En su artículo de opinión publicado por La Jornada, Jorge Camil desnuda las pretensiones de George W. Bush y las consecuencias que esto le ha traído a personajes como el Cid españolista José María Aznar y como el infumable cavaliere Silvio Berlusconi.
Adelante con la lectura:
Terrorismo electoral
Jorge Camil
Las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos han obligado a los tradicionales aliados europeos a revaluar sus relaciones con ese país. Se resignan a la realidad ineludible de la amenaza terrorista, pero al analizar las causas van más allá de Al Qaeda y los molinos de viento inventados por George W. Bush en torno al 11 de septiembre de 2001. Jamás creyeron en las supuestas armas de destrucción masiva ni en la participación de Saddam Hussein en los sucesos que sirvieron para justificar la monotemática administración de Bush. Apoyaron, es cierto, la decisión de invadir Afganistán como condición para erradicar las denigrantes prácticas del Talibán, pero, con excepción de la obsecuente administración de Tony Blair, la Italia empresarial del commendatore Silvio Berlusconi y la España con aires de grandeza de José María Aznar, condenaron la invasión de Irak.
La alianza con Estados Unidos ha tenido un precio: España sufrió injustamente en marzo pasado las consecuencias de la arrogante foto de Aznar en las Azores, e Italia vive con una escopeta en la sien. Sin embargo, en forma comprensible, la mayor amenaza se cierne sobre Estados Unidos en la víspera de la próxima elección presidencial. Porque Al Qaeda, y las innumerables células fundamentalistas que actúan en su nombre, han encontrado una siniestra forma de influir en el proceso democrático en los países que participaron en la invasión: ¡ojo por ojo y diente por diente! Por eso, tras la matanza en la estación de Atocha el partido de José María Aznar perdió las elecciones españolas, y después del ataque a la embajada australiana en Indonesia el Partido Liberal de John Howard, otro "aliado espontáneo" de Bush, muestra signos inequívocos de perder terreno en el proceso electoral programado para el próximo mes de octubre.
No obstante la cínica utilización de la "amenaza terrorista" en la propaganda republicana (¡sólo Bush salvará al país de otro 11 de septiembre!), demócratas y republicanos coinciden en que la elección presidencial pudiese ser escenario de otro ataque terrorista. Eso explica las exageradas medidas de seguridad que rodearon la convención del Partido Republicano en Nueva York, aunque algunos analistas, acostumbrados a las jugarretas de Karl Rove, estratega electoral de Bush, las hayan interpretado como un recordatorio sobre la necesidad de relegir al presidente actual ante la inminencia de otro ataque terrorista.
El tema de la convención, que Rove ha convertido magistralmente en el único tema de campaña, es ¡terrorismo, terrorismo y más terrorismo! El mensaje es claro: ¡dejad que Bush termine la tarea! Por eso algunos de los principales políticos republicanos, y uno que otro demócrata extraviado (en ese país las diferencias partidarias son simplemente de grado y no de fondo), presentaron al presidente como un superhombre, una bendición para la humanidad.
En un vergonzoso exceso de entreguismo Rudi Giuliani, "alcalde de América" y "policía del mundo"; hacedor de milagros que por unos cuantos millones de dólares se "ofreció" a "entrenar" a la policía iraquí, y por otra suma multimillonaria pretendió implantar en México la política Cero tolerancia, anunció durante su discurso que Bush no era un candidato cualquiera, sino ¡un estadista comparable a George Washington y Winston Churchill! (Imagínese, ¡un texano incapaz de pronunciar dos palabras seguidas sin caer en incoherencias y fallas de dicción a la par con un historiador y estadista que recibió el Premio Nobel de Literatura por la espectacular oratoria desplegada en la Cámara de los Comunes!)
Afortunadamente no todos han caído en la mentira. Mientras globos con los colores nacionales llovían sobre los delegados congregados en el Madison Square Garden, y éstos coreaban delirantes la consigna four more years! (cuatro años más), un perceptivo humorista explicaba en televisión nacional el significado de "alerta roja", el nivel más alto en la política de prevención antiterrorista: "el nivel rojo -dijo Bill Maher- significa que únicamente podremos abandonar nuestros hogares para votar por Bush".
La relección parece cosa segura. Bush se muestra por doquier con renovado carisma mediático, mientras John Kerry, en una actitud que los mexicanos conocemos bien (¿recuerdan al Jefe Diego?), pasó de candidato puntero a hombre invisible. Los optimistas afirman que el candidato demócrata está conservando fuerza para los debates presidenciales, mientras los fatalistas opinan que sólo otro ataque terrorista podría voltear el resultado de la elección. ¿Y cómo evitar imaginar lo peor? Un ataque terrorista sería el factor que seguramente impediría al peor enemigo del Islam (un mesiánico empeñado en derrotar al eje de la maldad: Irán, Irak y Corea del Norte) continuar cuatro años más en el poder.
Triste mundo cruel, donde la única manera de derrotar a un presidente incapaz es con un lunático cargado de explosivos dispuesto a morir matando cientos de inocentes.
Disculpen ustedes el elogio al genocida inglés y rábido anticomunista al estilo Francisco Franco de nombre Winston Churchill, hay quienes no han dimensionado a tan pestilente sujeto.
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