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Crónica de dignidad y de vergüenza
Llega desde Euskal Herria. Nos cuenta la experiencia vivida cuando el pueblo vasco quiso recibir los cuerpos de los presos vascos exterminados en las prisiones españolas. La deleznable y vergonzoza actuación de la Ertzaintza de PNV-EA, y la dignidad de la gente.
Hola : Enrike y yo estuvimos alli, así que os voy a contar lo que vivimos el sábado, y os inserto también la crónica de Gara de ayer.
El salvajismo con que intervino la policía vasca no es ni siquiera comparable con la de "los grises" de Franco. Lo comentábamos cuando, tirados en el suelo, aguantábamos una lluvia de cientos de pelotas y cartuchos. Lo que allí vivimos quedará para siempre en las retinas y en el corazón que aún se me desboca de recordarlo. El PNV prohibió el acto de homenaje a Igor en su pueblo. Era a las 5:30 de la tarde. Nos dio igual, miles de personas llegamos hasta el centro del pueblo sorteando controles y cordones policiales. La sensación general, una vez que estábamos ya juntos, era la de cerdos que van al matadero. Pero como que daba igual. Hay cosas que están por encima del miedo personal y del instinto de supervivencia. Cuando hay muertos, y encima son presos muertos, y en esas condiciones, hay determinación. Sólo eso. Las calles estaban llenas de gente joven y gente mayor. Hijos, padres, abuelos.
Nuestros dirigentes estaban allí, móvil en mano, negociando la situación. A las 5:30 ya nos dijeron que no se iba a hacer el acto, pero que podíamos ir andando (3km) hasta el cementerio de Portugalete, adonde iba a llegar a las 7:30, el cuerpo de Roberto, el segundo compañero muerto (coincide que los dos eran de pueblos limítrofes).
Y eso hicimos, echamos a andar detras de la pancarta, gritando consignas contra la dispersión, y de recuerdo a los dos compas muertos, y cuando llegamos al limite entre Santurtzi y Portugalete, ahí estaba una barrera de policías para no dejarnos pasar. Vamos parando la marcha (más de 10.000 personas) y vemos como Joseba, Arnaldo, Olano, conversan con los mandos que seguidamente les quitan la pancarta, los empujan y empieza la lluvia de pelotazos. Nosotros, con Enrike, estábamos al lado (entre las primeras 100 personas) y rápidamente nos echamos al suelo. Así hicieron todos, en vez de salir corriendo en desbandada (que es más peligroso) y ahí nos quedamos cubriéndonos la cabeza con los abrigos, gritando "asesinos" y viendo como gente herida delante nuestra se quedaba en el suelo con unos huevos. . . La prensa, detrás de la policía sacando imágenes e imágenes. Los primeros dos minutos, dieron paso a una determinación mayor si cabe, de que ahí nos quedábamos aunque nos pasarían por encima. En estas situaciones siempre hay momentos para la risa, aunque parezca mentira, pero me pasó que mientras desde el suelo miraba a mi alrededor, a dos metros mío estaba un viejo amigo que hacía años no veía, y cuando nos vimos, nos reímos, nos acercamos arrastrándonos y nos abrazamos en esa situación.
Pasamos así unos veinte minutos, y ya no cargaron más (la gente dice que se les había acabado la munición. Capaz que si). En ese momento, los que estábamos adelante nos levantamos y nos pusimos entrelazados entre la policía y la gente. La policía dijo que ellos se iban a retirar y que cuando lo hicieran podríamos seguir hacia el cementerio. Aquello fue un trueno de aplausos, una sensación de victoria. . .
Calmadamente, dejamos que se fueran, entraron en sus camionetas (eran como 50) y seguimos marchando.
Al llegar cerca del cementerio, allí estaban de nuevo, una barrera de cien policías, acordonando todo el cementerio para que no entráramos. Se negoció con ellos, que no iban a cargar y nosotros esperaríamos allí a la llegada del cuerpo, que venia desde Madrid. El cuerpo llegó a las 8:30 y sólo ocho personas fueron autorizadas a entrar a acompañar a la familia. No hay derecho, ni siquiera enterrar a los nuestros nos dejan en paz.
Arnaldo y otros dirigentes fueron los que entraron, mientras un atronador EUSKO GUDARIAK salía de miles de gargantas.
La familia pudo acercarse a nosotros para agradecernos el apoyo, y ya.
Esto es lo que vivimos el sábado.
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