Hace unos años, en el transcurso de un encuentro de escritores, tomé una silla al azar y me senté a desayunar entre asturianos con madera. En diagonal, una mujer con algunos años de ventaja platicaba de la justicia con aire adolescente, y cortaba el pan con la fe de quien razona sus convicciones.
Las grandes presencias humanas se detectan al instante. Tratan de que sus atributos pasen desapercibidos, pero sus rasgos y comentarios los delatan: cierta receptividad, fuera de lo común, para el dolor y la alegría propios y ajenos. Alguien se dirigió a ella por su nombre y para mis adentros seguí con el apellido.
Eva Forest estaba frente a mí. Así es que la mujer ideal existía, y era verdad. Y quien leyó "la verdad", que aprenda a leer. Ser de verdad: voz clara, mente despierta, mano generosa y una total ineptitud para el cálculo y la intriga.
Supe de Eva en momentos que los pueblos de España, con esa tenacidad y experiencia de siglos en lucha contra feudales, absolutistas, clericales y fascistas, libraban las últimas batallas contra el régimen de Francisco Franco.
El 20 de diciembre de 1973, 15 minutos antes del inicio del juicio contra 10 sindicalistas clandestinos (Proceso 1001), un atentado dinamitero de la ETA acabó en Madrid con la vida del almirante Luis Carrero Blanco, jefe del gobierno español y brazo derecho de Franco.
Vale recordar un hecho que la "historia posmoderna" (¿?) trata de ocultar: con excepción de jóvenes fascistas, como José María Aznar, nadie calificó de "terrorista" aquel acto que frustró las ilusiones del generalísimo para asegurar la pervivencia del régimen. Cuanto mucho, los partidos políticos callaron lo que en silencio festejaban.
El franquismo se endureció. El 2 de marzo de 1974, el catalán Salvador Puig Antich fue sentenciado a morir por "garrote vil". La técnica de ejecución consiste en un collar de hierro similar al usado por el conquistador Francisco Pizarro para asesinar al inca Atahualpa (1533), y que en la parte posterior lleva un punzón que con lentitud rompe las vértebras cervicales del condenado.
Meses más tarde, en la sede de la Dirección General de Seguridad del Estado (DGS, que tantas enseñanzas legó a los GAL de Felipe González), la ETA hizo estallar otra carga de dinamita. Inculpados de complicidad y secreto, cientos de "sospechosos" son puestos bajo jurisdicción militar. Eva Forest y su marido, el escritor Alfonso Sastre, entre ellos.
Durante nueve días con sus noches, Eva fue sometida a tortura en los sótanos de la DGS. Los policías escupían en la mirilla de su celda y comentaban: "Sólo hay que tirar sobre ella y decir que se quiso escapar". Pero Eva llevaba consigo lo que su esposo dice que debemos tener: un "pensamiento fuerte".
En la cárcel no pierde el tiempo. Organiza su pensamiento y el de las reclusas, se dirige por carta a los hijos, se preocupa de sus amistades, amores, zapatos nuevos, calificaciones y al salir en libertad, porque nada le prueban, los nervios de oro de esta catalana nacida en 1928 en cuna de anarquistas, "con la conciencia puesta" (Santiago Alba), salen más fortalecidos.
"El hecho de que haya muerto Franco y se hubiese establecido un régimen formalmente democrático, no hizo que problemas como la tortura desaparecieran", me dijo. Trabaja en esto desde 1979, cuando en Euskal Herria (donde residió 30 años) organizó el TAT, Grupo contra la Tortura.
Alineada con la izquierda abertzale, Eva fue elegida senadora en representación de Herri Batasuna. En 1991 funda con Sastre la editorial Hiru, que da a conocer las obras de quienes implícitamente se preguntan qué pasa en un país donde una sola editorial y un solo periódico parecen haber momificado a casi todos los escritores "democráticos" de la península.
De su vida de más medio siglo al lado de Alfonso Sastre, José Daniel Fierro dice que al leer una obra o un artículo de cualquiera de ellos dos "... lo que uno escribió no estuviera también pensado por el otro, que las ideas expresadas no fueran las de ambos, que los comentarios y los razonamientos no fueran un diálogo de la pareja".
Panelista del Foro Social Europeo (Florencia), en las Jornadas sobre la Humanidad frente al imperialismo (Cuba), en el Encuentro Mundial en Defensa de la Humanidad (Venezuela), Eva Forest nos visitó hace un par de años, invitada para integrar el Tribunal Internacional Benito Juárez que condenó la política terrorista de Estados Unidos contra Cuba.
Inmune al fuego exterior, estoy seguro que en lugar de un buen hotel celestial Eva persigue, en sus propios pagos, a todos los fascistas para que se mueran de una vez. Quedan sus libros, en los que cualquiera puede aprender cómo se combate la moral de sacristía y alcancía.
Reacia al feminismo de escaparate, la frívola búsqueda del espejo individual, el ecumenismo simplón, Eva Forest estuvo en todos los besos, platicando desde y para el llano. Mujer que alguna vez soñé para mí, Eva fue la compañera blindada del hombre entero que alguna vez también soñé para mí. Ten aquí, Alfonso, un pecho más. Reposa.
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