Les invitamos a leer este texto que Manuel Vázquez Montalbán - compañero de andanzas progres de José Saramago - ha redactado en relación a la cumbre de la entente fundamentalista cristiana que se está llevando a cabo en México.
No tiene desperdicio.
Adelante con la lectura:
Populares o cristianos centrados: se necesita un nuevo humanismo
Manuel Vázquez Montalbán
Soros, el supermán del capitalismo financiero especulativo, reclamaba en el aquelarre de Davos que era urgente construir un nuevo humanismo. Hubo quien se lo tomó como un rasgo de cinismo, otros lo atribuyeron al miedo que Soros pueda tener de sí mismo y, finalmente, espíritus generosos reconocieron a Soros el derecho a escapar a la maldición de actuar como un lobo para el otro hombre.
Desde el Renacimiento hasta la proclamación de la muerte del hombre a cargo de algunos pensadores existencialistas, el canon de lo humano era reclamado por el racionalismo para establecer paradigmas de conducta que impulsaran lo que con los años fueron conocidos como derechos humanos. La primera Revolución Industrial concibió el movimiento obrero y humanismos materialistas vinculados al socialismo científico o al utópico y la Iglesia católica no quiso quedarse muda y sentó las bases de un nuevo humanismo cristiano que tendría su trascendencia política a través de la Democracia Cristiana y de movimientos sociales que trataran de contrarrestar la influencia creciente del sindicalismo y los partidos de clase.
Con un siglo a sus espaldas, la democracia cristiana internacional se reúne en México con ambiciones refundacionales. En crisis en Italia y Alemania, países fundacionales, disfrazada de Partidos Populares en otros Estados como España, fracasado el empeño de ser la fuerza renovadora en América Latina a partir de la experiencia de Frei padre en Chile a comienzos de los sesenta, la democracia cristiana como referente trata de resituarse aprovechando el desconcierto evidente de la Segunda Internacional y el desmoronamiento de la izquierda tradicional, incapaces socialistas y poscomunistas de dar una respuesta suficiente al desafío de la globalización, la etapa actual de desarrollo capitalista.
Durante su reciente visita a España, Fox habló con Aznar de la Asamblea de la Internacional de Partidos Demócratas Cristianos y Populares en la ciudad de México, no en balde son el PAN y el partido de Aznar los principales impulsores de una iniciativa tan interesante como problemática. La Democracia Cristiana (DC) histórica se configuró como una alternativa a la tentación socialista y admitió en su seno toda clase de lecturas de su propio proyecto: desde los democristianos que colaboraron con el gobierno de Franco, hasta los que fueron fusilados por el dictador; desde los cristianos que pactaron con Hitler hasta los que fueron hostigados por los nazis; en la propia Italia, la DC fue el principal instrumento político de los estadunidenses en la guerra fría contra el todopoderoso Partido Comunista Italiano y contó en sus filas con ministros represores del movimiento obrero de la talla de Scelba, con afamados corruptos, copadrinos mafiosos y militantes escorados hacia Cristianos para el socialismo, abiertamente de izquierdas, origen en muchos sentidos de lo que con los años sería la Teología de la Liberación.
Fuerza de choque en la guerra fría quedaba un tanto sin sentido tras la caída del muro de Berlín y la imposición del economicismo como la ideología dominante en la política convencional, sin otra tensión inmediata que la planteada entre el despotismo fundamentalista neoliberal y la conciencia crítica residual o nueva, plural en suma, que resitua un todavía precario frente antiglobalización. El secretario general de la Internacional Democristiana, Alejandro Agag, ha marcado claramente el objetivo prioritario del buen democristiano del siglo XXI: ni derecha ni izquierda, sino todo lo contrario, es decir, centro, que como todo el mundo sabe es el punto más corto entre dos puntos. Céntricos, centristas y centrados, los democristianos están incluso dispuestos a perder la palabra cristiano como seña de identidad y a quedarse en demócratas de centro, enunciado geométrico de una prudencia encomiable.
Fragmentados en Italia entre el Olivo de centroizquierda y el berlusconismo como nueva derecha telegénica, a la zaga de socialistas y verdes en Alemania, fracasadas la expectativas de crecimiento en América Latina, el encuentro de México aparece como la búsqueda de una propuesta que dé sentido a que lo político recupere el control de lo económico con un propósito humanista que tiene problemas de connotación y que no contaría esta vez con el apoyo explícito del Vaticano ni del Espíritu Santo. ¿Humanismo racionalista laico? ¿Humanismo trascendentalista religioso? ¿Humanismo como gran liquidación de saldos fin de temporada? ¿Humanismo sincrético posmoderno con algo de islamismo moderado incluido? De momento, la convocatoria ha atraído las cámaras hacia el encuentro y ha convertido en noticia a los pertenecientes a esta Internacional en horas bajas y no lo digo por la estatura de Aznar ni por la de Fox, sino porque internacionalmente es una verdad objetiva que no contradice los éxitos del PAN en México o del PP en España. Ambos partidos necesitan proyección internacional adecuada a su excelente instalación electoral y entre la Coca Cola de Fox y la zarzaparrilla de Aznar es posible que descubran la Pepsi Cola y que sea el elíxir de consenso que ayude a encontrar asilo a miles y miles de democristianos extraviados por la Historia entre tanto talibán como anda suelto.
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