Para saber un poco más acerca de Irueña, la capital de todos los vascos, su complicado devenir a lo largo de la historia en una Europa con clara inclinación a los conflictos, traemos a ustedes este texto desde las páginas de Naiz:
La Navarrería de Iruñea empezaba a resurgir de sus cenizas hace 700 años
Pello GuerraHace 700 años comenzaban las obras de reconstrucción de la Navarrería de Iruñea, arrasada durante la guerra entre los burgos de 1276 y en cuyos terrenos la Corona había prohibido edificar durante 45 años. La actual configuración urbana de la zona data de esa época.
En el año 1321, hace siete siglos, comenzaba la reconstrucción de la Navarrería, que había resultado arrasada durante la guerra de los burgos de 1276. Ese conflicto había terminado con el ejército enviado por los reyes de Nafarroa, Juana I y Felipe el Hermoso, que además, y principalmente, eran soberanos de Francia, asolando la Navarrería a sangre y fuego, y reduciéndola a cenizas.
Solo se salvaron de la destrucción la catedral y varias iglesias, aunque también fueron asaltadas y expoliadas, con los canónigos desnudados y llevados presos con las manos atadas a la espalda por las tropas reales.
En el resto de lo que había sido la Navarrería, «podríais cortar hierba y sembrar trigo», según recogió el poeta Guillermo Anelier, testigo presencial de la guerra, en su crónica sobre ese conflicto.
Durante más de 40 años, la desolación más absoluta reinó en lo que había sido el solar original de la ciudad, hasta que entró en escena Arnalt de Barbazán, que fue nombrado obispo de Iruñea el 12 de enero de 1318. A partir de ese momento, el prelado iba a intentar revertir esa situación, para lo que buscó un acuerdo con la Corona.
Para entonces, el cetro real navarro había cambiado de manos. Los reyes Juana I y Felipe el Hermoso habían fallecido, al igual que su heredero Luis, apodado el Hutín y que construyó la fortaleza que dio nombre a la plaza del Castillo de Iruñea.
A la muerte de Luis, ocurrida el 5 de junio de 1316, le tenía que haber sucedido su hija Juana II como reina de Nafarroa, pero un hermano del difunto, Felipe, lo impidió y, contra el derecho navarro, se proclamó soberano de Francia y del reino pirenaico.
El nuevo monarca no acudió a Iruñea a ser coronado soberano y para guardar las formas, desde Nafarroa, se decidió enviar una comisión a París para que rey y reino se juraran mutua fidelidad. Barbazán aprovechó la oportunidad para buscar una concordia entre la Iglesia navarra y la Corona, y lo consiguió.
En octubre de 1319, ambas partes firmaron un nuevo concordato, en virtud del cual el rey pasaba a ser el dueño absoluto de Iruñea, algo que ya sucedía en la práctica, y recibiría las rentas de sus burgos que antes percibía la Iglesia, que había gozado de un dominio teocrático sobre la ciudad hasta la guerra de 1276.
A cambio, la Iglesia mantenía sus propiedades en la ciudad y era compensada con una renta de 500 libras anuales. Además, el rey se comprometía a emprender inmediatamente la reconstrucción de la Navarrería.
La tarea era ardua, ya que solo se habían salvado de la destrucción la catedral, que mantuvo su actividad e incluso empezó la construcción de su claustro gótico, el hospital de San Miguel, las iglesias de San Prudencio, Santa Cecilia y San Tirso, los palacios catedralicios y alguna construcción civil, además de algunas partes de la muralla, según recoge el arquitecto Rafael Arrizabalaga en un trabajo publicado por la revista ‘Príncipe de Viana’.
Para acometerla, se nombraron dos comisionados reales: Jimeno Martínez, clérigo de la iglesia de Baigorri, y Pedro López de Tajonar. Su tarea consistió en entregar parcelas homogéneas a los nuevos pobladores.
Como prácticamente se partía de cero, se fijaron las pautas para la urbanización de una zona que iba desde el extremo occidental de las actuales plaza del Castillo y Consistorial hasta la catedral, es decir, desde los límites de los burgos de la Población y San Cernin, hasta las murallas del frente oriental.
El trazado urbano se ordenó con calles rectas, tiradas a cordel, lo que supuso una nueva disposición que no dejó ningún indicio de cómo era la zona anterior a la guerra y que hundía sus raíces en los mismos orígenes de Iruñea. Fue un diseño planeado de una vez y realizado bajo unas normas específicas que prácticamente ha perdurado hasta la actualidad.
Ese espacio fue dividido en plateas o parcelas residenciales. Los solares no se vendían, sino que se cedían a los vecinos por un censo anual, cuyo importe oscilaba según la zona y la extensión de la fachada a la calle y que se medía en codos, unidad que equivalía a 0,258 metros.
Cada calle pagaba seis, cuatro o dos denarios por cada codo de fachada, que solían tener doce (6,096 metros) de extensión, y la profundidad de la parcela era de sesenta codos (30,48 metros). Es el tipo de edificio habitual con el que todavía cuenta buena parte de Alde Zaharra, de fachada estrecha y estructura alargada en profundidad.
Para potenciar la repoblación, en junio de 1324 se otorgó a la zona una carta puebla. Lo hizo el rey Carlos el Calvo, que había sucedido a su hermano Felipe al fallecer este el 3 de enero de 1322. Carlos de nuevo se saltó el Fuero impidiendo el acceso al trono navarro de su sobrina Juana y se convirtió en nuevo rey de Francia y Nafarroa.
En virtud de esa carta, el soberano concedió a los habitantes de la Navarrería el Fuero de Jaca, exenciones de peaje y leza durante diez años y se les imponía la obligación de contribuir en auzolan a la construcción de murallas y reparación de puentes, fuentes y caminos.
Además, se fijaba el sistema administrativo del burgo, que contaba con doce jurados, los cuales presentaban al gobernador a tres ciudadanos para que eligiese entre ellos al alcalde. La renovación de los cargos era anual, nombrando los salientes a sus sucesores.
Distribución de la nueva Navarrería
En la distribución urbana de la nueva Navarrería, el eje principal era la vico o calle Maiori, que unía los burgos con la catedral y que en la actualidad estaría integrada por los números pares de la calle Curia y la totalidad de Mercaderes, quedando el Txapitel del rey incluido en esta rua mayor, según los datos de Arrizabalaga. Era la más cotizada y por ello, tenía la renta más alta de seis dineros por codo.
Otra calle importante era el vico de Zurriburu, que conformaba un pequeño barrio originado en las inmediaciones de la muralla del burgo de la Población de San Nicolás. La calle de Zurriburu fue una vía con casas, tiendas, cofradía y hornos del rey que empezó a poblarse a partir de 1323.
Sin embargo, cuarenta años más tarde terminó siendo derruido por orden del soberano para construir una fortificación. En las obras ejecutadas en la plaza del Castillo para realizar el aparcamiento, se encontró un lienzo de muralla medieval que correspondería a esta zona y parte del cual se integró en el parking.
La tercera calle más destacada de la nueva Navarrería era el vico de las Eras, equivalente a la actual Estafeta y que estaba situada junto al castillo edificado por Luis el Hutín. Su nombre venía del espacio libre existente entre la fortaleza, el barrio de Zurriburu y el convento de los predicadores de San Jaime, que se levantaba en el solar actualmente ocupado por el Palacio de Nafarroa; es decir, el germen de la actual plaza del Castillo.
Las Eras tenía una renta de seis denarios por codo desde la rua Mayor hasta lo que hoy es la Bajada de Javier y en el resto de la calle se aplicaba el precio más barato de cuatro.
Junto a la rua Mayor, fue una de las zonas que más rápidamente se pobló, tal vez por su atractiva ubicación próxima a los burgos y al espacio donde se celebraba los sábados el mercado semanal, que ocupaba parte de la actual plaza, la zona próxima al comienzo de la calle Tejería y la actual travesía de Espoz y Mina.
En mitad de esta calle se encontraba uno de los edificios supervivientes de la guerra de 1276, la iglesia de San Tirso, que se levantaba entre los actuales números 49 y 51 de la Estafeta.
El vico Mediano correspondía a las actuales calles Calderería y San Agustín, con la Bajada de Javier dividiéndolo en dos. No resultaba tan atractivo como otras zonas, aunque para 1328 se encontraba prácticamente ocupado en su totalidad.
El quinto vico se llamaba Englentina, en referencia a los rosales silvestres o ‘tapaculos’ existentes en la zona, y correspondía con las actuales calles Compañía y La Merced. Era uno de los barrios más baratos, ya que se pagaba la renta mínima de dos dineros por codo. En este espacio se levantó de nuevo la Judería de la ciudad y se ubicó también la industria de fabricación de tejas y materiales cerámicos de Pedro García.
Con el paso de los años y ante la desaparición de los rosales silvestres que la identificaban, esta calle pasó a ser denominada rua Mayor ysent de la poblation.
En esta zona existía una excepción a las calles rectas y era la rua de Santa Cecilia, la actual Dormitalería, donde se encontraban varias construcciones del cabildo y cuyo contorno obligó a los comisionados reales que distribuyeron el espacio de la nueva Navarrería a marcar los límites de los solares cercanos siguiendo los cierres de las casas y fincas existentes en terrenos catedralicios.
El vico de Sancti Martini se correspondía con la actual calle Tejería, cuyo nombre deriva de los talleres de fabricación de tejas y cerámicas para la construcción de nuevas viviendas de la Navarrería que albergaba en algunos de sus solares. En 1328, la zona ya estaba ocupada al completo por 21 vecinos.
Junto al negocio ya citado de Pedro García, en este espacio se creó una zona industrial alejada del centro de la ciudad y próxima al portal de la Fuente Vieja, un antiguo lienzo de muralla que había pervivido tras la destrucción de 1276 y que se incorporó a la Navarrería que empezó a resurgir de sus cenizas en 1321, hace 700 años.
°
No hay comentarios.:
Publicar un comentario