Palestina y Euskal Herria, dos pueblos hermanos
Mucho se ha dicho en estos tiempos sobre el holocausto palestino. Y, aunque los análisis hacían referencia al Medio Oriente, algo de lo que hemos escuchado suena a musiquilla conocida por estas latitudes.
Se ha repetido -allá lo mismo que acá- que la intervención cruenta del Estado no era contra el pueblo, sino contra el terrorismo y quienes lo justifican; que es la actuación provocadora de los grupos violentos la que da argumentos a la represión estatal (como si el imperialismo necesitase pretextos para imponer su brutalidad); que son los «terroristas» -cainitas y suicidas- los que están inmolando a su propio pueblo; que la denuncia de la violencia tiene que hacerse desde la equidistancia, ya que tan violentos son los bombarderos israelíes como los petardos palestinos... Todos estos mensajes, preparados y expandidos por el sionismo, tenían dos objetivos concretos: convertir a la víctima en verdugo y ocultar la verdadera raíz del conflicto (¿no ocurre algo parecido por aquí?). Leila Said, representante de la Aurorita Palestina en Europa, hace un análisis certero. «Israel niega la existencia de un pueblo, lo está aplastando porque no quiere reconocer que ese pueblo tiene derecho a vivir. Israel (¿solamente?) sigue convencido de que la reivindicación nacional de los palestinos puede aplastarse con la fuerza militar. Han pasado 60 años y ese recurso no funciona. El pueblo palestino no ha bajado los brazos y seguimos existiendo». Ante esta evidencia, Olmert reiteraba mensajes que nos resultan familiares: «Hemos conseguido muchos de nuestros objetivos, pero os pido paciencia para poder llegar hasta el final».
El Estado israelí, lo mismo que el español, no actúa solo. Cuenta con fuertes complicidades internacionales y con el cipayismo local. Abu Mazzen -personificación de todos los colaboracionistas- ha sido la voz palestina del sionismo: siempre exculpando a éste y culpabilizando de todo a sus paisanos resistentes; interlocutor permanente de los agresores para sugerirles por dónde deben atacar y para unificar estrategias o mensajes. Ha reprimido a los palestinos que se movilizaban en solidaridad con sus hermanos con más rigor que los propios sionistas. Todos los «mazzen» temen perder el control de la situación que les ha sido delegada y les obsesiona el cumplir los oscuros compromisos asumidos con sus patrones. El traidor Abu esperaba y deseaba que la resistencia gazatí fuera liquidada para poder recuperar, con la ayuda sionista, los espacios perdidos (el repugnante cálculo cipayo ante la ilegalización de candidaturas). Si su pueblo ya lo aborrecía por corrupto, ahora lo desprecia por traidor, que ambas miserias suelen ir cogidas de la mano.
La resistencia palestina tiene abierta la estrategia de los cohetes, pero tiene mucho más abierta la estrategia negociadora. Según Norman Finkelstein, especialista en el tema, «Hamas está empeñado, con la mayoría de la comunidad internacional, en buscar un acuerdo diplomático; en este punto, Israel se enfrenta a lo que ellos mismos llaman una ofensiva de paz palestina; para derrotar esta `peligrosa' ofensiva trata de desmantelar a Hamas».
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