Este texto ha sido publicado en Kaos en la Red:
Un trampolín para nuevos saltos
Euskal Herria no podía hacer en estas elecciones lo que quería, pero podía no hacer lo que no quería hacer. Y lo ha hecho muy bien.
Floren Aoiz
Si algo ha demostrado la sociedad vasca en los últimos 50 años es su capacidad para anular los planes que sin contar con ella y sin tener en cuenta sus derechos se han escrito para ella. Un poema del recientemente fallecido Mario Benedetti recordaba que uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere. Ese derecho es uno de los pocos que la sociedad vasca ha ejercido en los últimos años una y otra vez, y lo ha hecho contra viento y marea, con determinación, con ilusión, a veces con rabia y frustración, en otras ocasiones con imaginación y hasta con desesperación en los años más oscuros del franquismo. Pero lo ha ejercido constante y eficazmente.
Y lo ha vuelto a hacer este 7 de junio. Ha dicho que no quiere el escenario de bloqueo y recrudecimiento del conflicto que habían escrito para nosotros. Crece el independentismo de izquierdas en Ipar Euskal Herria y en la parte peninsular del país la sociedad ha dicho no a la estrategia represiva de la Ley de Partidos y ha dado la espalda a quienes criticando esta Ley pretendían aprovecharse de ella para sustituir a la izquierda abertzale. Es más que significativo el tirón de orejas de Miguel Sanz a los partidos de Nafarroa Bai por no ser capaces de impedir que la izquierda abertzale recuperara el liderazgo en el ámbito abertzale y progresista en Nafarroa. En la misma dirección, podemos estar seguros de que las felicitaciones de Rubalcaba a Aralar no se repetirán ahora.
No será ésa la única felicitación buscada y ahora descartada. El propio Rubalcaba, emblema de la estrategia del PSOE frente al mal llamado «conflicto vasco» no recibirá aplausos tras este nuevo fracaso. Los resultados de la lista de Iniciativa Internacionalista han abierto una nueva vía de agua en la estrategia represiva basada en dar credibilidad a una solución policial y vender la imagen de una izquierda abertzale acorralada y noqueada. El intento de impedir toda expresión de visibilidad del independentismo ha sido contestado en forma de un inmenso letrero de neón avisando a navegantes de la capacidad de la izquierda abertzale de superar las circunstancias más complicadas.
A la espera de despejar algunas preocupantes dudas sobre votos «perdidos» y cómputos sospechosos, la lista de Iniciativa ha obtenido fuera de Euskal Herria unos resultados de un notable significado político, aunque muchos habríamos deseado que el apoyo popular hubiera sido mayor. Si en nuestro país resulta difícil plantar cara a la maquinaria represiva y su brazo mediático, fuera de aquí las complicaciones son mucho mayores y en este escenario cada papeleta constituye un voto de oro. En cualquier caso, estamos ante un desafío que va para largo y el proyecto de acción común entre agentes diferentes puede mirar al futuro con esperanza una vez superada esta prueba.
Y todo esto en una coyuntura de pulso entre PP y PSOE. Mientras el PP logra superar los escándalos de corrupción y se convierte en primera fuerza a nivel de estado, se confirma que la estrella de Rodríguez Zapatero brilla menos cada día. Movimientos de agentes como CiU o el propio PNV auguran posibles escenarios futuros de alianzas hoy en día difíciles de imaginar. No obstante, el desgaste del PSOE ha sido menor del que muchos esperaban pese a la envergadura de la crisis y la acumulación de errores gubernamentales en todos los ámbitos. Puede que haya tenido algo que ver en todo ello el perfil de Mayor Oreja, capaz de movilizar a la contra más voto PSOE que el propio candidato López Aguilar. Rajoy puede sentir que su liderazgo se refuerza por segunda vez en pocos meses, tras la victoria en Galiza, pero no le basta con sentarse a esperar ver pasar el cadáver político de Zapatero.
No es bueno para Euskal Herria que haya obtenido la victoria en el estado un vasco abanderado del españolismo mas reaccionario, pero tampoco un reforzamiento del PSOE habría sido un buen escenario. No habría sido bueno que se sintiera respaldado el partido que más lejos ha llegado en la violación de los derechos de miles de ciudadanos vascos, el partido que ha tomado las instituciones de Gasteiz al asalto.
En el ámbito de los partidos vascos, llama la atención la debilidad del PNV, incapaz de convertir estas elecciones en un toque de atención al PSE. Para los jeltzales era muy importante hacer visible su superioridad sobre el partido de Patxi López y para algunos de ellos era preciso demostrarlo ahora, sin Ibarretxe. Ni lo han logrado ni se han atrevido a plantearlo claramente en esos términos, porque sabían que no están precisamente en su mejor momento. Por otra parte, mientras IU confirma su creciente marginalidad política en el país, el tirón de ERC se muestra incapaz de contrarrestar la desmotivación del electorado de Eusko Alkartasuna y Aralar. La escisión de EA, materializada precisamente en la semana previa a los comicios, ha tenido sin duda su influencia en los malos resultados de la coalición, pero Aralar, que tan felices se las veía tras el 1 de marzo, ha podido sentir el amargo sabor de la frustración. Los espejismos no duran eternamente y quienes se presentaban a sí mismos como la futura izquierda abertzale van a tener que hacer urgentemente una cura de humildad.
El caso de Nafarroa, donde la Ley de Partidos comenzó a aplicarse antes y donde ya se ha vivido por tanto un largo ciclo marcado por sus consecuencias, es muy clarificador. A lo largo de los últimos años se han podido distinguir dos etapas diferenciadas y si en la primera la ilegalización y la irrupción de Aralar y Nafarroa Bai debilitaban visiblemente a la izquierda abertzale, los resultados de este 7 de junio marcan una nueva situación. Volvemos al viejo triángulo UPN/PP-PSOE-Izquierda Abertzale. Bastaba leer Diario de Navarra o escuchar a los líderes de UPN, PP y PSOE para confirmar su disgusto por la fuerza de la izquierda abertzale. Sanz lo ha expresado sin tapujos al reconocer que la izquierda abertzale es «la opción nacionalista mayoritaria en Navarra y eso debe llevar a la reflexión al nacionalismo en su conjunto, a todas las opciones que hoy conforman Nafarroa Bai».
El rechazo de la pretensión de ilegalizar Iniciativa Internacionalista y los resultados que ha obtenido, sobre todo el retorno a la tercera posición en Nafarroa (algo que podría ocurrir también en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa si se solventan ciertos «errores» en el recuento) han fortalecido a la izquierda abertzale frente al estado, frente al PNV y frente a quienes pretendían sustituirla. Esto acarrea una responsabilidad enorme, claro está. En Nafarroa porque está llamada a liderar la alternativa al bloque UPN-PSOE y en el conjunto del país porque es la única que puede protagonizar una suma de fuerzas en torno a la construcción nacional y la búsqueda de un escenario democrático. Estas elecciones han sido, por fortuna, un trampolín para nuevos saltos en lugar de -como quería el Gobierno español- una zancadilla a los planes de la izquierda abertzale.
Del mismo modo, los resultados en Nafarroa Beherea, Zuberoa y Lapurdi confirman la solidez de Batasuna y los demás sectores que han apoyado a EHA, y señalan el camino del futuro. Euskal Herria no podía hacer en estas elecciones lo que quería, pero podía no hacer lo que no quería hacer. Y lo ha hecho muy bien.
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