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sábado, 20 de diciembre de 2008

Argala : a 30 Años

El diario Gara ha publicado una reseña acerca de la vida, muerte y legado de José Miguel Beñaran conocido como Argala. En estos tiempos de severa intoxicación mediática hay que estudiar este documento para poder poner en su verdadera dimensión la lucha de todo un pueblo por su autodeterminación y la política colonialista y represiva que enfrenta.

Aquí lo tienen:



«Argala», un militante que sigue haciendo historia

Hoy se cumplen treinta años desde que la guerra sucia dirigida por Madrid atentó contra la vida del dirigente de ETA José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala. El ideólogo independentista volverá a ser recordado en Arrigorriaga y otros puntos de Euskal Herria. Alguien tan cercano como Telesforo de Monzon dejó escrito que «de un manantial agotado surgen otros manantiales, y el torrente se hace mucho más arrollador. Porque aquí el torrente arrollador es el Pueblo».

Gari Mujika

Lo escribió el histórico dirigente abertzale Telesforo de Monzón tras la muerte en atentado de Beñaran, en Angelu, un día como hoy de hace 30 años: «No os engañéis. El vacío de Argala en Euskadi lo habéis logrado y lo sentimos todos. Pero no es más que un simple manantial agotado. Porque aquí pasa al revés que en la Naturaleza. De un manantial agotado surgen otros muchos manantiales. Y el torrente se hace mucho más arrollador. Porque aquí -como en todos los movimientos nacionales vivos- el torrente incontenible es el Pueblo. Agur José Miguel y agur Argala. En medio del combate, a los dos os quise y a los dos os saludo».

El veterano Monzón no fue el único que reconocía la talla del dirigente de ETA nacido en Arrigorriaga. Adversarios políticos e incluso enemigos también la reconocieron. Tanto el recién nacido diario «El País» como «El Diario Vasco» lo llevaron a portada y editorializaron tras su muerte. Con amplias fotografías sobre el estado en el que quedó el Renault de Argala en el que colocaron la bomba, los dos rotativos informaban del «asesinato» del dirigente de ETA en Angelu. Ambos admitían su relevancia política, para lo que recogían declaraciones y notas de condena de grupos como el PSOE de Euskadi, que condenó «este brutal atentado». Mario Onaindia, por su parte, tildaba de «asesinato fascista» la muerte. Y el que fuera consejero de Transportes y Comunicaciones del Consejo General Vasco, Juan María Bandrés, decía que Argala era una de las personas de la organización armada con más capacidad de análisis político.

El que fuera presidente del PNV en aquellas fechas, Xabier Arzalluz, en una entrevista concedida a la revista “Interviú'” declaraba lo siguiente: «Quienes entregan la vida por su pueblo merecen nuestra admiración y respeto, aunque reconozcamos todo cuanto nos separa de sus modos de actuación». Decenas de organismos y agentes políticos denunciaron el atentado contra Argala.

En estos días en los que peyorativamente se subraya la juventud de los actuales militantes de ETA, cabe resaltar que José Miguel Beñarán Ordeñana falleció en Angelu con tan sólo 29 años. Una edad casi impensable para la ingente labor política que dejó en su haber. Nacido en 1949 en una familia abertzale en Arrigorriaga, las problemáticas obreras y las injusticias sociales fueron su principal acicate para la toma de conciencia y su implicación total en la lucha por la liberación nacional y social de Euskal Herria.

El resumen del proyecto político en los conceptos independencia y socialismo, fue teorizado por el joven militante vizcaino, siguiendo el camino que Txabi Etxebarrieta ya había avanzado en ese aspecto. El idea de Pueblo Trabajador Vasco, que implícitamente lleva esa misma acepción, fue puesta en circulación por Argala.

Pero Argala aplicó además muy concienzudamente la dialéctica marxista que profesaba, con sus años de militancia en una organización armada que cumple ahora 50 años. Una continuidad que el propio Beñaran ya vaticinó tras el fracaso de las conversaciones de Txiberta y la aceptación por parte de los jeltzales del marco estatutario que deriva de la Constitución española.

Cinco años después del «carrerazo»

Lo recordaba también el recientemente fallecido Javi Larreategi, Atxulo, compañero de filas de Argala, con el que participó en una de las acciones con mayor alcance político jamás llevado a cabo por la organización armada ETA: la muerte del almirante y sucesor de Franco, Luis Carrero Blanco. «Había fracasado el intento de Xiberta y todas las posibilidades de afrontar la ruptura con el franquismo desde la unidad de acción con el PNV habían fracasado. Argala estaba muy preocupado con eso y decía que se había perdido una oportunidad histórica y que quedaba lucha, por lo menos, para otros veinticinco años», señalaba a GARA Atxulo, justo en el veinticinco aniversario de su muerte a manos de la guerra sucia.

Tras el referéndum del 6 de diciembre en el que la Constitución fue rechazada en Euskal Herria, los servicios secretos españoles dirigidos por José María Bourgon llevaron a cabo una de sus acciones más ambiciosas. Justamente cuando se cumplían cinco años del atentado que se cobró la vida del sustituto de Franco en Madrid, una potente carga explosiva se llevó la vida de Argala. Días antes, el que fuera ministro español del Interior Rodolfo Martín Villa había dado cuenta de que en próximas fechas habría importantes noticias con respecto a ETA.

La organización armada de cuya dirección formaba parte Argala emitió una nota al día siguiente en la que hacía una semblanza del joven militante de Arrigorriaga: «Nosotros, que durante largos años de militancia en ETA hemos compartido con él las alegrías y las penas de la vida clandestina, conocemos muy bien su gran espíritu de sacrificio, su enraizamiento total en la lucha revolucionaria y en la causa nacional y social del Pueblo Trabajador Vasco. Argala no era, como algunos han pretendido, un combatiente ocasional nacido durante la época franquista. Argala era más que eso, era un revolucionario en todo el sentido del término. Pero un revolucionario vasco con sus raíces en las esencias patrimoniales del Arbol Vasco».

Después de que la represión policial forzase su huida de Arrigorriaga cuando contaba con tan solo 21 años, en 1970, Argala comienza a asumir y a formar parte de la historia de ETA y, por consiguiente, también del país. Al poco de huir de su pueblo natal, y pese a estar enmarcado en el aparato militar de ETA, jugó un papel importante en el denominado VI Biltzar Nagusia, entre 1971 y 1972. Eran años claves para el futuro de ETA como organización armada. Beñaran Ordeñana acuñó entonces la frase de «yo discuto con todos; intelectualizo ante los militares y militarizo ante los intelectuales». Unas palabras que reiteran la conexión entre la teoría y la práctica.

Esa praxis llegó con el secuestro del empresario Zabala, en el que, según recogen publicaciones de la época, participó el propio Argala y que derrumbó la tesis de algunos sectores que se esforzaban en intentar vincular a ETA con el empresariado y la burguesía.

En aquellas épocas convulsas, en las que el goteo de caídas de militantes de ETA era incesante, Argala no pudo, por motivos de seguridad, acudir a una asamblea, de modo que fue castigado por indisciplina. Aquellas sanción afectó personalmente al joven militante, hasta el punto de que llegó a plantearse la posibilidad de ir a América del Sur a seguir su lucha desde allí.

Pero el destino tenía otra tarea para Argala. El año 1973 le llega en Madrid, donde pasa casi todo al año hasta llevar a cabo la sonada acción armada contra la vida del sucesor de Franco, el almirante y presidenete del Gobierno, Luis Carrero Blanco. Primero se planeó su secuestro y al verse imposible, ETA optó por matarlo. UN atentado que sitúa en una encrucijada a las autoridades fascistas y a quienes diseñaban ya un postfranquismo sin ruptura ni reforma alguna.

La circunstancia de que por aquel entonces ETA estuviera dividida en cuatro frentes y las continuas tensiones entre los «obreristas» y los «militaristas» derivó finalmente en una nueva escisión. De esta última asamblea, en 1974, surgirían ETA-pm. y ETA-m. Argala tuvo, una vez más, un importantísimo papel en estos debates y, por consiguiente, en el diseño de la estructura, el funcionamiento y los presupuestos políticos que la nueva organización armada hacía ante la esperada muerte del dictador de El Ferrol y la llegada de un anunciado postfranquismo. Él fue quien elaboró el famoso Agiria de 1974 en el que exponía los presupuestos de ETA para la intervención en la nueva etapa política que se abriría con la muerte de Franco, con el objetivo de que no derivara en «una democracia burguesa».

También se atribuyen a Argala numerosos escritos aparecidos en las publicaciones de ETA-m. Cabe reseñar el Zutik 69, de febrero de 1978, que fue el último editado por ETA-m. y que contiene un exhaustivo análisis sobre el momento político iniciado tras las primeras elecciones de 1977.

Su legado político se completa con el testimonio que dejó grabado en la víspera del atentado contra su vida, así como del prólogo autobiográfico para el libro de Jokin Apalategi «Los vascos, de la nación al estado». Al ser publicado pocos días después de su muerte, se considera un relato póstumo del joven militante.

La muerte de un niño

Mucho se conoce sobre la capacidad analítica y estratégica de Argala en el campo político, pero, sin embargo, muy poco sobre las razones de fondo que le empujaron a militar en ETA. Según relata su familia y se recoge en la edición monotemática que publicó la revista “Punto y Hora de Euskal Herria'” en 1979, José Miguel Beñaran Ordeñana nunca pudo olvidar la honda impresión e indignación que le causó la muerte de un niño en el hospital comarcal como consecuencia de la inasistencia y negligencia médica.

Al subrayar su humildad extrema pese a su nivel intelectual y de compromiso político, su compañera, Asun Arana, explicaba que «era importante porque lo era, pero nunca quiso serlo». La figura de Argala sirvió y sirve como referente de militante por este motivo: quienes lo conocieron han resaltado de él su carácter humilde, solidario, sensible a todas las injusticias, reflexivo, autodidacta, dialogante, estratega... Hay coincidencia también en que no hizo gala nunca de su posición de liderazgo en aquellos años clave. Ni salió por su boca que hubiese tomado parte en el atentado contra Carrero Blanco o en otro tipo de acciones armadas.

Una muestra de su personalidad fue el hecho de que el magnetofón en el que grabó, la víspera de su muerte, su testamento político, fue adquirido tras meses de ahorro y de idas y venidas a distintas tiendas en Ipar Euskal Herria para comprarla a un precio razonable.

Gracias a aquella adquisición, por cierto, parte de su legado político pervive y se puede escuchar, tres décadas después, en su propia voz.


Un militar español asume el atentado, y el trabajo de Angel Amigo fija la mirada en neofascistas italianos

En el 25 aniversario de la muerte de Argala, en 2003, «El Mundo» sorprendía en portada con un titular más que singular: «Yo maté al asesino de Carrero Blanco». Bajo el seudónimo de «Leónidas», el militar español asume y detalla cómo llevó a cabo, junto a otros siete oficiales del Ejército, el atentado que se cobró la vida del militante vasco. «Nunca entendimos que el Gobierno diera una amnistía a la gente que atentó contra don Luis Carrero. Por eso, tras el atentado contra Argala nos sentimos tranquilos: habíamos cumplido con nuestro deber y habíamos hecho justicia a nuestro almirante», afirma «Leónidas». Pero con la llegada del documental dirigido por Angel Amigo respecto a la desaparición de Pertur, «El año de todos los demonios», también se abre otro camino, que puede ser incluso complementario, para esclarecer la autoría de quién atentó contra la vida del joven dirigente de ETA. Angelo Yzzo fue uno de los italianos que declaró sobre los atentados contra refugiados vascos, y se afirma que ofrece detalles del atentado de Angelu.

«Como familiares, lo que queremos es que el conflicto se solucione y traigamos la paz»

Pablo y Maite Beñaran Ordeñana, hermanos de Argala, no dudaron cuando GARA contactó con ellos para charlar sobre la muerte de su hermano hace treinta años. Lejos de repetir con qué sentimientos vivieron aquel trágico suceso, Pablo y Maite repasan algunos hechos recientes y miran hacia al futuro reclamando que, «como familiares, lo que queremos es que el conflicto se solucione. Que las causas que lo generan se solucionen, que reconozcan el derecho de autodeterminación y que el pueblo pueda decidir sobre su futuro de forma que, de una vez por todas, traigamos la paz a este pueblo y que no haya sufrimiento para nadie más».

Hace exactamente cinco años, en el veinticinco aniversario de su fallecimiento, un acto político recordó la figura de Argala en Arrigorriaga. En ese acto participó Arnaldo Otegi, por lo que después fue condenado por los tribunales españoles. Los dos tienen claro que aquello fue «un juicio político y el objetivo, que Arnaldo Otegi fuera a la cárcel». Pablo recuerda que el mensaje que se lanzó entonces fue «un mensaje de paz», pero considera que «antes de empezar el juicio la sentencia estaba ya escrita». Y eso que incluso «el periodista de ‘El Mundo’ reconoció que le obligaron a sacar la noticia de aquella manera para facilitar la condena contra Otegi».

La plaza de Arrigorriaga se llama Argala, aunque los intentos para eliminarla son continuos. «El Estado español intenta borrar cualquier recordatorio a los gudaris vascos. Ellos no son nadie para quitar algo que fue acordado por unanimidad, dos veces, por el ayuntamiento. Y si tanto respetan la decisión del pueblo, se ve que quitarla sería totalmente antidemocrática». Un caso parejo se vivió cuando el alcalde intentó organizar un acto por «las víctimas del terrorismo» en el que junto a un Policía español y un taxista quisieron incluir a José Miguel Beñarán. Lo hizo sin informar a la familia de Argala, pero éstos sí le comunicaron que «consideramos que nuestro hermano no tiene que estar ahí. Porque él nunca perdió la dignidad. Argala se dignificó él solo con su lucha, su sacrificio y el objetivo que llevaba su lucha».

Preguntados sobre cómo vivieron aquel 21 de diciembre, sin responder evidencian que el paso del tiempo no merma, ni mucho menos, el recuerdo. «Lo que nunca he sentido es odio», asegura Maite, a lo que le añade que «cuando oigo a las ‘víctimas del terrorismo’ y el odio que despiden, la utilización política...»


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