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lunes, 12 de diciembre de 2016

Oramas el Leonidas Cubano

Esta mañana les compartíamos una nota con respecto al final de la infame "posición común", la versión europea del brutal bloqueo mantenido por Washington en contra de Cuba.

Pero aún hay mucho por hacer, como nos muestra esta pieza publicada en Cubainformación:


José Manzaneda

“Yo estoy hablando de la libertad de las personas, a decir, a pensar. (…) Aquí tenemos un ejemplo, en este debate que hemos tenido hace un momento: personas que opinan -todo el mundo- completamente diferente y no pasa nada”. Eran las palabras de Elena Larrinaga, presidenta del “Observatorio Cubano de Derechos Humanos”, en el programa “El debate de la 1”, sobre la figura de Fidel Castro. Su mensaje: España es el ejemplo para Cuba en materia de libertad de expresión.

Pero, ¿es cierto que allí hubo un “debate” entre personas que opinaban “completamente diferente”? Vamos a comprobarlo: “Fidel Castro ha sido un dictador, de eso no cabe la menor duda” (Rubén Moreno, Partido Popular). “Se convirtió en un dictador” (Javier Lasarte, PSOE). “Ha sido un dictador que durante 60 años ha gobernado con mano férrea” (Saúl Ramírez, Ciudadanos). “Se convirtió en un tirano al frente de una dictadura” (Francisco Rosell, periodista de El Mundo). “Un régimen de falta de libertades que yo conozco bien porque he ido muchas veces allí” (Fernando Jáuregui, analista político).

A este coro se unía, de manera sorprendente, el representante de Unidos Podemos Segundo González, para decir, más o menos, lo mismo: “(Fidel fue) el líder de una dictadura y de un régimen que en materia de democracia es cuestionable”.

Es decir, que el “debate” en el que “todo el mundo” pensaba “completamente diferente” en realidad, fue un diálogo reafirmativo entre 10 personas que expresaban lo mismo: que Cuba es una dictadura. Cuatro políticos, dos periodistas, la representante de un grupo “disidente” y el presentador del programa, con el apoyo de dos corresponsales en La Habana y Miami.

El programa, eso sí, tuvo la gentileza de invitar a un defensor de la Revolución: el cubano Lázaro Oramas, miembro de Cubainformación y de la asociación Euskadi-Cuba. “Fidel (…) ha sido un hombre que ha trabajado incansablemente por los derechos humanos no solo para el pueblo cubano sino para los pueblos del mundo, para los pueblos desposeídos, esquilmados, explotados.”

El presentador –y director del programa- Julio Somoano adoptó el papel de fiscal en un juicio político tanto a Fidel Castro como al propio invitado: “Yo sé que los cubanos votan –se dirigía a Lázaro Oramas-, pero en la dictadura de Francisco Franco también votaban los españoles. (…) Podemos comparar la figura de los dos dictadores”. 

Trató, eso sí, de vender la idea de que aquello era un verdadero “debate” y ejemplo del que Cuba puede aprender: “Se trata en este debate de que entre todos aportemos desapasionadamente datos para que los telespectadores lleguen a sus conclusiones. (…) Como director de este debate, le digo que el truco es que las personas piensen diferente para que haya debate. Nos vamos a Miami”.

Allí se escucharon los habituales tópicos sobre Cuba. Por ejemplo, sobre su emigración. “Si ese supuesto paraíso fuera así, la gente no querría salir de ese país, querría mantenerse allí”, decía el periodista de El Mundo. “No me puede decir que (Cuba) es una sociedad utópica cuando cientos de miles de compatriotas suyos, que también son cubanos, se han exiliado, se han tenido que exiliar”, se dirigía a Oramas el político de Ciudadanos. Tres falsedades en una: primero, en ningún momento Lázaro Oramas había descrito a su país como un “paraíso” o una “utopía”. Segundo, la emigración cubana actual es económica, idéntica a la del resto de la región, pero la única que es denominada “exilio” gracias a la propaganda. Y tercero, las cifras de emigración cubana están en la media de la región, a pesar de los privilegios de la Ley de Ajuste Cubano de EEUU: El Salvador, por ejemplo, tiene -en relación a su censo- más del doble de población en EEUU que Cuba.

Pero aún hay más. El periodista del diario “El Mundo” se atrevía a ensalzar los supuestos “logros económicos” de la dictadura de Batista: “La Cuba previa a Castro era una Cuba que tenía más renta per cápita que la propia España”. Cierto o falso este dato macroeconómico, poco refleja sobre las gigantescas bolsas de miseria del país, con un 35% de la población activa con empleo solo la mitad del año, o sobre la terrible situación del campesinado: el 43 % era analfabeto, el 60% vivía en barracones sin agua corriente, el 90% sin electricidad, y solo el 8% recibía atención médica pública.

Pero que el único defensor de la Revolución cubana en el plató se tuviera que enfrentar, entre constantes interrupciones, a diez contrincantes, no impidió las constantes lecciones a Cuba sobre libertad de prensa: “¿Este debate se podría hacer ahora mismo en Cuba, le pregunto yo?”, increpó al invitado.

Evidentemente, en la Televisión Cubana no sería posible un debate así. En primer lugar, porque ningún país sometido al bloqueo económico y a la injerencia permanente de una superpotencia le daría voz a quien apoya este bloqueo y es financiado por dicha superpotencia, tal como trató de explicar, entre interrupciones, Lázaro Oramas. “Vd. dirige el Observatorio Cubano de Derechos Humanos –se dirige a Elena Larrinaga- y Vd. no desvela sus fuentes de financiación. La financiación viene del Gobierno de EEUU a través de la NED  (National Endowment for Democracy), que es una tapadera de la CIA”. “Esto es un debate de ideas –se lanzó el presentador a defender a Larrinaga-. Yo a Vd. no le digo de dónde vienen sus fondos, yo no le digo si alguien le paga. Lo importante es que aquí muestre sus ideas”.

En segundo lugar, porque ningún país que defienda su soberanía daría el menor espacio televisivo a mensajes neocolonialistas, impropios de este siglo, cargados de prepotencia, paternalismo y descarada injerencia: “¿Cuál debe ser por tanto el papel de Europa y el de España en el futuro de Cuba?”, introducía el presentador. “España tiene que jugar un papel fundamental en esta transición que se tiene que producir en la Isla”, sentenciaba el portavoz de Ciudadanos. “España tiene que liderar, liderar, fíjese lo que le digo, la ayuda al proceso de democratización de Cuba”, subrayaba Fernando Jauregui. “Lo que tiene que intentar (España) es facilitar esa transición”, repetía el representante del PP.

Ante esta descarada demostración de neocolonialismo, la justificación de Elena Larrinaga no tiene desperdicio. “Cuando ellos hablan de ayudar, no están hablando de tutelar. Cuando un maestro, en el colegio, enseña a un niño, le enseña su experiencia y la información que ha adquirido. Y luego el niño decide”. “Pero nosotros no somos niños, no somos menores de edad”, le respondía Oramas. “En cuestiones de democracia sí”, sentenciaba Larrinaga.

Lázaro Oramas dejó claro entonces cuál es el sentimiento de cualquier cubano o cubana que valore el precio de su soberanía. “Lo que están hablando y comentando aquí, con todos mis respetos, está en las antípodas del sentimiento del pueblo cubano. Total. En primer lugar no aceptamos ningún tutelaje: ni de España, ni de La Unión Europea, ni de EEUU, en los asuntos internos de Cuba. (…) Cuba es un país libre, soberano e independiente y el pueblo lo es. (…) No queremos la democracia burguesa occidental, no la queremos. Queremos la democracia que tenemos, que la construye la mayoría del pueblo cubano. (…) Además, no vamos a dejar morir jamás las ideas de (Carlos Manuel de) Céspedes, de (Ignacio) Agramonte, de (José) Martí, de Mariana (Grajales), de (Julio Antonio) Mella, de Fidel (Castro), del Che (Guevara). Ese es nuestro camino. Y no hay más”.  

Poco más que añadir. Salvo que –visto lo visto- la espada de Antonio Maceo con la que combatió al Ejército español debe seguir… bien afilada.

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Diez contra uno: el debate `plural´ sobre Cuba en la Televisión Colonial Española

El “debate” en el que “todo el mundo” pensaba “completamente diferente” en realidad, fue un diálogo reafirmativo entre 10 personas que expresaban lo mismo: que Cuba es una dictadura. Cuatro políticos -incluido el de Podemos-, dos periodistas, la representante de un grupo “disidente” y el presentador del programa, con el apoyo de dos corresponsales en La Habana y Miami. Edición: Esther Jávega.




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