Aunque usted no lo crea, Iñigo Urkullu ha logrado levantar pasiones, sí, lo leyó usted bien.
Ha hecho enojar a tirios y a troyanos, especialmente a los tirios, quienes desde sus trincheras en el PSOE y en el PP han lanzado todo tipo de dardos en contra de Urkullu quien, por primera vez, pareciera comulgar plenamente con Juan José Ibarretxe.
Y pues bueno, para tratar de explicar el entuerto, traemos a ustedes este artículo de El Diario en el que por cierto viene una perla muy particular, esa que nos dice que Araba no fue considerada por el franquismo como "provincia traidora", para aquellos que no entiendan que los crímenes de lesa humanidad cometidos por los sublevados en la Zona Especial Norte se trató en el fondo de los españolistas castigando a los vascos por la osadía de pretender mayor soberanía o, peor aún, independencia con respecto a la metrópoli y para nada se trata de "un enfretamiento fraticida entre españoles".
Adelante entonces con la lectura:
¿Cómo eran los fueros vascos de 1839 a los que quiere “retornar” Urkullu? ¿Era una nación “soberana”?
El lehendakari ha levantado polvareda con su propuesta para blindar las competencias vascas del siglo XXI mirando al XIX y cinco expertos ponen contexto al debate político para elDiario.es
Iker Rioja AnduezaEste jueves, el Parlamento Vasco estrenó curso político con el tradicional pleno de política general. Mucho se había hablado en los días y semanas previos sobre el regreso del debate de la reforma del Estatuto de Gernika, de 1979 y el único de España en no haber sido modificado con el gallego. Y el lehendakari, Iñigo Urkullu, no rehuyó el asunto en su alocución. En puridad, no propuso nada diferente -quiere completar primero las competencias pendientes desde hace más de cuatro décadas y después ganar en autogobierno con un pacto con el Estado- pero sí introdujo una reflexión que ha levantado polvareda. El nuevo encaje vasco en España debería suponer la “reintegración foral plena”, es decir, “retornar a la soberanía anterior a 1839”.
Dos apuntes históricos. Uno: En 1839, tras el conocido como Abrazo de Vergara que puso fin a la primera guerra carlista, la Corona aprobó el 25 de octubre -el mismo día en que se votó el Estatuto y en que Juan José Ibarretxe quiso votar su plan- una Ley de Confirmación de Fueros. El breve documento reconocía las prerrogativas de las entonces conocidas como “provincias vascongadas” aunque dentro del marco de la monarquía constitucional. Y dos: En 1876, al término de la tercera guerra carlista, el presidente Cánovas del Castillo avanzó en la uniformidad del Estado y eliminó las exenciones fiscales de las provincias vascas, entre otros fueros, creando el todavía vigente Concierto Económico. Esta autonomía financiera sobrevivió en el franquismo porque el régimen lo mantuvo en Álava al no ser considerada “traidora” en la Guerra Civil.
Tras el pleno, los titulares pronto empezaron a recoger la alusión histórica de Urkullu. La oposición caminó entre la ironía de PP+Cs (Carlos Iturgaiz bromeó que el lehendakari había comparecido con “txapela carlista”) y la pregunta de EH Bildu de si la recuperación de los fueros, traducida al castellano del siglo XXI, era para el PNV un sinónimo de “Estado vasco”. Pero sobre todo abrió una grieta entre los nacionalistas y el PSE-EE, que forma parte de la coalición de Gobierno en Euskadi. “Nuestra referencia nunca va a ser el siglo XIX. Nuestra referencia siempre será el XXI”, le espetó en la propia Cámara el portavoz socialista, Eneko Andueza. Horas después, la secretaria general y vicelehendakari, Idoia Mendia, en la presentación de una campaña contra la brecha salarial, se preguntó si un Ejecutivo que persigue objetivos como la igualdad de mujeres y hombres puede mirar al siglo XIX. El portavoz del PNV, Joseba Egibar, terció al afirmar que el partido fundado por Sabino Arana en 1895 es precisamente producto de esa reivindicación de la foralidad. Su lema es todavía hoy “Jaun-Goikua eta Lagi-Zarra” (Dios y Ley Vieja), cuyas siglas son JEL, el origen de la expresión ‘jeltzale’ (seguidor de JEL).
En apenas 24 horas, el lehendakari se vio forzado a explicarse dos veces. La primera fue en la propia Cámara. El debate tuvo dos sesiones, una matinal y otra vespertina. En la parada para comer, Urkullu aprovechó para compartir unos ‘pintxos’ con sus asesores y para conversar con más personas de confianza. Después, un tanto molesto, quiso insistir en que sus referencias históricas no son aleatorias ni folclóricas. Dijo que los derechos históricos -es decir, los fueros- forman parte de la Constitución y del Estatuto. “Así está recogido en la disposición adicional segunda de la Constitución. ¿Qué problema hay?”, lanzó. Y la segunda reflexión la hizo a través de su Facebook, donde mostró su desazón por el “rechazo inmediato” a su idea.
¿En qué consiste? Lo que desea el PNV es un modelo actualizado del conocido como “pase foral”, que en aquella éopca permitía no aplicar las disposiciones del Estado contrarias a los fueros. El partido ya ha explicitado que persigue un blindaje de las competencias y que las disputas no las dirima el Tribunal Constitucional, al que ven como una suerte de árbitro comprado. En suma, se trata de llevar a la político el Concierto Económico. Cualquier cambio en el régimen financiero se pacta de modo bilateral y existe la Junta Arbitral del Concierto Económico para las desavenencias. En el mismo pleno de años anteriores Urkullu ha acuñado términos como “nación foral” o “confederación”.
Sin embargo, la mención a 1839 ha abierto una apasionada disputa a medio camino entre lo político, lo histórico y lo jurídico. Antonio Rivera, catedrático de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), sostiene que el nacionalismo parte de una doble premisa falsa. La primera, que antes de 1839 el pueblo vasco era “soberano”. La segunda, que en aquel momento se derogaran los fueros, ya que se promulgó una norma “confirmatoria”. Rivera ve “absurdo” pensar que aquel modelo era ejemplar cuando “ahora hay ciudadanos con derechos y entonces había súbditos”. Y también remarca que entre 1839 y 1876 hubo una “foralidad insultante”. “Las elites vascas se entendían con los moderados isabelinos. Coincidían en la importancia del orden, la ley y la religión. 1839 se celebró en las provincias vascongadas”, señala. En efecto, se conserva un cartel de los “festejos públicos” de los días 3, 4, 5 y 6 de noviembre de 1839 en el señorío de Vizcaya. Incluyeron fuegos artificiales, corridas de toros, “fuentes de vino” y hasta “baile de etiqueta en el teatro”. Se conmemoraba “el grato acontecimiento de la confirmación de los fueros, que asegura la paz y felicidad de las provincias vascongadas y Navarra” sin atisbo de furia por la pérdida de la soberanía.
Por el contrario, el también catedrático Juanjo Álvarez sí ve acertada la propuesta de Urkullu. “Creo que la derogación foral provocó la ruptura unilateral de un pacto ancestral y estoy convencido de que la herida que abrió no se ha cerrado aún del todo. Desde entonces, y de modo constante, se reclamó en el país la restauración foral plena. Pues el pueblo vasco no ha renunciado jamás a sus derechos históricos, derivados de los fueros, como expresión de su constante deseo de autogobierno. Considero que la formulación de la idea de ‘Concierto político’ para acceder a la situación anterior a la de 1839 no me parece desacertada y es constitucionalmente viable”, detalla Álvarez. Y se pregunta: “¿Estamos dispuestos a denostarlo tan sólo por el hecho de referenciarlo al siglo XIX? ¿Qué lógica tiene el que se pretenda ridiculizar o despreciar?”. “Pactar la modernización de esa forma de relación bilateral que simbolizan nuestros derechos históricos y nuestra singularidad es el motor que ha de permitir avanzar en esta senda sin romper el pacto constitucional”, concluye.
En la misma línea se expresa el filósofo Daniel Innerarity: “Es una referencia histórica de engarce con una institución estimada por todos los vascos, no una vuelta atrás hacia una situación que evidentemente no se puede repetir. Quienes le acusan de volver a no sé qué siglo y de no tener en cuenta los problemas del siglo XXI parecen no tener en cuenta que el Concierto Económico también es antiguo y ultramoderno y muy eficaz para resolver problemas en el siglo XXI”. Insiste en que lo que se busca rescatar es una “metodología” de pacto entre Euskadi y el Estado, “con un sistema de arbitraje y resolución de conflictos que no esté sometido al poder de una de las partes”. “Es trasladar la lógica del Concierto Económico a las cuestiones políticas y tiene encaje constitucional. Sería simplemente tener un poco de imaginación jurídica. Es mucho más constitucional que dejar las competencias reconocidas sin traspasar simplemente porque una de las partes no tiene voluntad política de hacerlo”, añade. “Y no nos engañemos, no hay ninguna propuesta mejor que la del lehendakari. No hay nadie de los que la han criticado que haya puesto sobre la mesa otra salvo la genérica del Estado vasco o la simple continuidad de lo que tenemos, que ha tenido muchos problemas en el desarrollo estatutario”, remacha Innerarity.
Arantxa Elizondo, profesora de la UPV/EHU, considera “inadecuada” la “referencia histórica a la situación anterior a 1839”. “Nos está remontando al Antiguo Régimen. No creo que sea algo como para ser reivindicado en 2021. Si queremos ser un país con altos niveles de igualdad de género, por ejemplo, esta referencia es bastante extraña”, entiende quien participó en la comisión de expertos para la reforma del Estatuto en la pasada legislatura, un proceso que quedó en ‘stand by’. Con ella, intervino también Jaime Ignacio del Burgo, veterano político navarro que participó igualmente en el diseño del encaje de la foralidad en la legislatura constituyente. En su caso, insiste mucho que “no había ninguna nación soberana en 1839” a la volver y que los fueros eran “del señorío de Vizcaya y de las provincias de Guipúzcoa y Álava”. “El País Vasco como tal no existía. El Estatuto es el que da al País Vasco una unidad política que no tenía. Ahí se recoge la expresión Euskal Herria, por ejemplo. Jamás había tenido el País Vasco un régimen de autogobierno y autonomía como el que tiene ahora, y es gracias a la Constitución y al Estatuto”, asevera.
Del Burgo recuerda como, en los debates de la constitución, el PNV planteó una enmienda sobre la restitución foral diferente al texto que fue finalmente aceptado y que reivindica Urkullu.“Pedían primero que se restablecieran los regímenes forales y luego ya que se decidiría la posible unión de los territorios [en una comunidad autónoma], incluida Navarra. No fue aceptada porque reclamaban en ella un pacto directo con la Corona, como en el pasado, y esto era una monarquía parlamentaria”, señala. De esos mismos debates surgió la conocida disposición transitoria cuarta de la ‘carta magna’ que habilita la unión de Navarra a una comunidad autónoma vasca. Para Del Burgo, impulsor de ese artículo, es una “garantía” de que Navarra será lo que quieran los navarros en referéndum como expresión, precisamente, de su foralidad como territorio histórico.
Los fueros, en todo caso, están muy presentes en el día a día de Euskadi. Las diputaciones son “forales” y no “provinciales”, como en el resto de España. Y Navarra es comunidad “foral” y no autónoma. Existen las Haciendas propias de Bizkaia, Gipuzkoa y Álava y las residencias de mayores, por ejemplo, son competencia foral, como las carreteras. Álava incluso mantiene un cuerpo de Policía propio, aunque ahora adscrito a la Ertzaintza. Son los Miñones. Mas, si la ley de 1839 era “confirmatoria” de los fueros, ¿por qué la Constitución de 1978 la deroga “en tanto en cuanto pudiera conservar alguna vigencia” para recuperar la foralidad? Y si la puntilla definitiva de la foralidad se produjo en 1876 con la imposición por parte de Cánovas del Castillo del Concierto Económico, ¿por qué se esgrime este sistema de financiación con gran bandera de la singularidad de los territorios vascos?
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