Este capítulo en la historia muy pocos lo saben. Tanto el Yad Vashem como el Centro Simón Wiesenthal nunca se dignaron siquiera responder a mis intentos de investigar cuanta información tenían ellos al respecto y por que no hay árbol para los vascos en el famoso jardín.
Independientemente de lo que Israel es hoy, un estado agresor y genocida, queda demostrado una vez más que los vascos tienen una clara tendencia a solidarizarse con otros pueblos en dificultades, razón por la cual hoy apoyamos a los palestinos en su lucha por sobrevivir la bestial embestida de la maquinaria de guerra sionista.
Pues bien, ya esta saliendo a la luz la historia que muchos quieren ocultar, esta nota fue publicada en El Correo Digital:
Estimado señor Coto, los vascos hoy viven en el mismo rincón europeo que han habitado por miles de años y es obvio que ni españoles ni franceses los quieren dejar en paz. Si los israelíes realmente quieren la paz lo primero que deben de hacer es retirarse de Palestina y respetar el derecho del pueblo palestino a ser.
Independientemente de lo que Israel es hoy, un estado agresor y genocida, queda demostrado una vez más que los vascos tienen una clara tendencia a solidarizarse con otros pueblos en dificultades, razón por la cual hoy apoyamos a los palestinos en su lucha por sobrevivir la bestial embestida de la maquinaria de guerra sionista.
Pues bien, ya esta saliendo a la luz la historia que muchos quieren ocultar, esta nota fue publicada en El Correo Digital:
Exiliados vascos tripularon en 1947 los mayores barcos de la emigración de judíos a Israel
Un grupo de exiliados transportó hace 60 años a 16.000 judíos desde Bulgaria a Palestina, en los dos mayores barcos de la emigración ilegal que ayudó a crear el Estado de Israel
ISABEL IBÁÑEZ i.ibanez@diario-elcorreo.com/BILBAO
Un hombre de 88 años llamó hace dos semanas a EL CORREO. Alejandro Coto -aunque tuvo por nombre de guerra Marcel Levy- quería reivindicar un olvidado episodio de la Historia protagonizado por un puñado de exiliados de nuestra Guerra Civil, la mayoría vascos, en las navidades de 1947. Sesenta años después, Alejandro recuerda las aventuras y, sobre todo, desventuras a bordo del 'Pan York' y el 'Pan Crescent', dos enormes barcos gemelos bananeros que llevaron en sus bodegas a 16.000 judíos, la mayoría rumanos -muchos supervivientes del Holocausto-, desde Bulgaria a Palestina para ayudar a formar el inminente estado de Israel. En realidad, es una historia similar a la vivida poco antes por el 'Exodus 1947', la travesía que reflejó Leon Uris en su libro 'Exodo', después llevada al cine con Paul Newman. Estos otros buques, los dos 'Panes', los más grandes de la emigración ilegal semita, acabaron finalmente en Chipre, después de un montón de peripecias.
Eran tiempos en que un adolescente dejaba pronto de serlo para empezar a hacer muescas en su alma de hombre. El joven Alejandro Coto terminó en Marsella como muchos otros huidos del régimen franquista. En su caso, se salvó por los pelos de ser fusilado el 21 de agosto de 1938, con 17 años, en un prado de la localidad cántabra de Luena. Un comandante requeté de Bermeo decidió sacarle 'in extremis' de la fila simplemente porque sabía que era de Algorta. Pero ésa es una historia para otra ocasión.
En Marsella, Coto y otros vascos fueron contactados por un agente naviero griego que les propuso un viaje no exento de peligros: transportar judíos ilegalmente a territorio palestino -por aquel entonces bajo mandato británico por encargo de la Sociedad de Naciones-. José Antonio Lisbona, periodista y escritor experto en las relaciones entre Euskadi e Israel, explica que la Agencia Judía no quería esperar a la inminente creación del Estado de Israel -se iba a constituir el 15 de mayo de 1948- y buscaba llenar antes la zona de inmigrantes ilegales, «ya que un mayor número de semitas agrupados en aquel territorio llevaría a un dibujo de fronteras más beneficioso para ellos».
Alejandro Coto aceptó la propuesta. Lo recuerda él: «En aquel tiempo, éramos solidarios con la causa judía, así que aceptamos de buena gana. Incluso nos inventamos nombres hebreos, en mi caso Marcel Levy». Lisbona afirma en su libro 'España-Israel: Historia de unas relaciones secretas' que «el nacionalismo vasco siempre ha tenido una gran admiración por el pueblo judío y los logros alcanzados por el Estado de Israel, ya que se considera que tienen muchas simiilitudes: lengua propia (hebreo), un carácer étnico, unos símbolos, una historia y, ante todo, una profunda identidad nacional».
Coto y medio centenar de marinos vascos y asturianos se enrolaron sin dudar en el 'Pan York' y el 'Pan Crescent', dos buques bananeros comprados en Nueva York a la United Fruit Company. Pero estaba claro que, aunque el viaje no era largo, se hacía necesario acondicionar las 'tripas' de ambos para poder alojar a 8.000 personas en cada uno. Para ello, de Marsella zarparon rumbo al puerto rumano de Constanza: «Allí estuvimos unos meses -explica Coto- poniendo catres y lavabos para aquella pobre gente». Así llegaron las navidades.
Escenas dramáticas
Cuando fueron a recoger su 'carga' al puerto de Burgas, en Bulgaria, les esperaba «una multitud. Todos ellos llevaban a cuestas lo poco que les quedaba. Recuerdo perfectamente que la mayoría tenía sus cosas dentro de sábanas atadas por las puntas». No sospechaban que todo se iba a quedar allí. «Los de la Agencia Judía, con eso fueron muy duros, les obligaron a abandonar todo en el muelle porque sólo podíamos llevar personas. No te puedes imaginar las escenas dramáticas que vivimos allí, cómo lloraban; debían dejar sus pertenencias, toda su vida, atrás. Y luego, había algunos que estaban en condiciones precarias, muy débiles, no podían ni subir solos por la pasarela, así que teníamos que ayudarles... Aquello fue muy duro, muy muy duro...» (se le humedecen los ojos).
El 27 de diciembre se hicieron a la mar. Los 'pasajeros' salían a cubierta para tomar el sol de invierno y respirar, huyendo del hacinamiento. «Algunos nos pedían que les dejáramos las duchas, pero estaba prohibido porque eran miles de personas, todo un problema. Les decíamos: 'Mira, ahí está la puerta, yo no he visto nada'».
Las calamidades, sin embargo, llegaron a su punto álgido cuando ya se encaminaban hacia Haifa. A la salida del estrecho de Dardanelos les cerraron el paso tres fragatas británicas para hacerles desistir de su empeño, para impedir la llegada a Palestina de tal cantidad de inmigrantes ilegales, como ya había pasado meses antes con el 'Exodus 1947'. Alejandro Coto, recluido en la sala de máquinas, no entendía por qué el buque se escoraba de modo peligroso: «No había mala mar, así que no sabíamos qué pasaba. Cuando subimos a cubierta, quedamos asombrados: los judíos estaban todos del lado por dónde aparecieron los británicos y les insultaba y amenazaban con los puños para que nos dejasen pasar».
Pese a la intensa oposición, finalmente, los 'Panes' se vieron obligados a dirigirse al puerto de Famagusta, en Chipre, donde recalaron en Nochevieja. Los judíos quedaron confinados en un campo de refugiados, donde estuvieron hasta que meses más tarde pudieron ser trasladados al ya creado Estado de Israel. En cuando a la tripulación, los responsables de los barcos fueron retenidos hasta que pudieron escapar utilizando nombres falsos. Entre ellos estaban Víctor Gangoitia, protagonista de un reportaje publicado hace 20 años en este periódico, y el capitán Esteban Errandonea, que se quedó a vivir en Israel convertido al judaísmo. Ambos continuaron con la labor de trasladar judíos. El 'Pan York' y el ''Pan Crescent' hicieron posteriormente más viajes como el aquí descrito. José Antonio Lisbona informa de que desde el final de la II Guerra Mundial zarparon 142 barcos 'ilegales' que trasladaron a 70.000 judíos. Los 'Panes' fueron los más grandes.
Alejandro Coto, ayudante de máquinas, pasó un mes en Chipre a la espera de que arreglaran sus papeles y volvió a Marsella, desde donde ya partió a vivir nuevas aventuras -incluso un naufragio frente a las costas de Barcelona en 1948 que quedó recogido en las crónicas de la época- hacia Australia, y más tarde a Singapur. No fue hasta hace unos años que regresó a Bilbao: «Los judíos iban buscando su nación, pero se equivocaron de lugar. Deberían haberse quedado en Europa o en EE UU; allí jamás tendrán paz».
Estimado señor Coto, los vascos hoy viven en el mismo rincón europeo que han habitado por miles de años y es obvio que ni españoles ni franceses los quieren dejar en paz. Si los israelíes realmente quieren la paz lo primero que deben de hacer es retirarse de Palestina y respetar el derecho del pueblo palestino a ser.
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