José Mari Esparza Zabalegi - Editor
Todo irá mejor
En cualquier caso, para todos es buena noticia. Para los que sólo les molesta el ruido caliente de las bombas; para los que nos estremece mucho más la fría violencia del sistema, y también para los que dicen que ni lo uno ni lo otro, pero que hablan cien veces más de lo uno que de lo otro. Todos dicen albricias y anuncian cambios futuros. Yo espero algunos: El Estado anunciará de inmediato su tregua, y dejará de usar la ley como un chicle; en las comisarías no habrá ya más bolsas que las de pipas, y en las cárceles pondrá a los presos más cerca de la puerta. Las asociaciones de víctimas harán ruido sabedores que es en la piñata final donde más caramelos repartirán para comprar silencios. Ya sabemos que nada sustituye los seres queridos, pero las lágrimas se vierten mejor en recipientes de oro. Los herederos de Manzanas brindarán por su abuelo. Las verdaderas víctimas, si son gente honrada, se alegrarán de que nadie vuelva sufrir como sufrieron ellos. El PNV agradecerá a la ETA todas las castañas recogidas y merendadas en solitario durante tantos años; reconocerá lo fácil que adquirió competencias a cuenta de un «problema vasco» que sufrieron otros, y se mostrará dispuesto a dejar paso a nuevas gobiernos que oxigenen sus endogámicas instituciones. La Ertzaintza, preñada de soberbia, será purgada, desaparecerán sus embozos, lucirán sus txapelas y siniestros personajes como Atutxa y Baltza serán borrados hasta del listín de teléfonos. Izquierda Unida reconocerá que si se torturó durante tantos años y a tanta gente, y si se llamó «Estado de Derecho» a esta farsa, fue por su silencio letal, pues sin su consenso no hubiera sido posible. Pedirá perdón por su tibieza y afán de medro. Y en Navarra abandonarán las tesis de Del Burgo, y aprenderán de sus abuelos del Frente Popular que un Estatuto sin las cuatro provincias es pasto de la derechona. Elkarri y Lokarri se convertirán en Hilarri y descansarán en paz después de tantos esfuerzos baldíos. No se puede servir por igual Dios y al Diablo sobre todo cuando las mercedes vienen de Dios. Aquella campaña unidireccional en favor de las víctimas de ETA dejó en el camino a miles de víctimas que sólo pedían un poco de equidad. Sin intermediarios, el mercado de las ideas también funcionará mejor. En la tregua vamos a ver a ELA demostrar su mayoría sindical en pro de la patria. Con ETA en silencio, sonará su tronadora voz como nunca la hemos oído y, amén de engordar, se preocupará también de hacer músculo abertzale, fuerza de choque independentista. «El día que callen las armas haremos noseloqué» solían decir. Temblad españoles: la hora ha llegado. Eusko Alkartasuna deshojará al fin su margarita: O vuelve con su ex-marido, que la maltrata pero la colma de prebendas, o se va con los cazadores de estrellas a cruzar el desierto hacia la libertad. Ahora ya no tiene excusa alguna para sus recatos morales: puede acostarse con su amante independentista. ¿Podrán vivir lejos de los pesebres? Algunas sí. Otras volverán, sumisas, al cómodo lecho marital. Es la hora de Aralar. Calladas las armas, temblará el Parlamento. No teniendo ya paisanos a quien incordiar con peticiones de tregua y condenas de violencia, ya sólo tendrán una violencia que denunciar. Demostrarán a los jóvenes que toda kale borroka se puede hacer desde el escaño. Los veremos patalear, ser sacados a rastras por clamar contra la injusticia, renunciar a sus soldadas. Pero sobre todo, replantearse montajes como Nafarroa Bai, hechos la sombra de la Ley de Partidos. En cualquier caso, alguno deberá retomar la idea de abrir un kiosko. La hora del paro ha llegado. Aunque parezca lo contrario, la izquierda abertzale, es la que peor panorama tiene. Parte con treinta y una de mano, pero puede perder la partida si confunde su actividad con la de ETA. A mayor radicalismo armado correspondía mayor ternura política, de la misma manera que al cese de las armas corresponde mayor dureza dialéctica. Y muchas veces se ha obrado al revés. La mejor manera de evitar que ETA vuelva a la lucha armada es demostrar que hay otras vías de lucha que la sustituyen: la pasión militante, la resistencia civil, la lucha popular en todas sus formas, la imaginación insurgente, la entrega desinteresada a la construcción nacional y al cambio social. Si la izquierda abertzale con su lucha es capaz de cubrir el enorme hueco activista que deja ETA y consigue contagiar a lo mejor de otras fuerzas políticas, probablemente las nuevas generaciones de vascos no se sentirán compelidas a tomar las armas. De los demás espero poca cosa. Si este país tiene futuro, la izquierda abertzale será la clave. Sonó la hora. ETA ha dicho alto el fuego. Los demás, a lo nuestro: jo ta ke, irabazi arte.Estamos de suerte. Algunos dirán que, gracias a su insistencia, los malos de la ETA han declarado un alto el fuego, pero es más probable con perdón que ETA haya elegido un momento adecuado para avanzar en sus objetivos. Cuarenta años con las mismas alforjas, hace suponer esto último.
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