Kirmen Uribe se encuentra haciendo la ronda de las presentaciones de su más reciente novela y lo natural es que las entrevistas que concede en cada una de ellas sean publicadas, sobre todo porque en esta ocasión está tocando un par de puntos neurálgicos para el ideario vasco, aunque ya le habíamos publicado otra allá en el 2009.
Así que aquí les presentamos la entrevista publicada en la página de Navarra:
El autor vizcaíno, Premio Nacional de Narrativa 2009, presentó "La hora de despertarnos juntos" en la Casa del Almirante de Tudela.Leire EscaladaKirmen Uribe (Ondárroa, 1970) vuelve a excavar en el barro de la memoria para rescatar recuerdos, esos filones perdidos en el laberinto del tiempo que son las piezas de sus historias. En La hora de despertarnos juntos, la novela que acaba de publicar con Seix Barral, cuenta una historia real, la de Karmele Urresti y su familia quien tras la Guerra civil española debe abandonar su Ondárroa natal y exiliarse en Francia. Allí conoce a su marido, el músico Txomin Letamendi. Juntos recorrerán buena parte de la geografía europea para terminar escapando a Venezuela.Una historia sobre el amor, la libertad y la memoria en la que hay espías, huidas, sentimientos que sobreviven al tiempo y la distancia y, sobre todo, esas pequeñas historias anónimas que componen un relato universal. El autor, ganador del Nacional de Narrativa en 2009, presentó recientemente el libro en la Casa del Almirante de Tudela.Su nueva novela parte, como su libro Bilbao-New York-Bilbao, de un cuadro. En este caso, Noche de artistas en Ibaigane, de Antonio Gezala.Es un cuadro que me llamó mucho la atención cuando fue comprado por el Museo de Bellas Artes de Bilbao en 2008. Es una escena nocturna, una fiesta en la residencia de los Sota, una de las familias más ricas de Europa en aquella época. Eran navieros. Me llamó muchísimo la atención que un cuadro de 1927 captase una fiesta de la alta burguesía bilbaína. Luego, atando cabos, me di cuenta que el protagonista de la novela, Txomin Letamendi, que era trompetista de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, aparece en ese cuadro. Por eso la novela comienza con la descripción de este cuadro de Guezala. Quería captar ese momento.Además de la historia de esta pintura, la novela surge de los recuerdos que le contaba a usted su madre, quien le lleva al personaje de Karmele Urresti.Sí, el otro hilo comienza porque mi madre me contaba muchas veces la historia de Karmele Urresti y de esa casa. Era una buena familia, con una buena situación económica, que lo perdieron todo en la posguerra. Era una historia de novela: cómo una familia que tenía barcos de pesca, un astillero, de repente se encuentra sin nada. Desde joven veía que en aquella familia había una novela. Pero no ha sido hasta hace cuatro años cuando me he puesto a documentarme. Había mucha más miga de lo que me imaginaba. Al ir a los archivos históricos, he encontrado con cartas que le enviaba el lehendakari Aguirre a Karmele, o documentos de la CIA en los que se habla de Txomin Letamendi. Ha sido una sorpresa muy grande.Abre la novela con una cita de Carlos Fuentes: "Conocía la historia. Ignoraba la verdad". ¿La verdad se puede contar?Creo que hay muchas verdades, pero esta historia es verdadera. Lo que se cuenta en la novela sobre la pareja es lo que les pasó. Lo he recogido verazmente. Para mí, era importante gtener todos los datos históricos, la geopolítica del momento: qué relaciones tenía el lehendakari Aguirre con la administración Roosevelt en la Segunda Guerra Mundial; como Txomin se mete en los servicios secretos vascos que estaban bajo mando de los americanos... Era importante que el lector supiese que está ante una historia real. Así ha quedado mejor, como si uno mismo fuese tocando la tierra.¿El hecho de narrar no implica ya una ficción, a pesar de que los hechos sean reales?Claro, no es una biografía, ni un libro de Historia. Mi intención era escribir una novela y lo más importante es la perspectiva del autor, su mirada y su voz. La narración siempre implica un punto de ficción y aunque sean personas y hechos reales, me ha dado muchas posibilidades de ficcionar: escenas, diálogos..., incluso la historia en sí está ordenada de manera novelesca. He disfrutado mucho escribiéndola.Uno de los temas de esta novela es el exilio y el desarraigo de una familia vasca. ¿Es algo universal?Sí, totalmente. Aunque parta del País Vasco, siempre me gusta que las historias puedan ser entendidas en cualquier lugar. Es la historia de una enfermera que se enamora de un músico, se tienen que exiliar a París, luego a Caracas, son captados para los servicios secretos... Además, sale Ondárroa, que es mi pueblo natal, Bilbao, Barcelona, Madrid, Nueva York, Londres, París, Caracas... Y las vivencias que tienen. Es una historia de superviviencia y, si se traduce a otras lenguas, que espero que sí, creo que lo verán así: dos amantes que están juntos, pero no por mucho tiempo.¿Es esta novela una forma de luchar contra el olvido de estas historias anónimas?Sí. Además tuve la posibilidad de escribirla fijándome más en los personajes históricos que salen, como el presidente Aguirre, o Manu Sota, que era escritor y espía. Pero opté por contar la historia de un familia anónima. Hay esa intención de sacar historias de gente anónima, que las hay en todas partes. Esa gente es la que más ha sufrido las idas y venidas de la historia y lo quería reivindicar. Los lectores que ya me están escribiendo se ven reflejados y se acuerdan de historias que han conocido. Eso es lo más bonito para un escritor.¿Qué le ha contado la familia protagonista, han podido leerla ya?Sí, la familia protagonista siempre ha estado ayudándome en todo. Me dejaron fotos, cartas, objetos de los protagonistas..., y vía libre. Me dijeron que podía utilizar los nombres tal cual o cambiarlos. Lo agradecí desde el primer minuto. Cuando la han leído me han dado las gracias por no cambiarlos y respetar la memoria de su familia.Uno de los personajes insiste a la monja de la escuela que la llame Ikerne, no Visistación. ¿Es también este libro una reivindicación de la propia identidad?Es una reivindicación de la libertad y contar cómo, en un determinado momento, hasta los propios nombres los cambiaron.¿Qué es lo que más le sorprendió de lo que descubrió durante la documentación, por ejemplo, sobre los servicios secretos vascos?Me ha sorprendido sobremanera el nivel de conexiones que tenían los servicios secretos vascos y, en particular, el propio Aguirre: cómo se codeaba con la Administración Roosevelt, cómo hizo tratos con la ECDI o la OSS, que era la antigua CIA. Estaba a primer nivel de relaciones diplomáticas. Es algo que hemos olvidado. A toda esta generación de gente que estuvo en la resistencia la hemos olvidado. Ha sido una labor casi arqueológica: ir descubriendo nombres y sucesos que estaban totalmente perdidos.¿Hay muchas Karmele Urresti en el mundo?Karmele es una figura a reivindicar. A los 22 años era una persona totalmente independiente: tenía su trabajo como enfermera, fue madre soltera... Ella decidió qué pasos dar en su vida. Parte sola a Caracas para trabajar, esta vez en un exilio económico, dejando aquí los niños. Es lo que ahora mismo hacen muchas mujeres latinoamericanas. Karmele es el corazón, el motor de la novela, y me gusta eso, que sea una mujer trabajadora e independiente el centro, más que su marido.El libro también toca otro tema doloroso: el terrorismo etarra. ¿Cómo lo ha afrontado?Con total sinceridad. Creo que debemos de empezar a hablar con sinceridad y claridad. Se cuesta la historia de una familia y cuando se llega a los años 70 ya se ve también la actividad de ETA. Lo he intentando plantear de manera autocrítica. Desde la autocrítica se empieza un poco a avanzar como sociedad.¿Cuál sería la crítica?Tal vez fuimos demasiado fríos, no supimos estar con la gente que estaba sufriendo, ver el sufrimiento del otro. Ahí empieza la autocrítica. Es muy humana. A partir de ahí hay que hablar entre nosotros.El título del libro es un verso de Ezra Pound (del poema La buhardilla). ¿Por qué lo ha elegido?Porque habla de un momento de felicidad entre dos amantes y quería rescatarlo. Los protagonistas también lo vivieron. Tuvieron una vida dura, lo pasaron muy mal, pero yo quería quedarme con ese momento de luz y de felicidad. Quería que el título viniese de ese momento de amor.
Jo, los vascos somos unos buenazos, hacemos crítica y autocrítica del dolor causado, pero evitamos hablar del que nos han causado. Qué decentes. Vamos, si tomamos en cuenta que se menciona así al vuelo en dos ocasiones a una verdadera organización terrorista... denominada CIA.
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