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viernes, 4 de septiembre de 2015

Meltxor | "Yo Acuso"

Inspirado en la campaña mediática en contra de José Luis Elkoro, desde las páginas de Naiz el escritor Igor Meltxor lanza un cáustico "yo acuso":


Además del la prisión de José Luis Elkoro y el de quienes como él han quedado en libertad, Igor Meltxor denuncia la situación de quienes, condenados a raíz del mismo sumario, continúan encarcelados, así como los innumerables ataques contra medios de comunicación de Euskal Herria. Y denuncia, asimismo, la diferente vara de medir ante estos y otros ataques a la libertad de expresión.

Igor Meltxor | Escritor y analista político

El pasado miércoles quedó definitivamente en libertad José Luis Elkoro, con 80 años, tras su condena por el cierre de “Egin”, que le ha llevado a estar la última parte de la condena en arresto domiciliario debido a su enfermedad, con una pulsera de control telemático atada a su tobillo. Un caso, como muchos otros, que contienen injusticia, dolor y venganza por parte del Estado español y de aquellos cínicos eternos defensores de la libertad de expresión. Cinismo sin límites en muchos de ellos, sobre todo en la clase política, aunque si hacemos caso a Quevedo, éste ya advirtió en su época que la hipocresía era «grande virtud política». Todo un visionario.

Hoy denuncio la hipocresía y el cinismo de aquellos y aquellas que han utilizado una vara de medir muy diferente ante ataques flagrantes contra la libertad de expresión ocurridos en Euskal Herria.

Yo acuso a aquellos y aquellas que callaron ante el atentado con bomba en la redacción de la revista “Punto y Hora” en su redacción de Iruñea en octubre de 1977, y cuya directora, Mirentxu Purroy, había sufrido numerosas amenazas y había sido enviada a prisión meses antes, acusada de injurias a las Fuerzas Armadas españolas.

Yo acuso a quienes no alzaron la voz tras el secuestro de “Punto y Hora” en febrero de 1981 con motivo de las torturas a Joxe Arregi, y mucho menos rechazaron el encarcelamiento del nuevo director de esa revista, Xabier Sánchez Erauskin, por «injurias al rey», después de escribir un artículo en relación con la visita del monarca a la casa de Juntas de Gernika.

Yo acuso a quienes siguieron escondidos cuando en junio de 1983 el Gobierno del PSOE secuestró nuevamente “Punto y Hora” por supuestas injurias al entonces presidente español, Felipe González y al inefable ministro del Interior, José Barrionuevo.

Yo acuso a quienes no alzaron la voz cuando el consejero y delegado en Ipar Euskal Herria del periódico “Egin”, Xabier Galdeano, fue asesinado por los GAL, y se dedicaron a relacionar al periodista con ETA, mientras daban amparo a los autores de la muerte.

Yo acuso a quienes ampararon a los autores de la muerte del que fuera jefe de redacción de “Egin”, Josu Muguruza, y a quienes mantuvieron actitudes hipócritas e indignas con motivo de su asesinato en Madrid. Todo un lehendakari como José Antonio Ardanza, que lideró durante años decenas de manifestaciones tras atentados de ETA, declinó acudir al multitudinario funeral de Muguruza en Bilbo.

Yo acuso de indignidad a quienes han condenado atentados de ETA contra periodistas, haciendo alegatos a favor de la libertad de expresión, y han liderado manifestaciones de protesta y, por el contrario, no han puesto el mismo entusiasmo en otros casos de flagrante ataque contra medios de comunicación y los trabajadores de los mismos.

Yo acuso a quienes colaboraron en el cierre de “Egin” y Egin Irratia en julio de 1998, habiendo hecho una labor previa encomiable: «‘Egin’ apunta, ETA dispara» (campaña de EGI, diciembre 1991), «La campaña de EGI está justificada» (Joseba Egibar, 15 de diciembre de1991), «La desaparición de ‘Egin’ sería un favor para la higiene democrática» (José Antonio Ardanza, 24 de noviembre de 1993), «Todas las mañanas explota una pequeñísima bomba, de unos cincuenta gramos de amonal, que es ‘Egin’» (Juan María Atutxa, 22 de agosto de 1996).

Yo acuso a quienes en un actitud hipócrita trataron de trasladar a la opinión pública su tristeza y malestar por el cierre de un medio de comunicación como “Egunkaria” en febrero de 2003 mientras años atrás se habían ocupado de colaborar en su desaparición. «Son significativas las coincidencias existentes entre esta red dedicada al cobro del ‘impuesto revolucionario’ y entidades tan importantes para el mundo de HB como su propia Mesa Nacional, el diario ‘Egin’, ‘Euskaldunon Egunkaria’ y el sindicato LAB» (Juan María Atutxa, 3 de febrero de 1992), o «La desconfianza del PNV hacia el periódico se debía a la participación directa y estrecha que han tenido el MLNV, KAS, la permanente de KAS y directamente también ETA» (Joseba Egibar, 22 de julio de 1993).

Yo acuso a quienes silenciaron la clausura de las revistas “Ardi Beltza” (2001) y “Kale Gorria” (2003) y el encarcelamiento de periodistas como Pepe Rei.

Yo acuso a quienes callaron y callan ante el cierre sistemático de medios de comunicación digitales en Euskal Herria, mientras se les llena la boca hablando de «libertad de expresión»: Basque Red Net (2004), Gaztesarea (2010), Apurtu (2011), Burlata.Herria (2013), Ateak Ireki (2013). Una muestra de lo que el historiador alemán Karlheinz Deschner denominaba como «libertad de prensa»: uno puede leer lo que se publica. Así de claro.

Yo acuso a quienes ocultan que en su tierra continúan en la cárcel periodistas, como el director de “Egin”, Jabier Salutregi, personas como Jexuxmari Zalakain, que saldrá de prisión a los 68 años de edad tras permanecer ocho años dentro, y otras personas condenadas a raíz del sumario 18/98 que seguirán más tiempo encerradas.

Yo acuso a aquellos que jamás serán capaces de mirar a los ojos a personas como Pablo Gorostiaga excarcelado con 73 años, y que padeció la venganza de los miserables hasta el extremo de no poder despedirse de su mujer antes de su muerte; o los hermanos Murga, Isidro y Patxo, que abandonaban la cárcel hace meses con 69 y 74 años, por el grave delito de pertenecer al Consejo de Administración de un periódico, o a periodistas como Teresa Toda, excarcelada en 2013 tras cumplir 6 años en prisión.

Decía Molière que la hipocresía «era el colmo de todas las maldades». Hipócritas quienes durante años han mirado hacia otro lado ante estos sucesos o incluso han colaborado en su ejecución.






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