En este blog de la diáspora vasca y para la diáspora vasca ya hemos planteado la necesidad de analizar la participación de los vascos en la colonización de América por parte de la corona española.
Si hay un país en el mundo en donde dicha participación es más que obvia ese país es México en donde existe un estado cuyo nombre está en euskera; Durango.
Ya en su momento hablábamos de un vasco que había sido pieza clave en la imposición del catolicismo a los sobrevivientes del holocausto provocado por Cortés y sus huestes; Fray Juan de Zumárraga.
También, en su momento, cuestionamos que Lakua designara el Día de la Diáspora Vasca conmemorando a una persona que si bien navegó por todos los mares del mundo nunca se convirtió per se en un migrante, ergo, en un integrante de la diáspora.
Así que, habiendo dicho lo anterior, les compartimos este interesante ensayo dado a conocer en las páginas de El Salto:
Euskal Herria: ¿colonizadores o colonizados?
Un enfoque nacional-chauvinista de nuestro pasado justifica, no ya solo un pasado colonial, sino el actual neocolonialismo en el que las élites vascas siguen teniendo su papel
Juan IbarrondoAfortunadamente cada vez aparecen más estudios, artículos y voces que ponen en evidencia el pasado colonizador del pueblo vasco, a pesar del rechazo instintivo que provoca entre los adeptos a cierta concepción nacional-chauvinista de lo vasco.
Hace unos días asistí a un taller en el museo Artium de Gasteiz que dirigía la artista filipina Anna de Guía-Erikson. En él pudimos ver una cinta de cine doméstico de la familia vasca Inchausti, importantes empresarios vascos en la Filipinas colonial española. La película mostraba escenas cotidianas de la vida de los colonizadores, pero el subtexto supuraba un racismo profundo, disfrazado de paternalismo y superioridad moral.
En el taller posterior, se planteó una pregunta importante: ¿Por qué hay tantas resistencias a asumir el pasado colonizador del pueblo vasco? Las respuestas son diversas y el tema complejo, como se constató en el debate. Hay un chauvinismo vasco de derechas que no tiene empacho en reivindicar a personajes como Elcano, Urdaneta o Manuel Iradier como vascos universales, sin pararse a reflexionar sobre su papel colonialista. En eso no se diferencian demasiado del nacionalismo español y su reivindicación del imperio donde no se ponía el sol, del que además formaron parte muchos vascos.
Desde la izquierda soberanista, la construcción mental justificadora del pasado colonial es diferente y, si me permiten, yo la resumiría en una frase de cómic: “Si somos la aldea gala que resiste ahora y siempre al invasor, cómo vamos a ser los romanos invasores colonialistas”.
En las décadas de los 60, 70 y 80 del siglo pasado una parte de la resistencia vasca, la izquierda abertzale y su brazo militar, se consideró parte de los entonces poderosos movimientos de liberación nacional que sacudieron el mundo de Hanoi a Belfast, como ilustra Fermín Muguruza en su serie de animación Black is beltza. Una amiga peruana, antigua militante e instructora de la guerrilla del MRTA, me contaba que allá donde iba a instruir guerrilleros se topaba con alguna vasca o algún vasco que andaba por allí. Anécdota que forma parte de una historia bastante desconocida de la participación vasca en los movimientos de liberación nacional revolucionarios en América Latina.
Las influencias intelectuales de la izquierda abertzale pasaban, en general, más por Fanon que por Lenin, y hubo incluso la tentación de considerar a Euskal Herria como una colonia española. Muchos veíamos a la policía española, que agredía de forma bastante indiscriminada a la juventud vasca, como una fuerza ocupante, y muchos más entonamos el “que se vayan” en los años del postfranquismo y la llamada transición democrática.
Sin embargo, es imposible sostener la idea de la colonia en su literalidad, pues no hubo nunca en estos pagos colonos extranjeros que robaron las tierras de los nativos, sino más bien al revés, fueron los vascos quienes colonizaron tierras de Al Andalus en época medieval y, más tarde, en épocas modernas y contemporáneas, los vascos (sobre todo los hombres) participaron de forma destacada en el imperio español como conquistadores y colonizadores.
La feminista decolonial vasco-colombiana Gladis Giraldo apunta que nunca se produjo una deshumanización de los y las vascas comparable a la de las personas negras o indias. Su trabajo sobre la poderosa familia Zulueta, enriquecida con el tráfico de esclavos en Cuba, deja cada vez más claro el pasado colonial que, a pesar de las evidencias, a veces nos negamos a asumir como carta de naturaleza de lo vasco.
Se recurrirá para negarlo a la conquista de Navarra, a la caza de brujas, a las guerras carlistas o a la resistencia vasca contra el franquismo. Es decir, se apelará a una memoria de resistencia real y legítima, pero que mal utilizada puede opacar la necesaria revisión decolonial de nuestra historia.
Ciertamente, hubo una persecución contra el euskera, “nuestro territorio colonizado” como explica Joseba Sarrionaindia en su imprescindible Somos como moros en la niebla, y también contra ciertas costumbres igualitaristas y libertarias, que provocaron resistencias esporádicas, pero recurrentes en el tiempo. Hechos que marcaron lo que puede llamarse un espíritu vasco de la resistencia, que tan poéticamente contó Mark Legase en sus Carabinas de Gaztibeltza.
Nada de ello exime a Euskal Herria de su lado oscuro, es decir, la innegable participación vasca, liderada por sus élites, en la colonización del mundo. Primero en la conquista y expolio de las Indias y, luego, en la expansión colonial europea en buena parte del planeta.
Así, que debemos reconocer que, a la luz de una mirada honesta a nuestra historia, hemos sido más bien los romanos que los indómitos galos que recreó el gran Goscinny. Esto no quiere decir que debamos renunciar -sino más bien al contrario, debemos reivindicar- a nuestro pasado resistente y solidario, a nuestra defensa de una lengua minorizada, ni mucho menos a nuestro derecho a la autodeterminación, un derecho que proviene de la voluntad de los habitantes de nuestro país más que del derecho histórico. Pero debemos reconocer la importancia de la historia y la memoria para construir el presente y el futuro.
Lo que no debemos es hacernos trampas al solitario, retorciendo nuestra historia para convertirla en la visión de cómic de una aldea gala adánica y libre de culpa colonizadora, que nunca existió; sino hacer una reflexión crítica de nuestro pasado colonizador y militarista para cambiar nuestro presente y avanzar hacia otro futuro posible, pues lo más problemático de un enfoque nacional-chauvinista de nuestro pasado es que justifica, no ya solo un pasado colonial, sino el actual neocolonialismo, en el que las élites vascas siguen teniendo su papel.
La imagen de la flamante estatua del conquistador Urdaneta en el mismo pueblo donde la empresa CAF fabrica trenes para la colonización de Palestina es significativa en este sentido.
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