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miércoles, 14 de noviembre de 2001

Mussolini y Franco en Londres

Parece que Manuel Vázquez Montalbán finalmente ha recordado lo que es el franquismo de ayer y de hoy así como de las coordenadas dentro de las que se mueve el Partido Popular en general y el "políticamente altanero José María Aznar.

Aparentemente, ha sido la actual aventura bélica de George W. Bush la que le ha refrescado la memoria.

Lean ustedes su texto publicado en la sección Opinión de La Jornada:


Manuel Vázquez Montalbán

Aznar y Berlusconi: vidas paralelas

La casi incomparecencia de Europa en las crisis internacionales en curso se vio agravada por la ocurrencia de mister Blair de convocar en Londres a la primera y segunda división de países europeos, pero dejando fuera de la convocatoria a los ya considerables de tercera división. Una reunión preparada para ingleses, alemanes y franceses abrió finalmente las puertas traseras de Downing Street a italianos y españoles, y Europa en su conjunto estuvo preparada por mister Pesc, el señor Solana, cargo que molesta cada vez más a Prodi, porque deshabita el de ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea y duplica el de secretario general de la OTAN.

Blair quiso aglutinar en Londres al núcleo duro del colaboracionismo europeo con Estados Unidos en la curiosa guerra de Afganistán. De momento ingleses, alemanes y franceses prestan tropa de a pie a una posible y anunciada ocupación territorial de Afganistán, en cuanto a Berlusconi ha conseguido situar algunas fuerzas complementarias y Aznar ya no sabe qué hacer para que soldados españoles sean admitidos por el Imperio. Así como Francia e Inglaterra pugnan por mantener su rol de grandes potencias sobre ese inmenso lago subterráneo de petróleo que va desde Arabia a Afganistán, a partir de una presencia en la zona que se remonta al final de la Primera Guerra Mundial, Alemania entra en la jugada por su potencial actual de facto e Italia y España porque están en la primera línea de una temible nueva zona de conflicto a establecer en el Mediterráneo.

Berlusconi, como Mussolini, partiría otra vez a la conquista de Abisinia si ganara con ello un punto de privilegio en el denominado nuevo orden internacional. En cuanto a Aznar es un heredero directo de la ideología de Imperio que marcó al franquismo explícita e implícitamente a lo largo de todas sus fases, desde la abiertamente fascista, hasta la que invistió a Franco como centinela de Occidente, bendecido por el Vaticano y el Departamento de Estado.

En las especulaciones sobre la casi invisible guerra contra los talibanes, impresentable como decisiva contienda contra el terrorismo, predominan los posibles repartos de Afganistán en zonas de influencia sobre las que se ciernen Rusia, Turquía, India, Pakistán como añadidos a las expectativas planteadas desde las potencias occidentales. Con o sin talibanes, Afganistán es una pieza clave en la estrategia del petróleo y Bin Laden aparece como el hombre que quiso reinar sobre un Islam que utilizaría el petróleo como arma contundente contra Occidente en pos de un nuevo orden internacional.

Si Bin Laden consigue convencer a las masas islámicas, árabes o no, de que están guiadas por gobiernos títeres de la estrategia petrolífera de las grandes compañías occidentales, el estallido social y la caída de los gobiernos cuestionados colocaría el sistema económico internacional ante un jaque difícil de eludir: el encarecimiento del petróleo o su racionamiento en función de la finalidad estratégica islámica.

Las vidas paralelas de Berlusconi y Aznar, tan glosadas por el propio Berlusconi durante sus campañas electorales, unas veces padre y otras hijo del talento de Aznar, viven la crisis con parecidos problemas de subalterneidad, pero con las zozobras aplazadas para el día siguiente de la guerra. Porque España e Italia están en la primera línea de un temible nuevo frente del mal llamado conflicto de civilizaciones a establecer en el Mediterráneo y de ahí la maniobra de advertencia de Marruecos al retirar a su embajador en Madrid por lo mal que se trata en España el imaginario marroquí y a su todopoderoso rey casi absoluto.

Aunque tanto Berlusconi como Aznar salieron más altos de la reunión de Downing Street, gracias a los zapatos con tacón alto que les había regalado el premier británico, temen que los bombardeos de Afganistán duren demasiado, de que esta guerra sea más simbólica que eficaz en la lucha contra el terrorismo, mientras crece el progresivo rechazo de los bombardeos por parte de millones y millones de ciudadanos, sean globalizadores, sean globalizados, que en un primer momento los asumieron como indiscutible respuesta emocional al salvaje atentado de Nueva York.

No sólo crece la protesta previsible de los islámicos, sino también el inhibicionismo en el resto del mundo, para empezar, en España e Italia, digan lo que digan Aznar y Berlusconi, las gentes no están por la labor de continuar machacando talibanes invisibles, con el resultado visible de una nueva diáspora de millares de afganos desesperados en busca de las fronteras más permeables. Vidas paralelas las de Aznar y Berlusconi, necesitan continuar a la estela del Imperio por si algún día el nuevo desorden internacional les proporciona algún beneficio, a precio de saldo en la gran liquidación de fin de temporada, desde la angustia de estar tan cerca del Islam y tan lejos de Estados Unidos.

 

 

 

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