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jueves, 18 de octubre de 2007

El Renacimiento de Bilbao

Sergio Sarmiento es uno de esos juntaletras a sueldo de las grandes megacorporaciones, es por eso que nos causó extrañesa enterarnos que él era el autor de esta pieza acerca de Bilbao publicada en Reforma y compartida en Vascos México:

La nueva Bilbao

Sergio Sarmiento


"Lo que hicimos fue transformar las zonas problema en zonas de oportunidad".
Ibón Areso


La ciudad vasca de Bilbao enfrentó a principios de los años ochenta una situación verdaderamente dramática. Sus fuentes tradicionales de empleo -minas de hierro, siderurgia y astilleros- declinaban de manera acelerada como consecuencia de una caída en la demanda internacional y de un aumento en la competencia de nuevos países industrializados como Corea del sur.

El desempleo alcanzó el 30 por ciento de la población. La ciudad, tradicionalmente una de las más prósperas de España, parecía haber perdido la esperanza. A partir de los años noventa, sin embargo, se registró un acelerado proceso de transformación que le ha vuelto a dar prosperidad y confianza en sí misma.

Ibón Areso, teniente de alcalde de Bilbao, estuvo ayer en la Expo-Cihac en la Ciudad de México y participó en la XXVI Congreso Interamericano de la Industria de la Construcción. Hizo una presentación fascinante sobre la transformación de Bilbao que debería ser motivo de estudio en México y en otras ciudades del continente que sufren problemas de declinación urbana.

Las autoridades de Bilbao entendieron, para empezar, que era imposible seguir luchando contra lo inevitable. De nada servía subsidiar empresas declinantes con el fin de mantener empleos que ya no eran competitivos. La ciudad tenía que reinventarse a sí misma.

Y lo hizo a través de una transformación de fondo. Se construyó un puerto externo y las instalaciones industriales de la ría de Bilbao fueron trasladadas gradualmente. Se limpió la zona de astilleros y siderurgia en las márgenes. Algunos edificios del pasado industrial se conservaron, pero fueron transformados para uso público y de esparcimiento. Se crearon nuevas zonas verdes y se recuperó un viejo tranvía al cual se le dio una vía de paso exclusiva. Se hizo pasar la vía del tren que aislaba a la ciudad de la margen de la ría por debajo de la tierra. La vieja zona industrial y de astilleros se volvió peatonal y cultural. Una nueva zona residencial reemplazó a las viejas minas del monte de Miravilla.

La ciudad había vivido siempre con la espalda hacia la ría, porque en ella operaba la industria. Las aguas provenientes del río Nervión se encontraban sumamente contaminadas, tanto por los vertidos de las industrias como por las aguas residuales habitacionales. Y olían muy mal. "No teníamos un río -comenta Areso-. Teníamos una cloaca navegable".

La prioridad del ayuntamiento fue enfrentar el terrible desempleo de la ciudad, pero se entendió que la mejora ambiental era parte importante de este esfuerzo. Se colocaron filtros a los desagües y se revitalizó la vida vegetal y animal de las aguas. Hoy se puede pescar en unas aguas que anteriormente estaban muertas, aunque el costo de mil 200 millones de dólares fue enorme.

La ciudad apostó por una nueva vida cultural con una arquitectura de vanguardia. Invirtió 180 millones de dólares en llevar el Museo Guggenheim a la ciudad con un diseño espectacular de Frank Gehry. "Si le hubiéramos preguntado a los habitantes de la ciudad, seguramente nos hubieran dicho que no", rememora Areso. Pero el museo se convirtió en símbolo del renacimiento de Bilbao y ha tenido una rentabilidad enorme, si se considera el aumento de visitantes, el incremento en la actividad económica y los empleos que genera.

En parte por la influencia de Areso, arquitecto de profesión, la ciudad buscó proyectos notables realizados por creadores de gran renombre, muchos de ellos extranjeros. Además de Gehry, que hizo el Guggenheim, el nuevo aeropuerto fue diseñado por Santiago Calatrava y el hotel Sheraton por el mexicano Ricardo Legorreta. Otras obras de arquitectos relevantes han surgido por doquier en Bilbao.

En poco más de una década, la vieja urbe industrial se ha convertido en una ciudad vital y turística. Antes un destino rehuido por los viajeros, hoy Bilbao recibe a más de un millón de visitantes y más de 80 congresos al año. Incluso los cruceros se detienen en su puerto para permitir a los turistas conocer su rejuvenecido casco histórico y su maravilloso museo.

¿Cómo se financió este renacimiento de una ciudad que parecía condenada a la muerte? Con inteligencia. El gobierno de la ciudad impulsó el plan, pero los recursos provinieron no sólo del ayuntamiento sino de la región autonómica, del gobierno nacional y de la Unión Europea. Se cobró no sólo el agua sino por el desagüe para financiar la limpieza ambiental. Se financió el tranvía con préstamos basados en los ingresos por pasajes. Se dieron facilidades también para la inversión privada.

¿Se puede hacer esto en México? Claro que sí. Sólo se requiere actuar con inteligencia. Quizá en vez de dar subsidios, deberíamos cobrar lo necesario por los servicios para financiar el futuro de la ciudad.


Por cierto, como apunte al calce, Ricardo Legorreta es un mexicano de ascendencia vasca.

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