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sábado, 7 de septiembre de 2024

Alonso | Dividir para Romper

Gara ha publicado este reportaje en donde el autor expone todas las miserias del españolismo en su obsesión por retener el control colonialista sobre Euskal Herria.

Recordemos, mientras leemos, que los personajes mencionados, especialmente José Luis Rodríguez y Alfredo Pérez se autodenominan socialistas y por ende, eso los convierte en la izquierda de espectro político del estado español.

El problema radica en que un nacionalismo tardoimperialista como el español no permite expresiones auténticas de izquierda.

Lean ustedes:


Dividir para romper

Cuando en la primavera de 2006 José Luis Rodríguez Zapatero lo nombró ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba ya tenía un recorrido en la lucha contra el independentismo vasco y andaba moviendo los hilos de las conversaciones entre la izquierda abertzale y el Gobierno español.

Fernando Alonso

A juzgar por sus declaraciones, su intención no era ir a la raíz del contencioso político de soberanía entre Euskal Herria y España, sino acabar con ETA y con el independentismo. Sobre ese eje enfocó su estrategia en las conversaciones con la izquierda abertzale y el diálogo entre el Gobierno y la organización armada, lo que había abocado a la crisis del proceso a finales del año 2006.

A pesar del atentado contra la T4 de Barajas, las conversaciones se reanudaron en mayo en un hotel de Ginebra. En esta ocasión se reunieron de manera simultánea, aunque en estancias diferentes, los delegados del Gobierno y ETA, por una parte, y los de Batasuna y PSOE, por otra.

Pero para entonces estaba ya fijada la estrategia del Gobierno de no afrontar las raíces políticas del conflicto y generar fricciones en el conjunto de la izquierda abertzale que la reventaran desde dentro.

Para gestionar esa maniobra de ruptura contaban con material proporcionado por los Servicios de Información e Inteligencia del Estado, que llevaban tiempo sobre el terreno recogiendo y tratando información sobre el estado interno del conjunto del movimiento independentista.

Batasuna fue incluso espiada en Bruselas, y en Euskal Herria fueron varios los aparatos de escucha y seguimiento que se descubrieron. Como señaló Rubalcaba: «Si sale bien, logramos el fin del terrorismo sin concesiones políticas. Y si sale mal y aguantamos, ETA tendrá problemas con Batasuna, que quiere un final dialogado».

Así, mientras se intentaba recuperar las conversaciones con contenido entre ETA y Gobierno y la izquierda abertzale seguía haciendo propuestas y se movía a todos los niveles para abrir espacios de diálogo, las maquinaciones para fomentar disensiones se incrementaban y la represión se mantenía en todos los frentes.

Apartheid Político

A esos frentes se unió el electoral con la convocatoria de comicios municipales para el 27 de mayo. La cuestión era evitar que la izquierda abertzale estuviera presente, para lo que los tribunales se aplicaron con esmero.

Tras explorar varias fórmulas y presentar candidaturas como Abertzale Sozialisten Batasuna (ASB), finalmente la izquierda abertzale decidió pedir el voto para EAE-ANV.

Y es que en cuanto entró en escena ASB, que reunió 85.000 avales en tiempo récord, Gobierno y Fiscalía se pusieron a impugnar candidaturas y más de 250 fueron ilegalizadas por el TS. Otro tanto ocurrió cuando EAE-ANV anunció su intención de presentarse a las elecciones. Entre las de ASB y las de ANV, cerca de 400 listas fueron vetadas. Para los vetos hubo una auténtica competición por ver quién impugnaba más, si el PSOE, el PP, Fiscalía, los lobbys de víctimas…

Mientras el PSOE se ponía la medalla de la persecución política, Josu Jon Imaz, como presidente del EBB del PNV, llamaba «parásitos» a quienes se oponían a las ilegalizaciones. En aquel tiempo Imaz era ya una figura crepuscular y, tal vez por eso, iba perdiendo la vergüenza. En abril se reunió en Madrid con Mariano Rajoy y, unos días más tarde, también en la capital española, pidió un pacto para facilitar la vía policial y aseguró que no tendría problema alguno en apoyar a Rajoy, si acaso llegaba a La Moncloa.

Felipe González no ocultó su agradecimiento: «Lo mejor que le ha pasado al País Vasco se llama Josu Jon Imaz». Un mes después del beso del padrino, Imaz anunció que abandonaba la política. El 30 de septiembre se despidió insultando a la izquierda abertzale desde el atril del Alderdi Eguna. Rubalcaba se sinceró, confesando que sin Imaz iba a sentirse solo.

Pero antes de irse aún tuvo tiempo para aconsejar que la prioridad del PNV debía ser deslegitimar a la izquierda abertzale. Luego se fue unos meses a los EEUU y regresó en julio de 2008 para hacerse cargo de la presidencia ejecutiva de Petronor.

En las elecciones del 27 de mayo las candidaturas de ANV que superaron el apartheid lograron cerca de 100.000 votos, a los que habría que sumar otros tantos de las invalidadas. Así pues, teniendo en consideración todas las papeletas depositadas en las urnas, EAE-ANV habría obtenido 187.000 sufragios, convirtiéndose en la segunda fuerza municipalista, con mayoría absoluta en 55 municipios.

PNV y Eusko Alkartasuna se presentaron por separado. Los jelkides perdieron votos y concejales y EA quedó lejos de sus expectativas.

La constitución de los ayuntamientos fue conflictiva en las localidades en las que no se respetó la voluntad de los vecinos, y lo mismo PNV que PSE que PP se aplicaron al apartheid para privar a ANV de alcaldías y de lo que le correspondiera por votos logrados. Los concejales que no siguieron las órdenes fueron represaliados e incluso suspendidos de militancia.

El «Agostazo»

El apartheid político se aplicó también en las elecciones al Parlamento de Nafarroa, donde la candidatura de ASB fue ilegalizada. Con la tercera fuerza fuera de la contienda electoral, la suma de UPN y CDN daba 24 parlamentarios frente a los 26 de NaBai, PSN e IUN. Desde la sociedad navarra se apostaba por el cambio político y la formación de un Ejecutivo entre esas tres fuerzas. Pero se impuso la voluntad del PSOE desde Madrid y entregaron el Gobierno a la derecha.

Volvía a quedar claro que Nafarroa es cuestión de Estado. El llamado «agostazo» llegó dos meses después de que fracasaran las conversaciones políticas y ETA anunciara el 4 de junio el fin del alto el fuego.

Entonces Pérez Rubalcaba amenazó con hacerlo pagar y con detenciones. La primera fue inmediata, el 8 junio, cuando fue arrestado y encarcelado Arnaldo Otegi, precisamente interlocutor de la izquierda independentista.

Poco después se reunieron, por un lado, Zapatero y Rajoy para mostrar unidad en el objetivo de «derrotar a ETA» y, por otro, Rubalcaba y el consejero de Interior Javier Balza para acordar el trabajo policial.

Las detenciones de condenados en el 18/98 empezaron antes incluso de que la sentencia fuera pública. El 30 de noviembre ordenaron el arresto de 46, la mayoría de los cuales se llevaron a cabo en los tres días posteriores. 33 ingresaron en prisión y otros quedaron en libertad bajo fianza. La sentencia salió el 19 de diciembre y en ella se condenaba a más de 500 años de cárcel a 47 «terroristas desarmados».

18 de los juzgados en el sumario contra Jarrai-Haika-Segi fueron detenidos por la Ertzaintza en el bilbaíno frontón de la Esperanza, donde estaban arropados por cientos de personas. Pocos días después, los 22 condenados estaban ya dispersados en 17 cárceles.

Más de 700

Una noche de comienzos de octubre Garzón ordenó una macrorredada contra una reunión de la izquierda abertzale en Segura. Hubo 23 detenidos, en una maniobra en la línea de Rubalcaba para abortar el camino hacia la superación del ciclo de lucha armada. Estaba claro que al Estado le interesaba políticamente que ETA permaneciera activa.

Zapatero se vanagloriaba de que había habido alrededor de medio millar de detenciones desde que él era presidente.

Así, 2007 se cerró con más de 700 prisioneros políticos vascos, cifra que aumentaría al siguiente año hasta casi los 800, el número más alto desde la instauración del régimen del 78. Cada vez había más prisioneros, más dispersión y aislamiento y mayor hostilidad desde el Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria.

La cárcel también la conoció en los 70 Eva Forest, precisamente por su solidaridad con Euskal Herria. La compañera de Alfonso Sastre murió el 19 de mayo y sus cenizas fueron aventadas en la Bahía de Txingudi.

2007 fue el año de Korrika 15, que salió de Karrantza para concluir en Iruñea en homenaje a la mujer euskaldun por su fundamental papel en la transmisión del euskara.

A ras de suelo y sin escenario, los de Barricada celebraron en la Txantrea su 25º aniversario. Y es que «…cuando se aprende a llorar por algo, también se aprende a defenderlo».

 

 

 

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