Les presentamos esta reseña en el plano personal con la que desde Gara se da una dimensión más humana a lo sucedido en París el pasado sábado 9 de diciembre:
Las próximas semanas se anuncian decisivas, ya que los cambios esbozados por la delegación vasca y el Ministerio francés de Justicia deben dar paso a medidas concretas para cambiar la política penitenciaria.Maite Ubiria BeaumontEn el tramo final del Boulevard Montparnasse, una persona aguardaba, el sábado al mediodía, la llegada del cortejo organizado por los artesanos de la paz. Sentado en un banco, recuperando fuerzas para el asalto final de una movilización largamente esperada, allí se mostraba, solitario, el presidente de honor de la Liga de Derechos Humanos, Michel Tubiana. Cuando se acercaban ya las primeras filas de manifestantes, el hombrachón se incorporó e inicio la marcha, a una distancia prudencial, porque las piernas no siempre acompañan.Saludado por unos y otros, el representante de la entidad que figuraba como co-organizadora de la marcha caminaba a ritmo pausado, silencioso, inmerso en sus pensamientos. La insolencia se paga cara, pero creo que la lección finalmente mereció la pena.¿Qué es lo que cree que puede pasar a partir de hoy? Esa pregunta corría de boca en boca en la marcha y la mayoría de los periodistas la planteamos a más de uno de los ilustres que se acercaron a esa marcha que reunió a 11.000 personas. Yo se la hice a Tubiana. Su respuesta no se hizo esperar. «Esa no es una buena pregunta. La cuestión no es preguntarse lo que puede pasar, sino poner todo de nuestra parte para que pase». Touché.Ya en clave de estratega, el veterano abogado de origen argelino advertía: «Pensar que se ha logrado, gracias a esta movilización ciertamente extraordinaria, una correlación de fuerzas suficiente sería seguramente un error, porque lo que se impone siempre y ahora también es no bajar la guardia».El orador que cerró los turnos de palabra al final de la manifestación “Paix au Pays Basque: Orain presoak” edulcoraba luego sus sentencias con una invitación al Gobierno francés, al que luego se dirigiría también desde la tribuna. «Espero que entienda esta manifestación como una señal de la urgencia, pero también como un gesto de paz», expresaba el representante de la LDH, para mostrar, con todo, su confianza en que «haya cambios, tal como esperamos, en las próximas semanas».De un modo u otro, los artesanos han venido consolidando esa idea en la etapa final hacia un 9 de Diciembre que ha aportado un plus de legitimidad a las gestiones que tienen lugar en el Ministerio de Justicia. Lo hacía, antes que Tubiana, el también artesano Mixel Berhokoirigoin. Concretamente en unas declaraciones a pie de asfalto, en la última etapa de la marcha de las prisiones. Antes de fin de año. Ese era el plazo que citaba el de Gamarte.Uno y otro daban a entender que en esos encuentros se han enumerado ya las cuestiones claves en materia de política carcelaria y se han trazado, como esbozo, las «medidas concretas» que el presidente de la Mancomunidad Vasca, Jean-René Etchegaray, reclamaba desde la tribuna de la place Vauban.Las demandas básicas son conocidas: acercamiento de los presos, liberación de los enfermos, acceso a la libertad condicional a presos que han cumplido largas condenas. Uno de esos casos extremos quedó patente con la presencia en el acto final de Joana Haramboure, cuyo padre lleva ya 28 años entre rejas.Bajo el paraguas global de la demanda de la supresión de la legislación de excepción que se aplica a los presos y presas vascos, la delegación vasca ha tenido la ocasión de depositar todo un glosario, porque el progresivo endurecimiento de la «legislación antiterrorista» ha añadido alambres de espino a los muros de las prisiones y, en ocasiones, limita las libertades hasta después de salir de prisión.En ese espacio de trabajo las partes han podido intercambiar pareceres sobre los efectos colaterales de las medidas de urgencias adoptadas en el Hexágono a raíz de los atentados islamistas en el Estado francés, y más concretamente capítulos tales como la inclusión de decenas de exprisioneros vascos en el llamado fichero FIJAIT. En este sentido, puede decirse que en esos encuentros se han descrito, en sus diferentes formas, las medidas que son hoy un obstáculo a levantar si se quiere abrir una nueva etapa, «lo antes posible», tal como urge el diputado adscrito a la mayoría gubernamental de LREM, Vincent Bru, o si se prefiere la nomenclatura del senador derechista Max Brisson, «en un plazo de tiempo razonable».Aunque todavía es pronto para decir si el 9D va a traer por sí mismo una aceleración de los tiempos –siguiendo la consigna de Tubiana no seria cuestión de mirar al reloj sino de empujar para que las manecillas corran más deprisa–, lo que sí parece un hecho es que el momento de decir puede y debe dejar pronto paso al tiempo de hacer.En el contexto de esa marcha en París, un portavoz del Ministerio de Justicia galo, Youssef Bardr, interpelado por la agencia AFP, lanzaba dos mensajes. El primero venía a confimar, como hiciera ya la delegación vasca a finales de octubre, que se ha abierto «un diálogo constructivo».Por vez primera, una fuente oficial corroboraba en París que la interlocucíón está en marcha. La movilización en las calles de París, en la que electos de todos los colores, actores de la sociedad civil y familiares de los presos compusieron una imagen de poderosa unidad no es ajena, sin duda, a esa declaración.En la segunda parte de esa escueta declaración, el portavoz ministerial dejaba caer la idea de que el acercamiento no plantea, de partida, un problema irresoluble al gobierno, «siempre que esas demandas de traslado respondan a peticiones individuales». Efectivamente, tras la iniciativa del Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK) para acabar con al alejamiento, mediante la solicitud de destino a las cárceles de Zaballa, en el caso de los que cumplen pena en el Estado español, y de Mont-de-Marsan, para los cautivos en el Estado francés, los presos cursaron esas demandas. Las peticiones individuales están a espera de respuesta.Con ser relevante el mensaje del Ministerio de Justicia, el 9D pone de manifiesto que la fuerza de esa entente vasca por los derechos de los presos reposa en la sociedad. Y en la apuesta, absolutamente pragmática, que ha permitido converger a gentes de horizontes diversos en un objetivo común y, digámoslo claro, asequible, a costa de no resignarse a hacer preguntas o a expandir malos augurios, sino a aportar al esfuerzo de los distintos actores, para que lo que la mayoría del país quiere desde hace demasiado tiempo pase lo antes posible.El llamamiento a “Arriesgar por la paz” tiene como destinatario primero a París, pero emplaza a otros escenarios, geográficos y políticos, que persisten en posiciones de bloqueo. París queda sin duda lejos, no ya para Madrid sino para quienes el 8 de abril no acertaron a poner rumbo a Baiona. Sin embargo, como ocurrió con el desarme, un desbloqueo, como entonces, bajo supervisión de la sociedad civil, de la agenda relativa a los presos, interpelará a quienes prefieren sembrar interrogantes en ver de construir respuestas compartidas.
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