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domingo, 15 de septiembre de 2024

Guía Medieval Vascófoba

Este artículo de El Diario Vasco revisita al tatarabuelo de todos los vascófobos, Aymeric Picaud.

Adelante con la lectura:


La guía turística que describía a vascos y navarros del siglo XII como invasores escoceses «innobles y desleales»

El Códice Calixtino, datado en 1137, dedica varias páginas a una descripción llamativa de los habitantes de Navarra, cuyas costumbres califica como «bárbaras» y a los que considera descendientes de los invasores escoceses

Jesús Falcón

Antes de la era de internet e incluso de la imprenta, el conocimiento se difundía a través de libros manuscritos o códices que aunaban el saber de la época y tomaban forma pacientemente a través de las manos y las plumas de los monjes. Así podemos saber hoy en día cómo se veía el mundo en la Edad Media e incluso cómo nos veían a los vascos en una de las primeras guías turísticas de la historia, pese a su obvia falta de neutralidad.

El Códex Calixtinus o Códice Calixtino, manuscrito iluminado del siglo XII, constituye una pieza fundamental para comprender la historia y la cultura de la peregrinación a Santiago de Compostela. Esta obra es considerada como la guía más antigua del Camino de Santiago, ofreciendo una visión detallada de la ruta, sus tradiciones y su significado religioso... aunque en vista de la descripción que realiza de los vascos y navarros, la objetividad es más que dudosa. Entre sus secciones se incluye el 'Liber Sacti Iacobi', una guía para los peregrinos que se detiene a explicar cómo eran los pobladores que se encontró al cruzar el Bidasoa con una descripción que aún asombra hoy en día.

Los expertos consideran que este libro pudo ser obra de varios autores. Entre textos litúrgicos, narraciones de milagros de santos y piezas musicales hay consenso en pensar que fue el monje francés Aymeric Picaud quien dedicó unas páginas a recordar su paso por el reino de Navarra y a difundir su visión de estas tierras.., o a compilar lo que le contaron otros viajeros. Queda claro el interés especial del autor en explayarse sobre este área geográfica no solo por sus palabras sino por el espacio que le dedica, ya que ocupa tres cuartas partes del capítulo dejando muy poco espacio al resto de pueblos que conoció.

Antes de entrar en la descripción, hay que tener en cuenta que el autor habla tanto de navarros (los habitantes del reino de Navarra) como de vascos (los pobladores de lo que ahora conocemos como Iparralde). Este mapa del año 1134 elaborado por Nabarlur nos permite ver más claro cómo era la división de la época, ya que el autor considera a las actuales Bizkaia y Álava como comarcas de Navarra:

Volviendo al códice, entre referencias al paisaje y s la lengua, el autor se detiene ampliamente en describir a los habitantes de la zona con una clara intención de ridiculizarlos desde el principio. «Son feroces y la tierra en que moran es feroz, silvestre y bárbara: la ferocidad de sus caras y los gruñidos de su bárbara lengua aterrorizan el corazón de quienes los ven», comienza el texto. A partir de ahí no queda duda de que alguien no trató bien a este pionero del turismo a juzgar por el mal recuerdo que tiene de vascos / navarros. Según recuerda, nada más pisar estas tierras se encontró con unos malvados portazgueros (oficiales encargados de cobrar peajes de paso). «Saliendo al camino a los peregrinos con dos o tres dardos cobran por la fuerza injustos tributos. Y si algún viajero se niega a darles los dineros que les han pedido, le pagan con los dardos y le quitan el censo, insultándole y registrándole hasta las calzas».

Está claro que el peregrino y escritor no empezó con buen pie su paso bajo los Pirineos (y que las críticas a los peajes son centenarias), así que no se ahorra su rabia a partir de ese momento y también se queja de algo que nos parece muy moderno, el hecho de que se cobre más a los viajeros que llegan de fuera que a los autóctonos, mencionando para ello a quienes observó dicha conducta, como barqueros y sacerdotes.

También recuerda el paso por los montes del norte de Navarra, donde «los impíos navarros y vascos solían no solo robar a los peregrinos sino también cabalgarlos como asnos y matarlos». Más adelante se detiene en descripciones físicas: «Los navarros y los vascos son muy semejantes en cuanto a comidas, trajes, y lengua, pero los vascos son algo más blancos de rostro que los navarros. Estos se visten con paños negros y cortos hasta las rodillas solamente, a la manera de los escoceses, y usan un calzado que llaman albarcas, hechas de cuero con pelo, sin curtir, atadas al pie con correas, que sólo resguardan la planta del pie, dejando desnudo el resto».

El autor del centenario texto aún tiene más que añadir sobre su mala experiencia: «Comen, beben y visten puercamente. Pues toda la familia de una casa navarra, tanto el siervo como el señor, lo mismo la sierva que la señora, suelen comer todo el alimento mezclado al mismo tiempo en una cazuela, no con cuchara, sino con las manos, y suelen beber por un vaso. Si los vieras comer, los tomarías por perros o cerdos comiendo. Y si los oyeses hablar, te recordarían el ladrido de los perros, pues su lengua es completamente bárbara».

Al menos hay que agradecerle que rescate del olvido el euskera de la época y nos recuerde algunas palabras: «A Dios le llaman urcia, a la Madre de Dios, andrea Maria, al pan, orgui, al vino, ardum, a la carne, aragui, al pescado, araign, a la casa, echea, al dueño de la casa, iaona, a la señora, andrea, a la iglesia, elicera, al presbítero, belaterra, al trigo, gari, al agua, uric,..».

Así mismo reconoce la singularidad de un pueblo «bárbaro, distinto de todos los demás en costumbres y modo de ser», pero no en sentido positivo. «Un pueblo colmado de maldades, oscuro de color, de aspecto innoble, depravado, perverso, pérfido, desleal y falso, lujurioso, borracho, en toda suerte de violencias ducho, feroz, silvestre, malvado y réprobo, impío y áspero, cruel y pendenciero, falto de cualquier virtud y diestro en todos los vicios e iniquidades; parecido en maldad a los getas y sarracenos, y enemigo de nuestro pueblo galo en todo». En ese supuesto odio a los galos se extiende aún más: «Por sólo un dinero mata un navarro o un vasco, si puede, a un francés».

Qué vería este monje para dejar escrito sobre las costumbres de vascos y navarros tantas lindezas: «En algunas de sus comarcas, sobretodo en Vizcaya y Alava, el hombre y la mujer navarros se muestran mutuamente sus vergüenzas mientras se calientan. También usan los navarros de las bestias en impuros ayuntamientos. Pues se dice que el navarro cuelga un candado en las ancas de su mula y de su yegua, para que nadie se le acerque, sino él mismo. También besa lujuriosamente el sexo de la mujer y de la mula. Por lo cual, los navarros han de ser censurados por todos los discretos».

Algunas de las cualidades más valiosas en la Edad Media eran las desplegadas en batallas y en iglesias y ahí sí que salimos mejor parados.... en parte. «Se les considera buenos en batalla campal, malos en el asalto de castillos, justos en el pago de diezmos y asiduos en las ofrendas a los altares. Pues cada día al ir los navarros a la iglesia, hacen una ofrenda a Dios, o de pan, vino o trigo, o de algún otro producto. Siempre que un navarro o un vasco va de camino se cuelga del cuello un cuerno como los cazadores y lleva en las manos, según costumbre, dos o tres dardos que llaman azconas (...) Y cuando estando escondido en lugares apartados o solitarios para robar, desea llamar silenciosamente a sus compañeros, o canta a la manera del búho, o aúlla igual que un lobo». ¿Serían irrintzis?

Curiosamente el monje peregrino se hace eco de teorías que había en la época sobre el origen de los vascos, que sitúa en Escocia. La teoría resumida es que Julio César trajo a escoceses para «someter a los hispanos», que posteriormente fueron rechazados por los castellanos «hasta los montes costeros que hay entre Nájera, Pamplona y Baiona» en donde se dedicaron a matar a todos los varones «a cuyas mujeres raptaron y en las que engendraron hijos que después fueron llamados navarros por sus sucesores». De ahí concluye que el término navarro «equivale a no verdadero, es decir, engendrado de estirpe no verdadera o de prosapia no legítima».

Testimonio de una época

El valor del Códice Calixtinus, pese a sus inexactitudes, tiene un valor incalculable y refleja el auge de la cultura románica, la importancia de Santiago de Compostela como centro religioso y cultural, y la influencia de las peregrinaciones en la Europa medieval. Aunque su autoría se atribuye tradicionalmente a Aymeric Picaud, clérigo francés, su identidad sigue siendo objeto de debate entre los especialistas. El manuscrito, realizado bajo el papado de Calixto II (1119-1124), ha sido objeto de numerosas copias y estudios a lo largo de los siglos, y ha sufrido diversos avatares, incluyendo robos y pérdidas. Actualmente, se conserva en la Catedral de Santiago de Compostela, bajo rigurosas medidas de seguridad.

El robo más famoso ocurrió en verano de 2011, cuando un electricista que trabajaba en la Catedral de Santiago de Compostela se lo llevó y lo escondió durante un año en su garaje como venganza contra los responsables del templo por su despido tras 25 años trabajando en el mismo. Tras su puesta en libertad provisional en 2013 en espera del juicio, finalmente fue condenado a ocho años y dos meses de cárcel, sin embargo en 2019 quedó en libertad por padecer una enfermedad incurable y falleció poco después.




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