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lunes, 13 de febrero de 2006

Los Papeles Vascos Secuestrados en Salamanca

Este artículo acerca del asunto de otro de los capítulos abiertos durante el régimen de Francisco Franco que no ha logrado cerrar el régimen de Juan Carlos Borbón es el de los papeles incautados durante el levantamiento fascista, el mismo ha sido publicado en Deia y compartido en Vascos México:

¿Los "papeles"? ¡Lleváoslos ya!

El Archivo General de la Guerra Civil Española alberga los documentos, privados y públicos, incautados por el Ejército franquista durante la contienda; para poder acceder a ellos es necesario cumplir una serie de trámites que no entrañan mucha dificultad pero que por contra, sí aportan una importante información que va más allá de lo material y se acerca a lo entrañable.

Alain Laiseka | Salamanca

Ajenos a la polémica, los DOCUMENTOS VASCOS descansan en un sótano del ARCHIVO DE SALAMANCA, separados del público por un permiso ministerial que se expide desde MADRID El hotel Condal, el pleno centro de Salamanca, es una tentación. Un caramelo a la puerta de un colegio. Una invitación, maliciosa si se quiere, a entrar y soltar: ¿Dónde queda el Archivo de la Guerra Civil? La pregunta, que quemaba en la lengua tanto como el café con leche que ahora se templa en la barra, se pasea desafiante por la casi deshabitada cafetería. En la estantería, junto a las botellas de licor, Eto’o y Ronaldinho sonríen, para más regocijo, apoyados en un escudo del Barça. «¿El archivo donde estaban los papeles que se han llevado?». Otra pregunta, más ronca, más corpulenta, se zampa a la primera y hace tambalear la taza que se asoma ya a los labios. El camarero, salmantino, responde entre sarcástico e ignorante: «Todo recto por aquella calle de allí hasta la catedral y ahí al lado lo tenéis. Pero bueno, que allí no queda nada; se han llevado todo». El camarero obvia que todavía quedan en el archivo, pendientes de regresar a Euskadi, los documentos incautados por el Ejército franquista en Euskal Herria.

El breve recorrido hasta el archivo -apenas 10 minutos a pie separan la plaza Santa Eulalia, donde se encuentra el hotel, de la catedral- discurre por una ancha calle peatonal que desemboca en la Plaza Mayor. Allí se ubica el ayuntamiento de la ciudad, que expresa, claro y contundente, su postura ante la devolución de los documentos creados por la Generalitat durante la Guerra Civil y que han permanecido en el archivo de la ciudad hasta hace apenas un mes. Por si a alguien le quedara alguna duda, el alcalde de Salamanca, Julián Lanzarote, no está de acuerdo, por decirlo de un forma sutil, con esa decisión, y advierte: "Venceréis, pero no convenceréis". Es el lema de la plataforma "Por la Unidad del Archivo", que impulsada por el propio ayuntamiento salmantino, puso todas las medios posibles para que los papeles catalanes no saliesen de la ciudad.

Montserrat en Salamanca

El edificio de tres alturas se esconde tras la monumental catedral, en la estrecha calle Gibraltar. No parece ningún fortín, ni un santuario estilo Lourdes, ni Montserrat, el enclave sagrado más emblemático de Catalunya, pese a que, según explican en la oficina de turismo cercana al archivo, «desde que ha empezado todo este lío mucha gente pregunta por él. Aunque hay de todo, la mayoría son catalanes que quieren ver el fondo documental. Pero les explicamos que no pueden acceder a él, que lo único que se puede ver en el archivo es la exposición permanente sobre la Logia masónica», dice una de las chicas de atención al público, que muestra su extrañeza, casi enfado, casi frustración, por lo que considera un menosprecio a los otros puntos de interés de la ciudad, que son multitud.

La todavía residencia de los documentos, privados y públicos, que el Ejército franquista expolió durante la Guerra del 36 a medida que iba tomando los pueblos y ciudades de Euskal Herria, saluda al visitante con otro guiño a la reivindicación, algo más espinosa que la de los "papeles". Una versión del "Guernica" formada por decenas de diminutas fotografías de la Guerra Civil que dan forma a la obra de Picasso y que fue realizado por Robert Silvers en 2001, forma parte de una pequeña muestra en la que destacan varios objetos de la contienda bélica, así como imágenes y carteles de la época. Junto a la Logia masónica, que posee materiales originales, es lo único que puede visitar el turista o el curioso. Los famosos "papeles", el fondo documental que alberga el Archivo General de la Guerra Civil Española, sólo están al alcance de los investigadores o todo aquél que consiga acreditarse o lo que se llama en la jerga cotidiana: "Acceso libre y gratuito al archivo, con las condiciones establecidas por la normativa vigente".

Tres archiveros guardan una discreta puerta tras la que se esconden pedacitos de historia cobijados en cajas de cartón. En la alargada y calurosa sala, dos investigadores viajan en el tiempo frente a sendos libros visiblemente gastados. «¿La Guía de Fondos Vascos? Sí, aquí tenéis», indica amablemente uno de los archiveros. Da un paso largo que le sitúa frente a la única estantería y estira el brazo.

De entre la hilera de libros adormecidos, cobra vida un volumen de pasta gruesa de color azul y lomo de tela verde. «¿A qué venís?, ¿a por los papeles? ¡Lleváoslos ya!». Seco y tajante, el comentario de uno de los investigadores ha elevado la temperatura y la tensión en la sala. El archivero ha sonreído entre dientes. No le ha hecho mucho caso y ha abierto la guía por su primera página para explicar la forma de moverse, sin llegar a exasperarse, por el laberinto de números de cajas y legajos y breves descripciones de las que se compone el libro.

El acceso a los documentos para un investigador no ofrece dificultades. Sólo hay que solicitar a los silenciosos archiveros el ejemplar que se desea consultar y ellos facilitan bien el documento o, si está microfilmado, la película correspondiente. De ahí se pueden sacar reproducciones en fotocopia o en microfilm. También se pueden reproducir registros de bases de datos. Acceder al archivo en sí, para sacar fotos por ejemplo de alguno de los "papeles", sí entraña más dificultad. Nadie puede hacerlo sin el permiso explícito del Ministerio español de Cultura. La autoridad del director del Archivo y de la subdirectora sólo llega hasta permitir la entrada al archivo sin que sea posible mover ninguna de las cajas de la estantería.

«Bueno, gero arte». El investigador cortante del principio se dispone a abandonar la sala. Es un historiador donostiarra que lleva una semana en Salamanca. Está especialmente interesado en los documentos masónicos que posee el archivo. «¿Habéis venido a ver los papeles? Son interesantes. ¿Cuánto os vais a quedar, un mes o así?», pregunta y aparta de un plumazo la impresión temerosa del principio. «¿Un día?», dice sorprendido antes de girarse y despedirse de nuevo. «Agur».

El permiso para pasar a fotografiar las cajas se resiste. La subdirectora ha olvidado notificarlo a los archiveros y éstos, lógicamente, no pueden permitir al fotógrafo descender al sótano.

Uno de los investigadores comenta que «es lógico». Hace ver que los archiveros actúan conforme a las órdenes de Madrid, y que el tema no está para andarse con bromas. Dice también que la cosa en el seno del PSOE tampoco es que esté muy clara, que la mitad del partido no está muy de acuerdo con la devolución de los papeles y que... Guarda silencio y se enfrasca de nuevo en sus documentos. El permiso de la subdirectora llega vía telefónica. «Sólo una foto al pasillo de las estanterías», son sus órdenes. No se puede sacar ninguna caja.

Para ello hace falta la citada autorización del Ministerio, algo que según parece no es difícil conseguir.

Siempre bajo la atenta mirada de un archivero, asoman detrás de la discreta puerta unas escaleras que dirigen los pasos al sótano. Quien más quien menos, se imagina que los "papeles" son conservados en habitaciones grandes y oscuras donde, en infinitas hileras de estanterías de madera, reposan las cajas cubiertas por una gruesa capa de polvo. El desencanto se abre paso tras dos puertas metálicas: una habitación pequeña y austera; un estrecho pasillo con media docena de estanterías metálicas movibles a los lados, y pequeñas cajas perfectamente conservadas y limpias. Nada más.

Si fuese una mina, no sería de carbón, si no de alguna piedra preciosa: rubí, zafiro, esmeralda, diamante... El fondo documental del Archivo de Salamanca, concretamente, los fondos de Bilbao, Santander y Barcelona, que son los que reclama Euskadi al Gobierno español, consta de cuatrocientas cajas llenas de documentos como facturas, notificaciones, documentación de gudaris, partes de guerra, cartas particulares de José Antonio Agirre, Irujo...

Entre una montaña de oficialidad la descripción de un legajo de la caja 5 llama especialmente la atención: "Correspondencia particular de niños vascos refugiados en la U. R. S. S.". Está compuesta de unos trescientos folios y son cartas escritas de puño y letra por los niños vascos exiliados durante la guerra. En ellas explican a sus familiares dónde se encuentran -"Las camas aquí son de hierro, como las de los hospitales"-; qué comen -"Nos han dado pan con leche"-; o cómo pasan el tiempo -"Después de cenar nos han puesto una película en ruso"-.

Las cartas son de las Adanez-Duruelo, Echarri-Iturbe, Lacunza-Puy y Rincón-Yenes. Un reposado repaso por esa caligrafía infantil, llena de curvas y líneas serpenteantes, devuelve a la cuestión de la polémica: ¿puede alguien decir a alguna de esas familias que lo que allí está escrito no les pertenece?

Entre los documentos también hay un "Informe de la Sociedad de Estudios Vascos Sobre la Bandera Vasca". Fechado en Donostia el 10 de setiembre de 1931, el análisis constata que "no existe un emblema o bandera que haya representado al País Vasco en su pasada historia, del mismo modo que las banderas de todos los países son relativamente modernas; pero el uso generalizado de la actual bandera ya conocida como vasca que ha ondeado recientemente en los edificios de muchas corporaciones oficiales de nuestro País Vasco, como también en tiempos anteriores en el País Vasco-Francés y aún en ceremonias francesas de carácter militar, del mismo modo que se ha ostentado como representación vasca y en distintas épocas en varias ciudades españolas y por las colonias vascas de América, permite asegurar que dicha exhibición no puede suponer en nuestros días idea alguna partidista, sino una expresión de la unidad espiritual de los vascos, que debe estar por encimas de todas las suspicacias".

Entre los "papeles" se encuentran partes oficiales de batalla del Servicio de Información de la Radio Telegráfica, Radiotelefonía y de Prensa de la presidencia de Euzkadi.

También destaca una carta de felicitación que data del 10 de junio de 1935, en la que Fernando Martín Sánchez Juliá felicita a José Antonio Agirre por el nacimiento de su primogénita.

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