Les compartimos este texto publicado en la página de Hala Bedi, el mismo le servirá al amable lector tener una perspectiva más amplia acerca de la gran farsa que se pergueñó en el estado español allá en 1978:
Constitución fascista (ni siquiera burguesa)
Jon Odriozola
El día 6 de diciembre se conmemoró el no sé cuántos aniversarios de la Constitución española, una efeméride de la que nadie se acordaría si no fuera por la anual trompetería ultrasónica con que nos ensordecen desde los medios de desinformación masiva. Esto por no mencionar que la tal Constitución no se aprobó en Euskal Herria, al revés: fue rechazada entre “noes” y abstenciones. Yo mismo voté NO siendo un jovenzuelo. Y no porque fuera española, sino por fascista, por su carácter monarco-fascista. Sólo con mencionar sus artículos 2º y 8º, que consagran la sagrada unidad e indisolubilidad de esa entelequia llamada “España”, y a las Fuerzas Armadas, al Ejército, como garante de esa unidad inquebrantable, bastaría para demostrar el carácter fascista, o, al menos, antidemocrático, de esa Constitución. Pero es que estos días, con motivo del procès catalán, aparece un artículo totalmente olvidado -el art.155- que les viene de perlas al facherío (al margen de los artículos que contemplan los estados de alarma y sitio, que esa es otra) para remachar, aún más si cabe, la marca “España, Una, Grande y Libre” de los tiempos imperiales cuando no se ponía el sol. Al menos, para que no se nos diga que nos ponemos enfáticos, han conseguido acabar con ese “invento” llamado “Estado de las Autonomías”. En eso ya nadie puede creer salvo los “barones” que viven de ese engendro.
A los fascistas no les gusta que les llamen “fatxas”, o sea, por su nombre. Pero son ellos quienes aprobaron una ley fascista por antonomasia: la semiolvidada Ley de Partidos de 2002. Ya en 1939 los fascistas, vencedores de la guerra civil, promulgaron la primera ley de partidos llamada Ley de Responsabilidades Políticas donde reescribieron la historia de tal modo que nada era lo que parecía, y así teníamos que fueron los republicanos antifascistas quienes se alzaron en armas contra los fascistas, pero fueron (los republicanos) derrotados y luego juzgados y condenados por…”rebelión”, esto es, fue la legítima República la que se “rebeló” contra la sublevación militar-fascista. O sea, igual que ahora sucede con el Govern catalán, su President Puigdemont y sus consellers y “los Jordis” acusados, detenidos, maltratados y encarcelados -y otros exiliados- por el supuesto “delito” de… rebelión y, para más inri, de sedición, de claro tufo militaroide. De “rebelión” por tratar de poner unas urnas.
Es el mundo al revés, sobre todo desde la malhadada llamada “Transición”, y es que al principio de esa “transición” fueron los partidos democráticos los que tuvieron que mostrar interés por ser legalizados. En aquella época -finales de los años 70 del siglo pasado, ahora hay que escribir así- a eso se le llamó “ventanilla”, algún lector se acordará: no eran los fascistas los que tenían que pasar por la “ventanilla” para adquirir patente y label democrático sino, al contrario, los demócratas debieron demostrar que lo eran. Algunos pasaron por la ventanilla, es decir, pasaron por el aro -como hoy te piden acatar el art.155 si quieres salir de la cárcel en libertad bajo fianza- que los fascistas les pusieron por delante: cambiaron los estatutos, los nombres, las banderas… hicieron todo lo que el gobierno de turno les exigió sin ni siquiera pasar por las urnas todavía (las primeras fueron el 15-6-1977). Pero nadie exigió nada a ningún gobierno fascista, nadie exigió responsabilidades ni a la monarquía, ni a la Banca, ni a la Iglesia, ni a la Policía, ni a los jueces fascistas… No hubo “ruptura democrática”. Esa es la esencia de la transición: no fueron los fascistas los que se incorporaron a una democracia -inexistente, por otra parte, o de corto vuelo y bajo el chantaje de los militares-, sino los demócratas -o que, al menos, iban de eso entonces-, los que se incorporaron al fascismo, y así les vemos hoy (de aquellos barros estos lodos) defendiendo la aplicación del art.155 o criticándolo de refilón con divisa de “izquierda” y práctica de derecha.
Los fascistas siempre han creído que los problemas se solucionan a palos, a ostias (u hostias, con hache), convirtiendo lo político en judicial, es decir, con sumarios, detenciones, cárceles y demás. A veces sí logran retardar el estallido, el procès en este caso, nunca impedirlo. Por eso a sus viejos problemas -corruptelas, etc.-se les suman nuevos. Hasta que se rompa algún costurón.
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