Daniel y Aintzane nos hacen llegar este artículo publicado en Argenpress:
Opinión
La lucha por autodeterminación en el País Vasco
Entre Ibarretxe y Batasuna hay algunos acuerdos pero también diferencias varias
Por: Emilio Marín (LA ARENA) (Fecha publicación:05/11/2006)
Los vascos presumen de ser uno de los pueblos europeos más antiguos, con 2.000 años de historia. Siendo un pueblo-nación, aún hoy buscan su estado independiente. En eso están, con la negativa de España y Francia, y con sus diferencias internas.
La versión españolista de los reclamos vascos se reduce a presentarlos como generados por la existencia del “terrorismo” de ETA (Euskadi Ta Askatasuna, Tierra Vasca y Libertad).
Ese discurso antiterrorista floreció con la dictadura del Generalísimo pero siguió en mayor o menor grado con los gobiernos de la llamada “transición democrática”.
Tanto con Adolfo Suárez como con Felipe González y especialmente con José María Aznar, la política hacia Euskal Herria (País Vasco) combinó muy poco de autonomía y mucho de plomo, prisiones y aún desapariciones. Hubo casi treinta secuestrados y asesinados por los grupos parapoliciales GAL durante la gestión de González, a despecho de su fama de “socialista”, “obrero” y “español” (que según Joaquín Sabina no era una cosa ni la otra).
En todo caso la diferencia con los años de Francisco Franco es que los gobiernos del Psoe y el Partido Popular no bombardearon en Guernica como sí lo hizo en 1937 la Legión Cóndor, ni le dieron trato de “provincias traidoras” a las vascas. Y que, después de mucho regatear, el posfranquismo aceptó un estatuto de autonomía para el funcionamiento de la Comunidad Vasca (Viscaya, Guipúzcoa y Alava), con su presidente o lehendakari y algunos otros derechos muy acotados.
Eso sí, cuando no les gusta un partido vasco, como Herri Batasuna, acusado de ser el representante “de superficie” de la guerrilla independientista, desde Madrid se lo ilegaliza y listo. O se cierran radios y periódicos de la izquierda abertzale (patriótica) y se meten presos a sus responsables. Para esos menesteres el reino borbónico se vale del gobierno de turno y de los jueces estrellas como Fernando Grande-Marlaska, magistrado de la Audiencia Nacional empeñado en superar a Baltasar Garzón en el podio de la máxima dureza contra ETA.
El récord de Garzón luce sólido: en 2003 decretó la ilegalización de Herri Batasuna y posteriormente ordenó la prisión de su vocero Arnaldo Otegui. Luego le dio libertad provisional con una fianza de 600.000 euros.
Evidentemente con esas políticas represivas y persecutorias, a las que apostó Aznar siguiendo el libreto pergeñado en 2001 en Washington, no se podía alcanzar la paz ni la democratización de Euskal Herria. Si hasta el entonces presidente del gobierno atribuyó a ETA el atentado con bombas en Atocha, en marzo de 2004. Aznar mintió a sabiendas.
La nueva situación
Tres días después de esos atentados, donde murieron 191 personas, el candidato del PP, Mariano Rajoy, perdió los comicios frente a José Luis Rodríguez Zapatero. No hubo una sola razón para ello, aunque la flagrante mentira oficial sobre la autoría del acto terrorista empujó a muchos electores a poner la boleta del Psoe. Seguramente también influyó el hastío de los españoles con el seguidismo del presidente saliente hacia George Bush en su invasión de Irak, una operación muy criticada en la península y el mundo. Por supuesto, los límites de la distribución del ingreso de una España “moderna”, como gustaba presumir a Aznar, también puso lo suyo. Rodríguez Zapatero asumió las riendas del gobierno y, si bien eso no supuso un cambio radical, generó un mejor ambiente para la discusión pendiente con los vascos.
Es que Aznar, antiguo inspector de Hacienda del franquismo, se hubiera dejado cortar la lengua antes que hablar de tú a tú con los representantes de Euskal Herria, sobre todo si éstos tenían alguna inclinación abertzale o nacionalista.
Su sucesor, en cambio, manifestó en junio de 2006 que podía negociar con ETA teniendo en cuenta que “la democracia no va a pagar ningún precio político por la paz”. Rodríguez Zapatero no estaba tomando la iniciativa, que había partido de la guerrilla, con un cese del fuego unilateral anunciado el 22 de marzo de este año para favorecer la apertura de negociaciones con Madrid.
Se dirá que después de cuarenta años de enfrentamiento del sector radicalizado vasco con la policía antiterrorista española y sus cuerpos “especiales”, como los GAL, con un saldo de 800-1.000 muertos, había un mejor terreno para explorar soluciones negociadas.
Ese mejor ambiente, que aún perdura, no fue una concesión graciosa del poder central. Más bien parece un fruto, aún inmaduro, de la larga lucha de resistencia vasca, con todas sus expresiones políticas, sociales, culturales y aún armadas.
El intento de destrabar el conflicto tuvo un mejor ambiente internacional, en contraste con el modelo antagónico irradiado por la Casa Blanca desde su experimento en Irak. Y por cierto, que no esté Aznar en el Palacio de la Moncloa, no deja de ser un factor positivo para buscar un entendimiento.
La comunidad, dividida
Euskal Herria implica las tres provincias citadas -Vizcaya, Guipúzcoa y Alava- más Navarra, todos dentro de la frontera del Estado español, más Lapurdi, Benavarra y Zuberoa, del lado de Francia. Estos son los siete componentes del País Vasco aunque muchos argentinos creamos que los vascos sólo están de “este” lado de los Pirineos.
En todo ese contingente arde con pasión la idea de un pueblo-nación que quiere lograr su propio Estado, aunque del lado español hay más desarrollo político y organizativo que del galo. Paradojalmente, en Francia el partido Batasuna es legal y el “original” aún está ilegalizado.
Aunque se puedan ver a los vascos como un conjunto, evidentemente no es lo mismo su presidente Juan José Ibarretxe, del Partido Nacionalista Vasco (PNV), que Arnaldo Otegui, de Herri Batasuna.
En la última semana de octubre los argentinos pudimos ver esas coincidencias y diferencias. Es que a raíz de la Semana Vasca, tres mil personas del país y algunos de Uruguay se llegaron hasta Córdoba a participar de los festejos. Hubo charlas, debates, talleres y peñas musicales.
Ibarretxe fue de la partida, siendo distinguido con el “Honoris Causa” por la Universidad Nacional de Córdoba y el rector Jorge González. También fue invitado de una cena de honor del gobernador José M. de la Sota en el Palacio Ferreyra, siendo acompañado por empresarios vascos y funcionarios de turismo. Algunos de los visitantes habían dado conferencias con multinacionales como Intel y otras, agrupadas en el Cluster Tecnológico de Córdoba.
El lehendakari dijo en su conferencia en la UNC y en reportajes que “no queremos dejar pasar esta oportunidad para la paz”. Confió en que el diálogo con todos los sectores, incluido Batasuna, agrupará fuerzas para lograr la autodeterminación. De todas maneras, para el titular de la Casa de Gobierno en Vitoria, autodeterminación no es sinónimo de independencia pues planteó que lo correcto es “participar en un espacio con el Estado español”. Ante los representantes universitarios criticó al menos tres veces a ETA como “organización terrorista” que debe abandonar las armas y reparar a las víctimas.
Casi en simultáneo, el concejal electo de Batasuna, Josetxo Ibazeta, electo en 2003 pero que no pudo asumir por la ilegalización, también disertó en dos facultades de la UNC y el Cispren, gremio de prensa.
Ibazeta realzó la importancia de la decisión de ETA de decretar un alto el fuego unilateral en marzo de este año y el vigor que desde entonces tomó el “proceso de democratización”, diferenciándolo de otro de “pacificación”. Es que “la paz será una consecuencia del reconocimiento de nuestros derechos”, puntualizó, confirmando que Ibarretxe ha mantenido conversaciones con Batasuna. A propósito, la ley española ha encausado al mandatario vasco como un castigo por esa apertura política.
Pero no hay otros puntos de contacto entre el PNV y Batasuna. El primero expresa los intereses económicos dominantes en la región, entre ellos el Banco Bilbao Viscaya, de actuación depredadora en Argentina. Ibazeta en cambio, es un trabajador afiliado al LAB (sindicato de trabajadores Abertzale), como muchos de los independentistas, que quieren conjugar autodeterminación nacional con socialismo. Esto demuestra que no todos los vascos son iguales: debajo de boinas similares, hay ideas y prácticas muy diferentes.
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