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viernes, 7 de mayo de 2021

Egaña | Tirar la Toalla

Implacable como acostumbra ser, nuestro amigo Iñaki Egaña hace sudar la gota gorda a más de uno con este texto:


Tirar la toalla

Iñaki Egaña

La pandemia detectada y extendida entre nosotros desde ya hace más de un año, ha mostrado las costuras de un sistema que hace aguas en sus aspectos solidarios con una gestión en la que la improvisación ha superado escandalosamente a la anticipación. Es cierto que, ante situaciones inesperadas que afectan a la sociedad, la gobernanza no tiene asideros previos para preparar una estrategia que consiga atajar la complicación.

Pero también es cierto que, en 14 meses, el tiempo para que los supuestos departamentos de crisis hayan hecho apuestas tanto coyunturales como a medio y largo plazo ha sido suficiente para avanzar posiciones. Sin embargo, estamos como al principio, poniendo parches, dando más importancia a la comunicación que a la solución, remendando noticias, apostando por las multas y pidiendo voluntarios en vez de convocar apresuradamente puestos de trabajo para equilibrar la desequilibrante tendencia a vaciar lo público. Lo que cerca de 5.300 muertos más tarde, es como decir que apenas se han extraído lecciones de un fracaso histórico.

La excusa permanente ha sido la manifestada por el lehendakari Urkullu: “nadie tenía un libro de instrucciones para abordar la pandemia”. No había, efectivamente, experiencias de pandemias modernas, excepto las localizadas en el llamado Tercer Mundo. Pero desde que se atajaron las más mortales, como la peste, el tifus, el cólera o la lepra, hemos llegado a la Luna, hemos descubierto el genoma humano y nos han interconectado en todo el planeta a través de redes económicas y sociales soportadas en satélites que rondan nuestras cabezas o fibras que circulan por los fondos marinos.

La gestión de Lakua de la pandemia ha ido paralela a la de Zaldibar y en ambos casos se reproducen decenas de los tics que han acompañado al mandato de ambos desastres. El derrumbe del vertedero de Zaldibar se produjo el 12 de febrero del pasado año, el primer caso detectado de coronavirus, en Txagorritxu de Gasteiz, poco más de dos semanas después. Frivolidad, despecho, minimización, altanería. Cualquier crítica, por nimia que fuera, era contratacada con una virulencia inusitada. En vez de elegir la forma de abordar la crisis de manera conjunta, agrandando el musculo nacional, el Ejecutivo, pronto en funciones por el adelanto electoral, decidió una huida adelante, en solitario y subcontratando los casos a sus empresas y chiringuitos habituales. Aprovechando la crisis para engordar a los suyos. Hasta la UPV fue aparcada a la espera que los asesores farmacéuticos del PNV eligieran las empresas a contratar.

Un rápido repaso a la hemeroteca nos permite observar la de tonterías que lanzaban los supuestos líderes, ofreciendo un espectáculo lamentable, impropio de un país como el nuestro capaz de tejer históricamente redes solidarias de forma rápida y sostenida. La gestión de las residencias de mayores, las normas contradictorias y tardías, la priorización de ciertos sectores económicos sobre la salud y, sobre todo, la falta de iniciativa para reforzar los servicios públicos imprescindibles, en especial Osakidetza, nos abocaron a convertirnos en vanguardia europea y mundial del caos, en contagiados y en fallecidos.

El mito de una Euskadi (CAV) diferente, emprendedora, activa y con un nivel de autonomía equiparable a algunos estados soberanos se ha ido desinflando. Las imágenes de las trabajadoras de residencias, de sanitarias, de las asalariadas de otros sectores ocupando la calle para denunciar las negligencias del Gobierno vasco han sido crónica diaria. Y lo peor es que la lectura interna que ha hecho el partido y su consorte de Gasteiz, ha tenido que ver exclusivamente con la comunicación. Puso a Aldekoa al frente de ETB, priorizó a Vocento concediéndole prebendas, relevó a sus consejeras cuya locuacidad les perdió, e hizo dimitir a quienes firmando las normas se las habían saltado por su condición VIP, como gesto.

Tengo la impresión, pasados ya no sé cuántos ecuadores anunciados de esta crisis, que la anticipación ha sido definitivamente excluida y que, como en los combates de boxeo, los “cutman” que trabajan en la esquina entre round y round, han arrojado definitivamente la toalla. Y la tengo, la impresión, desde que oí hace ya un mes a Jonan Fernández, chico para todo, minimizar esta cuarta ola, apuntando a que tocaría techo brevemente. Félix Zubia, el jefe de la UCI del hospital Donostia le contestó, negando radicalmente que fuera cierto lo apuntado. Y los datos, desagraciadamente, confirmaron al médico.

La desaparición de los escenarios de Fernández y la graduación en las intervenciones de la consejera Sagardui han dado más protagonismo al lehendakari Urkullu, como si con ello el Ejecutivo autónomo quisiera recuperar la credibilidad perdida. Pero siendo la estrategia la misma, los resultados no podían diferir. Como en la negación de Judas al Cristo católico, Urkullu mintió por tres veces, en la comparación de los contagiados, de los fallecidos y de la administración de vacunas. La CAV está peor que España.

El siguiente paso no deja de ser paradójico. Lehendakaritza se queja de sus pocas competencias para enfrentar a la pandemia, echa balones fuera, cuando se ha pasado el fin de la legislatura anterior y la primera parte de la presente diciendo que le satisface el nivel de autonomía del Tercio Occidental y que el autogobierno actual responde a sus objetivos.

Dentro de esta línea, las próximas semanas asistiremos a un silencio atronador, en la línea del de Zaldibar, en la línea de aquel suceso irregular que acabó con un ertzaina ahogado en el Urumea, a la espera que la vacunación aplaque la nefasta gestión. Pero nuevamente vuelven a errar en su apreciación. Porque entonces comenzará la segunda parte de la crisis que ya está aflorando, la económica. Para abordarla, ya hemos visto los prolegómenos con los trabajadores de Tubacex, entre otros. Y que el Gobierno autonómico “solucionará” esa ola social con porrazos, apaleamientos masivos y pelotas de goma.

 

 

 

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