azaola no encuentra razones para no unir Navarra con Guipúzcoa, razones que serían más discutibles a la hora de articular un conjunto en el que Álava estuviera junto a Guipúzcoa, por ejemplo [ 21 ] . Sin duda, y Azaola también alude lógicamente ello, aunque con ciertos matices, la existencia también en Navarra de la lengua vasca justifica considerarla, así mismo, "vasca". Otro tanto sucede en el caso de Julio Caro Baroja, cuya condición de intelectual vasco no se cuestiona, que incluye permanentemente a Navarra como parte del mundo cultural vasco. En fin de cuentas en Navarra se publica, desde 1967, Fontes Linguae Vasconum , revista emblemática en su género.

La mención a Jorge de Oteiza (Orio 1908-San Sebastián 2003) como intelectual vasco está también justificada en el contexto descrito: artista con pretensiones intelectuales de altos vuelos, realmente tuvo una vida espléndida en experiencia y en contrastes. Ahora, su recuerdo se ve ilustrado por la aparición del libro de Pilar Muñoa Oteiza. La vida como experimento [ 22 ] , que es, al hilo de la biografía de Oteiza (1908-2003), un recorrido por la situación cultural del País Vasco, de España entera, así como también de parte de América (aunque en menor grado) especialmente en la posguerra. Bajo la discusión de qué es arte vasco resurge el problema de lo que se entiende o debe de ser entendido por "vasco". En Oteiza, que afirmó haber sabido lo que es ser vasco después de haber salido del país, se pueden rastrear, asegura Pilar Munoa, los ecos de doce lecciones impartidas por Ortega en la Cátedra Valdecilla de la Universidad Central en 1933 con el título "En torno a Galileo". Con Ortega precisamente, y con Zubiri, surge una filosofía pensada en castellano, que echó hondas raíces en los intelectuales de la posguerra.

Si en lo años 1940-50 se produce el desplazamiento del eje creativo de Bilbao a San Sebastián, para una época posterior dice Patxo Unzueta, en el epílogo a El Chimbo expiatorio [ 23 ] , que "la base social del radicalismo que está en trance de reinventar el nacionalismo" (o sea, ETA), predominantemente bilbaina en los sesenta, pasa a ser guipuzcoana, con el Gohierri como núcleo, en la década siguiente". Nuevo paso de Bizcaia a Gipuzkoa, pero con un matiz que es necesario subrayar: en Guipúzcoa no hay que inventar la lengua vasca, ni el mundo rural, como tuvo que hacer Sabino Arana y recuerda Juaristi, porque en Guipúzcoa el vasco, lo vasco, ha estado siempre ahí, con el euskera culto y el rural vivos (yo lo he conocido y vivido bien en mi infancia), con la excepción, relativa, de San Sebastián y ciertos núcleos de población en época veraniega, aunque solo superficialmente; y lo mismo sucede en una parte de Navarra. Lo dijo Caro Baroja: "Y, sin embargo, el vasco sigue ahí con su lengua, con sus peculiaridades de carácter, con sus enigmáticas sorpresas" [ 24 ] , subrayando que la conservación de su lengua es lo más peculiar del vasco [ 25 ] . Es cierto que Vizcaya y Guipúzcoa atraían contingentes selectos de veraneantes a sus costas, entre los que se contaba gran parte de la capa aristocrática; la cercanía de la no menos selecta costa francesa, con su casino (no olvidemos que el juego no estaba permitido entonces en el lado español), convertía a San Sebastián, donde por añadidura Franco pasaba el verano (en los últimos años sólo el mes de agosto), en lugar de encuentro cultural: teatro, música, cine, etc. Esta circunstancia creaba una doble faz de gran contraste: en verano la población se multiplicaba y lo vasco quedaba desbordado por la realidad numérica, sin que faltaran por ello manifestaciones de tinte popular euskérico muy apreciadas por los propios veraneantes; probablemente una población como Zarauz encierra muchas de las claves del pasado que explican circunstancias posteriores [ 26 ] . Ahora bien, en invierno se volvía a la situación más recoleta y propia de la época, y durante nueve meses la vida ciudadana volvía a verse impregnada de localismo, tanto en la capital como en las poblaciones costeras, con los matices propios de cada lugar, eso sí.

José de Arteche Aramburu (Azpeitia 1906-San Sebastián 1962)

En este vaivén se desarrolló la vida y obra de José de Arteche. Hasta hace apenas un año, el nombre de una de las figuras más sobresalientes de las letras vascas del siglo XX tenía escasa resonancia; pero, con motivo del centenario de su nacimiento en 2006, se han multiplicado los artículos (en euskera y castellano, dentro y también fuera del País Vasco) dedicados a su vida y obra [ 27 ] .

José de Arteche fue escritor prolífico de libros y publicaciones periódicas, a través de las cuales se puede seguir su trayectoria de hombre intelectualmente inquieto e interesado en las manifestaciones culturales de todo orden. Autodidacta, cultivó diferentes modos literarios, si bien todos ellos en prosa, y es evidente que Arteche fue un intelectual con vocación de erudito trabajador, de lo que da buena fe el epílogo que Santiago Aizarna ha puesto a la publicación de sus Obras escogidas [ 28 ] . Su circunstancia vital, sobre la que se ha hablado ya mucho en estos meses, que le produjo serios problemas y que, en fin de cuentas, se resume en una falta de control sobre su propio proyecto biográfico, fue acicate para la reflexión y la actividad literaria emanada de la necesidad de poner por escrito su amarga experiencia para, de este modo, ayudar a otros a comprender los beneficios de la concordia y a advertirnos a todos sobre la inutilidad de cualquier confrontación. Entre las circunstancias sociales que han colocado a José de Arteche en tan inesperada actualidad convendría destacar una por encima de todas las demás: su condición de escritor. Por fortuna para el mundo de la cultura, en el centenario de su nacimiento (2006) se ha recuperado la memoria histórica de un hombre de concordia y de un escritor de gran talla, a quien le unieron lazos de relación cordial con figuras como Ortega y Gasset o Marañón, ocasionalmente con Baroja o Unamuno.

Arteche responde al intelectual perfilado por Aranguren: el agente social que tiene como misión advertir de los peligros que nos acechan y señalar los caminos que deberíamos seguir [ 29 ] . Esta función moralizante es clarísima en el caso de Arteche, y la ejerció "con desesperada autenticidad,...sin reme dio, por inescrutable e inexorable decreto de Dios", como diría Ortega [ 30 ] .

José de Arteche es autor de obras autobiográficas que hoy revisten especial interés: El abrazo de los muertos (1970) (diario escrito durante la guerra, "deseo de paz ante una situación violenta", como ha escrito su biógrafo Antón Villanueva) y Un vasco en la posguerra. Diario 1939-1971 (1975), que el mismo Villanueva ha descrito como "lucha por la libertad de expresión". Ambos libros poseen una hondura vital de gran trascendencia, al tiempo que constituyen el exponente máximo de su condición de hombre de concordia, que le convierten en figura muy actual por su firme defensa de cualquier medida antes que el recurso a un enfrentamiento. Ambas obras, así como el Diario 1935-36 (de carácter más intimista), se han recogido en los dos tomos de sus Obras escogidas .

En la extensa arquitectura de permanente canto al País Vasco que es la obra artechiana, Gipuzkoa ocupa lugar preeminente. Muchas de sus páginas describen de manera emotiva las gentes sencillas del solar guipuzcoano, tan queridas para él y tan representativas de su obra; por otro lado, el sentimiento hondo de una tradición de la tierra que había generado frutos diametralmente opuestos, le condujo a escribir las biografías de paisanos ilustres: San Ignacio de Loyola, Elcano, Urdaneta o Legazpi frente a Lope de Aguirre, por otro (todas estas obras conocieron, por cierto, más de una edición en vida del autor, lo que habla por sí sólo del relieve intelectual que Arteche tuvo en su momento).

Según reflexión muy exacta de Santiago Aizarna [ 31 ] , José de Arteche se ha convertido en testigo fidedigno de una Guipúzcoa que ya no existe y ése es ahora su gran mérito: haber ido recogiendo con todo detalle, producto de enorme esfuerzo y tesón, la realidad por él vivida, realidad que ha sufrido una transformación profunda y radical en los últimos treinta años, por lo que su legado se ha convertido en testigo excepcional de su momento histórico.


NOTAS

[ 17 ] Jon Juaristi, Cambio de destino , pág. 51.

[ 18 ] El vasco, euskera o vascuence es una lengua preindoeuropea y, desde el punto de vista de los vínculos gramaticales, una lengua aislada en el conjunto de lenguas del mundo, en tanto el castellano es una modalidad románica surgida de la latinización de Hispania y vinculada a otras lenguas españolas como el catalán o el gallego y extrapeninsulares como el francés, italiano o rumano, por mencionar algunas de ellas.

[ 19 ] Muestra de ello puede considerarse la recopilación de gran parte de los artículos que constituyen su obra Lengua e historia , Madrid, Paraninfo, 1985.

[ 20 ] Vasconia y su destino, Madrid, Revista de Occidente, 1973, pág. 32.

[ 21 ] Dice Azaola en la pág. 307 de Vasconia y su destino :"Como puede verse, desde el punto de vista de la geografía física, se dan los mismos motivos para incluir a Navarra en la región vasca, que los existentes para incluir en ella a Álava; y tales motivos son aún más numerosos en el caso navarro que en el caso alavés, desde el punto de vista de la geografía humana".

[ 22 ] Véase la nota 8.

[ 23 ] "La lengua del patriota", en Jon Juaristi, El chimbo expiatorio , Bilbao, El Tilo, 1994 (1ª edición), pág. 339.

[ 24 ] Julio Caro Baroja, prólogo a Vasconiana (De Historia y Etnología), Madrid, Minotauro, 1957 (²1974, San Sebastián, Txertoa), pág. 9.

[ 25 ] En Estudios Vascos , San Sebastián, Txertoa, 1973, pág. 8.

[ 26 ] He vivido en primera persona todos estos contrastes, sobre los cuales está aún casi todo por contar.

[ 27 ] V. Mª Teresa Echenique, "Arteche: un escritor recuperado", en Cuadernos de Alzate 2006, págs. 5-20.

[ 28 ] Zarauz, Itxaropena, 2006.

[ 29 ] José Luis L. Aranguren, Memorias y esperanzas españolas , Madrid, Taurus, 1969.

[ 30 ] José Ortega y Gasset, "El intelectual y el otro", en Prólogo para alemanes , Madrid, Revista de Occidente, 1974, pág. 130.

[ 31 ] Fueron sus palabras en la mesa redonda del Curso de verano que la Universidad del País Vasco dedicó a conmemorar el centenario del nacimiento de José de Arteche (junto al de Ignacio Mª Barriola) en agosto de 2006.

Y mañana la tercera y última parte.

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