Implacable, Koldo Campos nos da su opinión acerca del "debate" del PaP:
Puerta a puertaCronopiando | Koldo Campos SagasetaHace muchos años, no voy a decir en qué pueblo, cuando los primeros automóviles comenzaron a ocupar las calles, los accidentes en cruces y rotondas eran tan frecuentes como mortales.Todos los vecinos, sin excepción alguna, se habían mostrado consternados por los accidentes. Hasta se habían comprometido públicamente a conducir con responsabilidad… pero, a pesar de los reiterados compromisos, los accidentes seguían provocando muertos.A algunos vecinos de ese pueblo, cuyo nombre mejor me callo, se les ocurrió colocar en determinadas calles y plazas un aparato que ya era un éxito en otras muchas ciudades. El aparato se llamaba semáforo y, en base a un simple juego de luces, ayudaba enormemente a organizar el tráfico de vehículos.Si el semáforo estaba en rojo detenías el coche y si estaba en verde seguías tu ruta. Las ciudades que los habían instalado habían visto reducirse el número de accidentes y víctimas. Eso era, precisamente, lo que todo el mundo coincidía en desear.Sin embargo, los vecinos de ese pueblo innombrable, cuando oyeron hablar de la posible instalación de semáforos, lejos de alegrarse de que hubiera aparecido un método simple, barato y efectivo que lo hiciera posible, mostraron su rechazo a semejante idea.-Es un sistema caro, incómodo y que atenta contra la intimidad y el derecho de las personas –se quejó un vecino- ¿Por qué tienen que imponerme cuándo debo detener mi coche y cuándo no?- “¡Los semáforos son feos…!” –agregó otra vecina.-¡Y van a ser nuestra ruina! –denunció un tercer vecino- ¿Cómo vamos a generar entonces suficientes desechos para nuestros vertederos e incineradoras!Por eso es que en mi pueblo no hay semáforos.
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