Les vamos a compartir un artículo que ha sido publicado en el Diario de Sevilla, es acerca de José María Aznar, el hombrecillo que tuvo en sus manos al estado español durante ocho años y que algún día debiera ser juzgado como criminal de guerra por su aventura punitiva en Iraq a las órdenes de George W. Bush y Tony Blair.
Lo que van a leer les va a mover a risa, les va a mover a llanto, les va a dejar confundidos, patidifusos, estupefactos, pero les podemos asegurar que les abrirá una ventana enorme a la psique de un pobre hombre lleno de complejos, de temores. Movido a veces por la arrogancia y a veces por la estupidez, Aznar nos comparte a que extremo puede llevar su corta visión de troglodita. Su pobre mente retorcida, encerrada en un calabozo del siglo XV. Aquí lo tienen:
El ex presidente explica en sus memorias que escogió a Rajoy como sucesor "en interés de España" después de que Rato lo rechazara en dos ocasiones. El ex jefe del Gobierno habla de su negociación con ETA y de sus relaciones con los nacionalistas.
El ex presidente del Gobierno José María Aznar asegura en sus memorias que la decisión más difícil que ha tomado en su vida fue mantener su compromiso de no presentarse a un tercer mandato y señala que la elección de Mariano Rajoy como su sucesor fue por el interés de España. Memorias I (Planeta), que se presentará el próximo 26 de noviembre en Madrid, es el primer volumen de las memorias de Aznar, en el que explica algunas de sus decisiones más controvertidas durante sus ocho años de Gobierno (1996-2004).
La Agencia Efe ha tenido acceso a varios extractos de este volumen, que cuenta con un prólogo titulado Mi decisión más difícil en el que señala que fue la convicción de contribuir al fortalecimiento de las instituciones democráticas y de evitar la tentación de aferrarse al cargo lo que le llevó a no presentarse a las elecciones de 2004. Explica que contó con la oposición de muchos dentro y fuera de España y que algunos le pidieron que reconsiderase su postura, como Jacques Chirac, Bill Clinton, Tony Blair, George Bush o Vladimir Putin. En España, fue Manuel Fraga quien le expresó su más fuerte oposición, las víctimas de ETA también le pusieron objeciones e, incluso, Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo le trasladaron su criterio en contra de una retirada que consideraban "prematura". "Ambos lo hicieron en nombre propio y, según me pareció entender, por encargo de otras personalidades relevantes del momento", añade.
Pero la decisión estaba tomada -el nombre de Mariano Rajoy estaba escrito en su cuaderno azul en noviembre de 2002- y el 29 de agosto de 2003 le citó en su despacho. Rajoy le dijo: "Presidente, prefiero que no me digas lo que intuyo que me vas a decir" y, a continuación, le agradeció que le hubiera hecho cinco veces ministro y vicepresidente del Gobierno, y Aznar cuenta que le contestó: 'Gracias, pero te lo voy a decir. Creo que tú eres la persona adecuada'. "Fue una decisión, explica Aznar en el libro, que tomó con un único criterio: "El interés de España" y que no desveló a nadie.
A los otros dos candidatos, Rodrigo Rato y Jaime Mayor Oreja, les expresó su aprecio y gratitud y les transmitió que en su decisión no pensó en nada más que en intentar servir al interés general de España. Según Aznar, ambos aceptaron y señalaron que colaborarían con Rajoy, aunque su respuesta "llevaba aparejada una cierta resignación", a la vez que -subraya- ya en aquel momento quiso dejar claro que se iba a hacer una "cesión completa" de sus responsabilidades y que, desde entonces, su sucesor "debía hacer las cosas a su aire, a su manera". Para el ex presidente del Gobierno, "la operación salió bien" y habría salido "perfectamente si no hubiese sido por los atentados del 11 de marzo de 2004".
Aunque se especuló con nombres como el de Ángel Acebes, Eduardo Zaplana o Alberto Ruiz-Gallardón para sucederle, Aznar siempre tuvo claro que la elección iba a ser entre Rajoy, Rato y Mayor Oreja. Revela que sólo una vez se planteó la posibilidad de proponer a alguien de la nueva generación y que le informaron de que Rajoy y Rato habían llegado a un "acuerdo" para que en el caso de que el elegido fuera uno de ellos aceptarlo, pero que si finalmente resultaba ser cualquiera de los más jóvenes "intentarían cerrarle el paso".
Aznar dedica parte de este prólogo a su relación y posterior distanciamiento con Rato y así relata episodios de amistad entre ambos y cómo éste le pidió durante un viaje en las navidades de 2000 que reconsidera su decisión de no presentarse y después le planteó objeciones concretas a su candidatura para sucederle. Sin embargo, en el verano de 2003 Rato le anunció que había cambiado de opinión y que ahora sí quería ser el candidato del PP a las elecciones previstas para marzo de 2004. "Tú me has dicho dos veces que no'. Y él respondió: 'Pero ahora te digo que sí'.
La designación de Rajoy obligó a Rato a reflexionar sobre su futuro y a rehacer sus planes, centrando todos sus esfuerzos en el FMI, un puesto para el que Aznar pidió ayuda para respaldar la candidatura de su amigo a Bush, Chirac, Blair y Gerhard Schroeder. "Quizás por eso me costó comprender la posterior reacción de Rodrigo. Yo era consciente de su decepción ante el desenlace de la sucesión y sabía que, después de tantos años de amistad, nuestra relación ya no sería la misma. Sin embargo, no esperaba que Rodrigo pusiese una distancia tan grande desde tan pronto", añade.
Explica que la constatación de que se había abierto una "brecha" fue con motivo de la primera visita que Rato realizó a España como director gerente del FMI. "A mí no me llamó", lamenta el ex presidente del Gobierno. Tras explicar que la relación con Mayor Oreja fue más fácil y que éste era consciente de que tenía menos posibilidades, Aznar ensalza las virtudes de Rajoy, aunque reconoce que es el menos amigo suyo y que en los años que han trabajado juntos ninguno ha descolgado el teléfono para decirle al otro "vamos el sábado a cenar".
Sin embargo, esa falta de cercanía personal no afectaba en nada a la valoración de Aznar sobre su capacidad política ya que su intención con la elección de Rajoy, según señala, era proporcionar al Gobierno "cierta continuidad política" y "neutralizar el ataque de la izquierda y de los nacionalismos contra el entonces previsible tercer mandato del PP". En un contexto en el que, argumenta, Pasqual Maragall no buscaba un buen acuerdo para Cataluña sino la "confrontación con el PP y su exclusión de la vida pública", pensó que la personalidad de Rajoy era "la más adecuada". "Si hubiese pensado que Rato iba a administrar mejor el desafío del nacionalismo, lo habría propuesto", matiza.
La amenaza de ETA al PP fue una "prueba política y personal muy dura"
Aznar afirma que la estrategia de amenaza de ETA contra el PP puso la capacidad de resistencia del partido "al límite" y para él fue una "prueba política y personal muy dura", aunque siempre estuvo seguro de perseverar en la firmeza democrática. En el libro cita los asesinatos de miembros del PP y reuerda que asistió a todos los funerales acompañado por su esposa, Ana Botella, y que su apoyo y su fortaleza le ayudaron mucho en aquellos momentos tan duros."Ningún representante político del PP se sentía a salvo" y el objetivo de ETA era someter al Gobierno a una "presión insoportable para que doblase la rodilla y accediese a negociar", recuerda el ex jefe del Gobierno, quien destaca que la estrategia no funcionó. Dice que hubo momentos especialmente dramáticos y, en concreto, se refiere al asesinato de Manuel Zamarreño, concejal del PP en Rentería, una imagen "cruel y humillante" que "destrozó la moral" de muchos cargos populares que no pudieron soportar la presión. Dedica algunas páginas a la relación del PP con el PNV, un distanciamiento que se acentuó en los meses siguientes a 1998 y que cada vez era "más competitiva en términos políticos y electorales".
Señala que "con la excusa del fracaso del Plan Ardanza", el presidente del PNV, Xabier Arzalluz, puso en marcha una estrategia de convergencia con el mundo de ETA con el objetivo de formar un frente nacionalista para avanzar hacia la "construcción nacional". El principal instrumento de esa estrategia fue la tregua que ETA declaró el 16 de septiembre de 1998, un mes antes de las elecciones. Aznar asegura que ya en mayo le habían llegado "ondas" de que algo estaba pasando en las relaciones entre el PNV y el mundo de ETA. "Sabíamos que el PNV no quería una ETA derrotada porque temía que esa derrota pudiera debilitar al nacionalismo y acabar con su relato del conflicto secular entre España y los vascos", añade.
La tregua no era "fruto de una negociación entre los terroristas y el Estado" sino el "instrumento de un acuerdo entre nacionalistas con objetivos que iban completamente en contra de la legalidad: ruptura del marco estatutario y constitucional, independencia, Navarra, impunidad y exclusión de los no nacionalistas". Apunta que el gran reto del Gobierno en aquellos meses fue "administrar" la situación creada por la tregua, rechazando cualquier intento de "internacionalizarla" y manteniendo informados a los españoles de lo que ocurría.
Por eso anunció -afirma- que había autorizado contactos con el MLNV (movimiento de liberación nacional vasco). "Algunos interpretaron esa mención al MLNV como una rendición dialéctica, cuando ésa es la denominación que recibe el complejo político y social dirigido por ETA", argumenta. "Al utilizar esas siglas, yo estaba haciendo público que el Gobierno se iba a reunir con ETA y también con representantes de su partido político", admite.
El 11 de diciembre de 1998 tuvo lugar un encuentro entre miembros de Euskal Herritarrok y tres personas en representación del Gobierno: el secretario de Estado de Seguridad, Ricardo Martí Fluxá, Javier Zarzalejos y Pedro Arriola. Los portavoces de la antigua Herri Batasuna, recuerda Aznar, dijeron que ellos "eran políticos y que sólo estaban ahí para hablar de política" y que si la intención "era hablar del cese de la violencia, que habláramos con ETA", así que la reunión no fue a más. "La presión para que hiciéramos cambios en la política penitenciaria fue en aumento. Todos los grupos políticos, también los socialistas, reclamaban al Gobierno que acercara presos terroristas al País Vasco", agrega.
Reconoce que estaba dispuesto a tomar decisiones en el ámbito penitenciario con condiciones: mantener la política de dispersión y sin concentración de terroristas en unas pocas cárceles. Con el respaldo de una resolución parlamentaria aprobada por unanimidad el 10 de noviembre de 1998, se produjeron los primeros traslados a la península de los presos de ETA que estaban en Canarias y en Ceuta y Melilla y, unos meses después, otros. "Fueron decisiones tasadas, públicas y reversibles, que ETA desdeñó porque no era lo que buscaba. Nosotros sabíamos que ETA no había renunciado ni a sus fines ni a sus medios", explica.
Aznar afirma que su Gobierno mantuvo una única reunión con la dirección de ETA. Fue en Suiza el 19 de mayo de 1999 y se trataba de comprobar si la tregua era o no un cese definitivo de la violencia. "Para eso la autoricé y para nada más. El encuentro no formó parte de ninguna negociación ni en él se negoció nada", añade.
Aznar denuncia el daño que ha hecho la alianza de izquierda y nacionalistas
José María Aznar denuncia que la "tradicional alianza de la izquierda con el nacionalismo" tenía como finalidad "impedir" que gobernara el PP y ha sido "perjudicial" para España porque ha unido la "pulsión de poder" de la izquierda con la "disgregadora" del nacionalismo. Aznar señala que su Gobierno interpretaba el resultado de las elecciones generales de 1996 como una oportunidad para vertebrar una relación distinta con los partidos nacionalistas, que "superase la dinámica de confrontación y fortaleciese un proyecto de convivencia beneficioso para todos los españoles". Recuerda que representantes de CiU y del PNV habían empezado a acudir a los congresos del PP a partir de 1990 y que mantenían un diálogo "algunas veces más fructífero que otras". Aznar explica que la situación del PP en el País Vasco era "difícil" y que en Cataluña habían "sobrevivido durante años como un partido prácticamente cautivo".
El ex presidente del Gobierno apunta que quería un Partido Popular de Cataluña (PPC) con una "posición clara, con capacidad de maniobra y de decisión y que no fuera un mero satélite de CiU" y que con ese objetivo promovió a Alejo Vidal-Quadras a la dirección. Desde las filas del nacionalismo catalán, continúa Aznar en sus memorias, una de las personas que contribuyó a que se cerrara el acuerdo de Gobierno fue Josep Antoni Duran i Lleida. "Pujol se tomó su tiempo. Venía de apoyar al Partido Socialista incluso contra el viento de la corrupción y la marea de la crisis económica. Y ahora tenía la posibilidad de prestar el apoyo decisivo a un Gobierno del PP", agrega.
Mantuvo dos conversaciones con el entonces presidente de la Generalitat, aunque dice que no entraron en ningún detalle concreto sobre el pacto de gobernabilidad que después firmaron, algo de lo que se encargó Rodrigo Rato, entonces portavoz parlamentario. "Lo que no quiso hacer Pujol fue entrar en el Gobierno. Se lo ofrecí entonces y se lo volví a ofrecer en el año 2000, tras nuestra victoria por mayoría absoluta, cuando no necesitaba sus votos. Pero, a la hora de la verdad, no quiso asumir ningún compromiso. Prefirió instalarse en la incomodidad", matiza Aznar.
En su opinión, Pujol "suele acertar en las cosas pequeñas y equivocarse en las grandes". "Decidió mantener abierto el bucle del victimismo y la reivindicación permanente. Estoy convencido de que fue una gran equivocación. Creo que Pujol perdió la oportunidad de ser el gran protagonista de un acuerdo histórico que habría beneficiado mucho a Cataluña", opina el ex jefe del Gobierno. Recuerda que las negociaciones con CiU se centraron en varios ejes, siendo el más importante el fiscal. Aznar afirma que sigue pensando que el modelo de financiación autonómica pactado en 1996 era "razonable y bueno". "Si el PSOE de Rodríguez Zapatero no hubiese decidido cambiarlo de manera innecesaria, la situación de España sería hoy bastante mejor", agrega.
Finaliza explicando que el pacto con CiU se cerró en el hotel Majestic de Barcelona el 28 de abril de 1996. "Pujol apuró al máximo los plazos y luego explotó política y mediáticamente el acuerdo todo lo que pudo. Lo presentó al mismo tiempo como un triunfo para Cataluña y un gesto de generosidad por su parte", dice. Para Aznar, fueron "buenos pactos" ya que ponían fin a una "anomalía histórica y en los que no había nada que el Estado no pudiera razonablemente aceptar y asumir".
Lo peor de todo es que la portada del libro reza "Memorias I", o sea, nos amenaza con otra entrega.
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