Los dibujitos o tiras cómicas se han desarrollado en muchos países, pero en las últimas tres décadas hemos sido testigos del avasallamiento de las producciones locales en favor del comic -de origen estadounidense- y del anime -de origen japonés-.
Mientras que el anime utiliza una gran variedad de temas, desde Heidi hasta Goku pasando por Chihiro, los estadounidenses han dedicado el género a la producción en masa de lo que ellos denominan "supehéroes". Supermán y Batman le abrieron la puerta a cientos, si no es que miles, de estos personajes con cada vez más sorprendentes poderes, auténticos dioses y semidioses en un panteón sui generis, adaptado a la paranoia de un pueblo que, si se escarba un poquito en la historia, no cuenta con ni un solo héroe de la vida real. Todos y cada uno de sus personajes "célebres", hombres o mujeres, no son mas que piezas del engranaje de una maquinaria imperialista, genocida y depredadora... desde el esclavista George Washington hasta el señor de los drones Barack Obama.
Por eso nos parece curioso que ahora, en una colaboración entre un artista mexicano y un historiador estadounidense sea un verdadero héroe internacionalista el que incursione de forma podríamos decir académica en el género, nadie más ni nadie menos que el Che, quien dedicase su vida a luchar en contra del injerencismo yanki en América Latina y en África.
Lean ustedes este artículo publicado en La Jornada:
Retrata Hernández a un Che Guevara "verosímil"
Desarrolla con el periodista Jon Lee Anderson una trilogía sobre el revolucionario
Mónica Mateos-Vega
Un relámpago cimbra la Sierra Maestra cubana, la tormenta arrecia. Fidel Castro y Ernesto Che Guevara se encuentran frente a un delator. La lluvia lo empapa todo en la penumbra. Los hombres se miran, el comandante en jefe dice: "ya saben qué hacer".
Las 17 escenas siguientes, dibujadas por José Hernández (DF, 1965), estremecen al lector y ofrecen una imagen precisa y dramática de una de las figuras determinantes de la revolución que cambió para siempre el destino de Cuba en la segunda mitad de los años 50 del siglo pasado.
Se trata de la novela gráfica Che: una vida revolucionaria, basada en el libro homónimo del periodista estadunidense Jon Lee Anderson (California, 1957), una de las biografías más relevantes y mejor documentadas de Guevara, publicada en 1997.
La editorial Sexto Piso tuvo la iniciativa, hace dos años, de invitar a Hernández a participar en tan ambicioso proyecto.
Fue un gran reto para el caricaturista de La Jornada, quien aceptó luego de investigar que no existían muchas novelas gráficas de buena calidad acerca del Che, acaso algunas biografías ilustradas, “varias con textos farragosos o de plano con un estilo de monografía de escuela, y hasta un manga muy divertido me encontré. También me llamó la atención un trabajo muy bueno que se hizo en Italia, pero básicamente gira en torno a la mítica foto que Alberto Korda le hizo al Che en 1960; no hallé nada parecido al proyecto que nos propuso el editor Eduardo Rabasa”, explica el dibujante en entrevista.
Dos perfeccionistas
José Hernández y Jon Lee Anderson, ambos perfeccionistas, tomaron la decisión de trabajar sólo tres grandes momentos de la vida de Guevara, que se plasmarán en igual número de libros: su estancia en México y su viaje a Centroamérica, sus días en Cuba, así como sus últimos meses en Bolivia, incluyendo su viaje al Congo.
El que ahora se publica es el número dos, “porque en el libro de Jon la parte de Cuba es la más extensa y la más importante, además de que es el Che aparentemente más conocido. Y no obstante ser un personaje muy popular, hay muchas personas que no saben nada acerca de su vida, conocen la imagen en la playera o en el cartel, pero no todo lo que hizo”, añade.
En la historia aparecen dibujos de fotografías muy vistas y guiños a los que son admiradores de la iconografía en torno al Che, pero también momentos poéticos, interpretaciones de la imaginación del historietista: “Eso fue lo difícil, inventar, a veces, diálogos. Jon Lee estaba muy preocupado por documentar todo, me preguntaba ‘cuál es tu fuente para esta frase’, y yo le respondía ‘pues no hay fuente, es la licencia literaria que hay que tomar’. Al final lo aceptaba porque nunca se traiciona la naturaleza del personaje ni de la historia.
“Así fui formando visualmente al Che: cuando llega a Cuba se deja la barba, luego se pone una cachucha, luego dice en una carta que está estrenando un aditamento en la mano, que es un puro, luego pierde la cachucha y ahí inventé que Camilo Cienfuegos le dice ‘pues ponte una boina’, luego Fidel le propone firmar como ‘comandante Che’, diálogos que quizá no existieron pero pudieron haber sucedido.
“Fue una gran ayuda que el libro de Jon es muy literario, está muy bien contado todo, muy claro y redondo. Desde la primera vez que lo leí me gustó, por ejemplo, conocer las circunstancias en la que Korda le tomó al Che esa fotografía por la que es conocido en el mundo. En la novela gráfica lo quise contar, pero sin tener que usar esa imagen, por eso se me ocurrió, literalmente, darle la vuelta.
“Fueron nueve meses de dibujar al Che casi a diario, hasta soñaba con él. Durante ese tiempo se reafirmó mi idea de que Guevara es importante por su idealismo y su congruencia, sobre todo esto último, pues todo lo que exigía a su gente primero él lo cumplía.
"También descubrí que no se bañaba, que de joven no tenía el mínimo interés por la política, y que por su problema de asma le gustaba mucho leer; su mamá le enseñó francés y le inculcó la afición por la literatura y la filosofía".
Hernández trabaja en el primer libro, que es sobre la estancia de Guevara en México; “me siento muy a gusto haciéndolo. Este trabajo sobre del Che es la segunda novela gráfica que hago, la primera fue Septiembre: zona de desastre, acerca de los sismos del 85, una historia de Fabrizio Mejía Madrid en la que el dibujo me dejó muy insatisfecho, pues una cosa es hacer caricaturas, con cabezas deformadas y cuerpecitos, y otra hacer una novela gráfica, personajes que tengan movimiento, ambiente; es totalmente distinto al cartón político.
“Aquí cambié la técnica, la forma de trabajar; quería que fuera muy realista para hacerlo verosímil y atrapar al lector, que se lo creyera, con mucha atmósfera, porque así está narrado en la biografía de Jon Lee.
“Che: una vida revolucionaria fue un extraordinario taller para mí; creo que crecí mucho como dibujante. En febrero se publicará en España y en Chile, con otra portada, y existe ya el interés por una traducción al italiano y otra al inglés. En unos meses se publicará el de México, y en 2017 el de Bolivia. Al completarse la trilogía será una manera muy especial de conmemorar 50 años de la muerte del Che”, concluye Hernández.
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