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martes, 21 de mayo de 2013

Patrimonio Cinematográfico Vasco

Desde Gara traemos a ustedes este reportaje acerca de la historia del Séptimo Arte en Euskal Herria:

La memoria de un pueblo en 35 milímetros

El número 35 parece ser clave para la Filmoteca Vasca. 35 son los milímetros que guardan tantos y tantos recuerdos en los miles de rollos custodiados en sus archivos. 35 años son los que cumple este mes, después de que cinco amantes del séptimo arte la fundaran con unas pocas películas en sus haberes.

Nagore Belastegi

Apareció un rollo de película que resultó ser el el primer noticiario vasco, el 'Eusko Ikusgaiak', realizado por Eusko Ikaskuntza, que hablaba sobre las tradiciones. Y como era mudo, los intertítulos eran en euskara, castellano y francés. Cada vez que aparece una cosa de estas se me alegra el corazón. Esta es la memoria de un pueblo, así de claro», comenta Peio Aldazabal, uno de los fundadores de la Filmoteca Vasca en 1978 junto a Juan José Almuedo, José Luis Basoco, Nestor Basterretxea y José Manuel Gorospe. Aldazabal relata que por aquel entonces guardaba las pocas películas que poseían debajo de su cama, porque eran de nitrato inflamable y no se podían tener el cualquier sitio. Después los depósitos de la Filmoteca fueron aumentando, al igual que los apoyos institucionales. «Tuvimos un local de nueve metros cuadrados en la calle Andia, después pasamos a un camerino de los cines Astoria, a una sala del teatro Victoria Eugenia y, finalmente, a la oficina de la calle Sancho el Sabio de Donostia», explica. Pero no es ahí donde guardan sus películas. Son miles, por lo que los films que tienen que ver con Euskal Herria los guardan en el Palacio Urdanibia de Irun, mientras que los de ámbito internacional están en Oñati.

Aldazabal recuerda muy bien el momento en que decidió que sería interesante crear una filmoteca vasca. «En el 76 yo trabajaba de operador de cine y un señor trajo un rollo envuelto en papel de periódico, por si lo podía arreglar. Tenía 600 metros, era muy largo y era una grabación de los Sanmarciales de Irun, que daté sobre los años 20». Aquel hombre era un coleccionista zaragozano que se llevó su película y la depositó en la Filmoteca de Zaragoza cuando se creó años después -la vasca fue la segunda en fundarse, después de la española-. «Gracias al buen trato con la Filmoteca de Zaragoza pudimos restaurar la película y datarla correctamente en 30 de junio de 1912», explica. Pueden saber la fecha exacta gracias a que, además del desfile de la fiesta, aparece un partido entre el Athletic Club y el Real Racing de Irun, que solo se enfrentaron en dos ocasiones, de las cuáles una coincidió con los Sanmarciales. Esta película es el documento audiovisual vasco más antiguo que existe hasta el momento.

Con el Athletic Club tiene que ver también otro documento histórico, mencionado esta vez por Ion López, director-conservador de la Filmoteca. «Serafín Esnaola, un cura aficionado al cine, grabó el momento en que Iribar y Kortabarria sacaron la ikurriña en Atocha, en el 76, antes de que la legalizaran», explica. Según él, esa imagen es tan popular que todos nosotros creemos haberla visto en movimiento, pero no pudo ser posible hasta el descubrimiento de esta película de Esnaola. «Lo grabó desde las gradas, desde un lateral, no desde en frente como todos recordamos. Que sepamos, esa es la única grabación que hay de ese momento, y es gracias a un aficionado».

De hecho, los fondos privados amateur suponen la mayoría de los depósitos de la Filmoteca Vasca donde, aseguran, se encuentran verdaderas joyas. Otros dos documentos únicos que guarda la Filmoteca tienen que ver con Oteiza. En uno de ellos el escultor aparece en su caserío, comiendo con su familia, y después aparece junto a un adolescente -suponen que es su sobrino- al que está enseñando a cincelar en uno de sus populares apóstoles.

Precisamente, estos monumentos son los protagonistas de otra filmación completamente diferente: una boda en Arantzazu. «Primero aparecen los novios entrando en la iglesia y, como dentro estaba muy oscuro, el cámara decide quedarse fuera donde, casualmente, están colocando uno de los apóstoles en su fachada. En la siguiente imagen los novios salen de la iglesia ya casados. En ese momento no eran conscientes de la importancia de esas imágenes, pero son las únicas que existen», afirma López.

La guardiana de nuestro patrimonio

La Filmoteca no deja de recibir rollos de películas, que nunca llegan a poseer. «Cuando alguien tiene un rollo y un proyector nosotros le aconsejamos que no intente reproducir la película, porque la puede dañar. En cambio, le animamos a que nos la traiga para que la digitalicemos y podamos preservarla y compartirla; ellos seguirán siendo los dueños, si alguien quiere usar las imágenes deberán pedirles permiso», quiere dejar claro López.

La normativa regula que las copias y negativos especiales deben conservarse por debajo de los 14ºC y el 50-60% de humedad; el archivo vasco está a 6º y con un 40% de humedad para evitar daños. En total custodian al rededor de 2.000 copias en 35 milímetros, y una cantidad incontable de rollos en formato Super 8, 9,5 y 16 milímetros. Además, reciben decenas de depósitos obligatorios anuales procedentes de películas financiadas por el Gobierno de Lakua, y de este modo se aseguran una copia de la mayor parte de la producción audiovisual vasca.

Pero al margen de lo local, la Filmoteca cuenta con varias copias de gran interés internacional, como una película de Georges Méliès, «Le chevalier mystère». «La encontraron en la basura junto a otra treintena de películas. Estaba en muy mal estado y la restauramos en colaboración con la Filmoteca de Barcelona. Resultó ser una copia de 1899 -el cine se creó en 1895-, la única coloreada a mano que existe», comenta López. Para Joxean Fernández, actual director de nuestro archivo, este tipo de descubrimientos son un orgullo «porque somos una filmoteca pequeña». Documentos de este tipo, de gran interés, pueden ser consultados por investigadores para que realicen sus tesis, como el propio Fernández en su día, y por profesionales del cine. La relación con otras fundaciones como el Instituto Etxepare y Zinemaldia es constante, pero Fernández espera poder aumentar las sinergias y su servicio al patrimonio de Euskal Herria cuando, por fin, pasen a formar parte de Tabakalera.






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