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martes, 14 de octubre de 2025

Naima la Exploradora

Este artículo que les presentamos a continuación y que traemos a ustedes desde el portal denominado Zenda nos lleva de regreso al archipiélago de Svalbard y la muy particular toponimia que ahí se puede encontrar. Además, el texto contiene una muy bonita sorpresa con respecto a lo que es tener la identidad vasca.

Adelante con la lectura:


Qué es un vasco

Ander Izagirre

En julio de 2018 dio muchas vueltas el tuit de un navegante vasco desde Groenlandia: “Todavía no nos lo podemos creer. Hemos visto arder el hielo”. Lo mostraba en un vídeo: al extraer bloques de tierra congelada del fondo marino, el metano atrapado se liberaba y el hielo ardía. Este mensaje, y otros que hablaban de corrientes oceánicas, fósiles marinos, osos polares y auroras boreales, salían de una cuenta anónima (@Artikoan) que tuiteaba en euskera.

Varios medios le pidieron entrevistas pero tardó en concederlas. “Yo publicaba en Twitter sin nombre ni foto, porque pensaba que si la gente me veía, no me tomaría en serio”, me explicó en una videoconferencia desde Tromsø, en la Laponia noruega. “Es que mírame”, me dijo. Y yo la miré: era una mujer joven, de pelo rizado y piel oscura. “Me llamo Naima el Bani Altuna. Ya ves que tengo rasgos árabes. Mi padre es marroquí, mi madre vasca. Cuando empecé a tuitear, tenía 24 años. La investigación oceánica es un ámbito muy masculino, de hombres blancos, y yo a veces me sentía fuera de lugar en las expediciones, en el laboratorio o dando clases en una universidad noruega, donde no se esperaban a alguien como yo y me costaba hacerme un sitio…”.

En Bilbao le preguntan a menudo de dónde es. “¿Yo? De aquí, de Bilbao”. Ya, pero cuál es tu origen, de dónde has venido, cómo es que hablas tan bien euskera. “¡Es que soy vasca! Muchos tenemos padres y madres que llegaron de otras partes. Hemos nacido aquí, hemos estudiado aquí, hablamos la lengua de aquí, somos de aquí”. Naima el Bani ha seguido una carrera académica, ha investigado en universidades del País Vasco, Francia, Canadá y Noruega, emprende expediciones oceanográficas por el Ártico, y nunca olvida el privilegio de tener un pasaporte que abre fronteras: “Lo tengo porque mi padre emigró, la gran aventura fue la suya, no la mía. Mis primos marroquíes nunca han podido viajar ni estudiar, ni siquiera pueden venir a visitarnos a Bilbao, esa desigualdad de oportunidades es terriblemente injusta”.

Mientras navegaban cerca de las islas Svalbard, en pleno Ártico, Naima el Bani  vio un glaciar y fue corriendo adonde sus colegas para pedirles que le sacaran una foto. Le preguntaron por qué se había emocionado tanto. “Porque aquel glaciar es el Biscayarfonna, el glaciar de los vizcaínos”. Les contó que hace cuatrocientos años los vascos navegaban cuatro mil kilómetros en sus barcos de madera hasta estos parajes congelados, para cazar ballenas, y que quedaron algunos topónimos. Cuando sus compañeros de expedición internacional le preguntaron qué era un vasco, esta mujer de 24 años, piel oscura, pelo rizado, geóloga, paleoceanógrafa, navegante, llamada Naima el Bani Altuna, les dijo: yo.

 

 

 

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