Un blog desde la diáspora y para la diáspora

sábado, 28 de junio de 2025

Egaña | El Complejo de Manuel

El tema de los pinganillos de Isabel Díaz Ayuso sigue dando de que hablar y en esta ocasión, Iñaki Egaña se encarga de enmendarle la plana a uno de los apologistas del dislate de Isabel, nadie más y nadie menos que el criminal de guerra y socio menor del Trío de las Azores, José María Aznar.

Lean lo que Iñaki nos ha compartido en su perfil de Facebook:

El complejo de Manuel

Iñaki Egaña

Hace unas semanas hemos conmemorado el 20 aniversario de la muerte de nuestro querido Jon Idigoras. Recuerdo que, en los años siempre beligerantes de los medios españoles, cuando Jon estaba en activo, esos propagandistas de la inexistente nación española escribían su nombre haciendo uso de su partida de nacimiento, Juan Cruz Idígoras. Jon había nacido en los prolegómenos de la sublevación franquista y, como convirtieron en costumbre hasta hace unas décadas, los nombres en euskara estaban rigurosamente prohibidos. No sólo para los recién nacidos, sino también para los que habían surgido en época de tolerancia y tuvieron que modificar posteriormente su nombre, incluso para las lápidas de los muertos con grafía euskaldun, cuyas inscripciones fueron modificadas cuando no destrozadas. Y por lo visto, la gran campaña de la dictadura trascendió los tiempos: “Sea patriota, no sea bárbaro. Viva España y nuestro idioma cervantino”.

Garbiñe se convirtió por decreto en Purificación, Lorea en María Flor, Itziar en Estrella, Jasone en Concepción, Maitena por Amada o Gaizka en Malo. A un colega hernaniarra sus padres le ponían Aitor de nombre, pero en el juzgado les señalaron que estaba prohibido, por lo que, sin traducción, se lo transformaron en Miguel. La familia Iriondo, sabiniana a más no poder, puso a uno de sus hijos de nombre Jel, en alusión al lema del PNV. Se lo truncaron por Jelasio. A mi hermana pequeña Elixabete le negaron también el nombre y lo mutaron a María Elizabeth, una incongruencia por eso de que su primer vocablo era hispano y el segundo inglés. A otra de mis hermanas, un juez benévolo permitió inscribirla como Yolanda, a pesar de las reticencias de otro severo que apuntaba a su procedencia rusa. Tuvo suerte, porque aún en 1970, el nombre de Iván estaba proscrito por ser, precisamente, de origen ruso.

La transformación no afectó únicamente a los nombres euskaldunes. El Régimen impidió aquellos que no aparecían en el santoral de la Iglesia católica y lo hizo con carácter retroactivo. Los y las nacidas antes de mayo de 1938, con sugerentes nombres como Libertad, Natura, Pasión (por Pasionaria), Democracia… fueron transformados. A Lenin Tristancho le corrigieron por José Antonio, para joder más bien, en recuerdo del fundador de Falange. Rosa Luxemburgo, hija del comunista vasco Jesús Larrañaga, fusilado por los franquistas en Madrid en 1942, se exilió cuando niña en la URSS. Retornada ya a Gasteiz, fue obligada a borrar su segundo nombre, Luxemburgo, no por la antipatía judicial al pequeño estado centroeuropeo sino por su referencia a la espartaquista polaco-alemana.

Hace unos días, la periodista y presidente de la comunidad de Madriz, Isabel Díaz (conocida por su segundo apellido, Ayuso) afirmó: “Lo cateto es llamarse Juan y pedir que te llamen Jon en el País Vasco”. Para la RAE, los catetos son los dos lados que junto a la hipotenusa forman el triángulo rectángulo”. También acepta el término peyorativo (sic) de “dicho de una persona pueblerina o palurda”. Por el contexto, esta segunda acepción es la que utilizó Ayuso. La verdad es que no se le pueden pedir peras al olmo, especialmente a una defensora acérrima de los privilegios de la elites económicas, y que tiene que cargar con la cruz de haber nacido en el día internacional de la erradicación de la pobreza. Pero sí, al menos, a sus asesores, a no ser que hayan sido fichados en uno de aquellos institutos que definió la película “School for Scoundrels” (Escuela para idiotas, tontos o pringados, según las versiones traducidas).

En Euskal Herria, los nombres Jo(h)anes, Juan, Jon o Jean han sido utilizados indistintamente, sin por ello tener una relevancia pueblerina. Desde el siglo XII, el nombre de Joanes era habitual en Lapurdi y el resto del país. Suhigaratxipi fue uno de los corsarios más famoso del continente, Leizarraga hizo la traducción al euskara del Nuevo Testamento, Oxalde uno de nuestros bertsolaris de renombre y entre los llevados a la hoguera por la Inquisición en Zugarramurdi, hubo hasta seis Joanes. Jon Bilbao fue probablemente el mayor compilador de documentación vasca, Etxaide nos enamoró con “Alos Dorrea” y Mirande, que nació en París, escribió en suletino. El pintor Txiki, Jon Zabalo, en su exilio londinense, modificó su nombre por razones administrativas por el de John. Elissamburu nos maravilló con su poesía, Borotra (Le Basque bondissant) con su tenis y Haritschelhar fue presidente de Euskaltzaindia. Los tres de nombre Jean. Y el azote de indígenas en el actual México, fray Zumarraga, era Juan. Como Ajuriagerra, presidente del PNV o nuestro Txiki Paredes, extremeño de Zarautz, fusilado por Franco ahora hace 50 años. Jon Idigoras era el hijo de Juanita Gerrikabeitia. El mendigoizale Oyarzabal es Juanito y el fotógrafo Egaña (nuevamente la familia) es Juantxo. Sin complejos, integramos nuestra mochila.

Más recientemente, una de las patas del triángulo de las Azores, el ex presidente hispano Joseph Miryam (romanizado del hebrero) Aznar ha subido el tono. En esta ocasión afeándole a Imanol Pradales su concurso en euskara en la conferencia de presidentes autonómicos, incluso recalcándole el origen castellano de su apellido. No se atrevió, en cambio, con su nombre Imanol, por temor a salir trasquilado. ¡Ay Aznar jauna, eres un acomplejado de manual!

Otro Imanol, hace tiempo que fundó el diario jeltzale Euzkadi y colaboró en la revista Hermes, de la misma línea, donde firmaba con el seudónimo “Gudalgai”. En 1914 presentó una obra teatral “furibundamente antiespañola” a decir de Indalecio Prieto. Se llamaba “El jardín del mayorazgo” y fue estrenada en un teatro de Bilbao. No la busquen, la han hecho desaparecer de todos los fondos españoles. Resultó que, más tarde, Imanol se transformó en Manuel y se convirtió en biógrafo del dictador Franco. Medró a su sombra y cobijó a sus hijos y nietos. Uno de ellos fue el citado José María Aznar, medalla de Oro de Madriz, hoy parte del elitista circulo de “Manolos” (judíos conversos) de la capital.

 

 

 

° 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario