Esta Editorial de Naiz hace cera y pabilo de los jeltzales y sus compinches sociatas tras sus más que vergonzantes declaraciones con respecto a la violenta incursión de la Falange en Gasteiz, incursión acompañada en todo momento por la Ertzaintza, así como las referentes a las movilizaciones en favor del pueblo palestino.
Adelante con la lectura:
Es preocupante el nivel de desconexión con la sociedad y la falta de acierto de los dirigentes del PNV. Para salvaguardar sus intereses de partido, son capaces de perjudicar los comunes. Esto se les vuelve en contra, y eso les enfurece. Rara vez hacen autocrítica, por lo que repiten la jugada con el mismo o peor resultado. Una y otra vez, como se ha visto esta semana.
PNV y PSE no son partidos cuáqueros
Los cuáqueros son comunidades cristianas protestantes conocidas por su compromiso con la paz y la austeridad. Nadie cree que esos sean los principios que guían al PNV y al PSE. A fuerza de situar sus edades de oro en los pactos «antiterroristas», esos partidos han hecho del orden y del inmovilismo su principal bandera. Solo así se entiende que pacten con el PP para no hacerlo con EH Bildu. Añoran marginar con argumentos moralistas al soberanismo de izquierdas.
La proposición no de ley presentada por PNV y PSE sobre los incidentes con la Falange del 12 de octubre, que en palabras de sus portavoces pretende que EH Bildu no se vaya «de rositas» con «malabarismos», refleja a la perfección la mentalidad de la coalición de gobierno. Su obsesión con EH Bildu los convierte en reaccionarios y nostálgicos de esos pactos.
También refleja su desconexión con la mayoría social vasca. Si en este país a la gente le fuerzas a elegir entre Falange y EH Bildu, deberías saber lo que te va a responder. ¿Dónde te sitúa eso? Por no hablar de la Ertzaintza, a la que todo el mundo ha visto proteger a los fascistas y reprimir a quienes se les enfrentaron. Es terrible la falta de profesionalidad de ese cuerpo, que no es capaz de hacer un operativo sin provocar sin justificación heridos graves. Si algo de estos días retrotrae al pasado, es la actuación policial.
Quizás Israel «no nos mira», pero la ONU sí
A las pocas horas de que más de 100.000 personas saliesen a las calles de Hego Euskal Herria para apoyar la causa palestina, Aitor Esteban se veía obligado a admitir que la jornada de paro era «motivo de orgullo», pero matizaba que «por hacer una huelga no vamos a lograr antes una paz sólida». «No creo que Israel nos esté mirando», sentenciaba.
Quienes si están mirando las violaciones de derechos humanos y del derecho internacional son entidades como Amnistía Internacional o la ONU, cuya relatora para Palestina, Francesca Albanese, ha censurado el proyecto de tren ligero que la empresa vasca CAF –participada por el Gobierno de Lakua– está construyendo en territorios ocupados por Israel.
A algunos partidos les costó pronunciar la palabra genocidio, pero esta no borra otra: apartheid. La lucha por la justicia y el fin de la ocupación de Palestina se basa en que cada cual haga lo que le corresponde. Mientras la sociedad vasca asume su papel, algunos dirigentes se ponen de lado; o del lado equivocado.
Autocomplacencia y negacionismo
La despedida de Eneko Goia es otro buen ejemplo de cómo negando todo se termina por no comprender nada. Parecería que su discurso lo hizo la empresa que hizo el de CAF sobre Palestina: excusas, mala elección de argumentos y ninguna rendición de cuentas. Y un orgullo muy mal gestionado.
Plantear la turistificación y la vivienda como problemas ajenos al gobierno es ridículo. Ese ha sido su modelo de ciudad. Su inacción, cuando no la colusión con empresas e intereses privados, ha provocado una deriva urbanística que las y los donostiarras ven con lógica angustia, y que ofrece lecciones que todo municipio debería examinar.
Quienes deberían analizar todo esto en serio son los dirigentes del PNV, si quieren dejar de repetir un ruinoso patrón que rebaja el potencial social del país.
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