Les presentamos la editorial de Naiz en la que se aborda el tema del aparente acto de autocensura llevada a cabo por la Feria del Arte Contemporáneo (ARCO) que decidiese retirar la instalación del fotógrafo Santiago Sierra, misma que visibilizaba una de las peores lacras en contra de la democracia que persiste en el estado español: los presos políticos y los presos de conciencia.
Lean ustedes:
Ifema, el recinto ferial madrileño que acoge desde hoy la Feria de Arte Contemporáneo ARCO, forzó ayer la retirada de una obra con el elocuente título de “Presos políticos en la España contemporánea”, realizada por el artista Santiago Sierra. Una colección de fotografías de presos –o expresos– con la cara pixelada entre los que se identifican sin mayores dificultades, por ejemplo, a los periodistas de “Egin” encarcelados, a los jóvenes de Altsasu, a Arnaldo Otegi, a los Jordis y a Oriol Junqueras.La decisión recuerda irremediablemente a la tomada hace poco más de un año por parte de las autoridades guipuzcoanas con otra exposición relacionada con presos vascos en el marco de Donostia 2016. Como entonces, las razones argüidas para justificar la censura no hacen sino reflejar la miserable y empobrecedora visión que tienen ciertos gestores de la política –llamarles políticos sería demasiado– de la libertad de expresión y de la propia función del arte en una sociedad. Porque apelar al objetivo de «garantizar el retorno de la inversión» en una feria «comercial de alcance internacional», como lo hizo Ifema, despoja al arte de toda su necesaria dimensión política.Es fácil intuir, sin embargo, que los censores no han dedicado ni un minuto a reflexionar sobre las implicaciones artísticas del escándalo. Su obsesión solo es una: negar hasta el absurdo la existencia de presos políticos en el Estado español. Como si forzar la retirada de una obra en este sentido no fuese, precisamente, la confirmación de que, en efecto, existen. Igual que existe la persecución política. Y si no pueden preguntarle al ministerio de Justicia suizo que ayer avanzó que ve complicada la extradición de la exdiputada de la CUP, Anna Gabriel, al considerar que está siendo perseguida por su actividad política. El Estado se aferra a la ilusión de que aquello que no se ve, no existe; pero sus esfuerzos por invisibilizar la evidencia, con la ayuda de la caverna mediática, no logran sino alimentar la obviedad –por fortuna cada vez más generalizada–, de que existen presos políticos. Pese a la censura, o gracias a ella, la obra de Santiago Sierra ha logrado su objetivo.
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