Ayer les compartíamos la sensible pérdida de Nestor Basterretxea.
Aquí con ustedes esta editorial de Gara con respecto a este controversial artista vasco:
No solo se agota una fase histórica, también se está apagando una generación
Néstor Basterretxea deja tras de sí un legado potente, rico y fecundo. Su vida es testimonio de una parte importante de nuestra historia: la guerra, el exilio, la relación entre arte y política, el regreso, el compromiso con el país, la amistad y la familia, la relación con la Iglesia, la búsqueda de las raíces, la apertura a otros mundos, la creación artística, las vanguardias, el pensamiento, la búsqueda de nuevos lenguajes… Todos esos elementos de su vida conforman una obra monumental, tanto en variedad como en calidad. Aunque suene tópico, la vida y la obra de Basterretxea caminan juntas y señalan uno de los trazos por los que ha discurrido Euskal Herria en las últimas décadas. Esos trazos, además, ejercen de unión entre el pasado de este pueblo y su futuro. Poco más se puede pedir a un artista.
Pero no es este espacio para la crítica artística. Doctores tiene la Iglesia y a ellos corresponde poner en valor el trabajo del bermeotarra. No obstante, repasando su vida y su trabajo, cabe subrayar que fue un artista total, con un altísimo nivel en varias disciplinas, un trabajador incansable con un gran temperamento. Escuchándole también hay que señalar que una de sus grandes virtudes es que se entiende perfectamente qué es lo que ha intentado crear, a qué impulsos, pensamientos y valores responden sus trabajos. Y lo hace con un lenguaje claro y apto para todos, sin caer por ello en lo fácil.
El reconocimiento acrítico es común a toda muerte, pero las loas a Basterretxea suenan sinceras y sin duda son merecidas. Entre otras cosas porque así actuó él en vida: de manera honesta, defendiendo sus posturas –con vehemencia si era necesario–, siendo crítico cuando creía que debía serlo pero tratando siempre de ser justo. Su relación con los artistas de su generación y sus compromisos políticos, por ejemplo, así lo evidencian.
Pasión y compromiso
Un ciclo histórico se ha agotado en Euskal Herria sin que todavía esté claro cuáles serán las principales características del siguiente. Junto con ese ciclo que ahora acaba, también se va apagando poco a poco toda una generación de vascos que marcaron la vida pública, política y cultural del país. Así como hay muchas cosas de la anterior fase que deberían quedar desterradas de cara al futuro, sería importante que esta sociedad reconociese y supiese mantener vivo el legado de esa generación. Ayer mismo, en GAUR8, Mari Sol Bastida rememoraba pasajes de la vida de su compañero Mikel Laboa, otra de las grandes figuras de la cultura vasca en este tiempo.
Es evidente que esa generación ha estado marcada también por un cambio de ciclo, el que va desde los últimos años de la dictadura, pasa por la muerte de Franco y abarca la denominada Transición española hasta nuestros días. Más allá del genio y talento particular de cada uno de esos artistas, el ambiente en el que desarrollaron su labor estuvo marcado por esa necesidad de cambio, por una aspiración común por construir otro país, otra sociedad. Sus creaciones marcaron, de una u otra manera, toda una época de la cultura vasca.
Cuando la decadencia de la anterior fase histórica es tan evidente, cuando las estructuras que hasta hace poco parecían robustas aparecen frágiles, cuando ha llegado el momento de pensar cómo queremos construir el futuro y de definir el país que recibirán las generaciones venideras… es un buen momento para contemplar, analizar y desarrollar el legado de esa generación. Ese es uno de los sentidos de la obra de aquellos que, como Basterretxea, retrataron lo aquí sucedido en las épocas más duras, dibujaron un país mejor, modelaron una sociedad más justa, desenmascararon la imposición y el fascismo, grabaron las señas de identidad y los valores que deberían perdurar en nuestra comunidad, diseñaron símbolos con los que vascos y vascas se pueden identificar y esculpieron artefactos que contenían la aspiración de que quienes viven y trabajan en Euskal Herria puedan desarrollarse libremente.
«La pasión aporta la firmeza que la invención requiere para determinar lo más importante, los nuevos planteamientos en la aventura del pensamiento creador», recordaba Basterretxea al recoger la Medalla de Oro otorgada por la Diputación de Gipuzkoa. Y Euskal Herria necesita de todo ello: de pasión, de firmeza, de creación, de pensamiento, de ruptura. A falta de certezas en el terreno político y social, la cultura debe y puede aportar muchos de esos valores y pensamientos. A través de la creación se pueden mover conciencias, señalar injusticias, enseñar nuevos caminos por los que transitar hacia un escenario de democracia y paz, de justicia y libertad.
De esa pasión, de esos compromisos es de lo que trata la obra de Néstor Basterretxea y la de toda su generación. De eso habla en sus entrevistas, eso transmiten sus escritos y eso reflejan sus obras. Las instituciones vascas, pero sobre todo la sociedad, deben ser capaces de articular todo ese capital humano y artístico acumulado en torno a un proyecto de país. Lograrlo es garantía de que en Euskal Herria la siguiente fase histórica será también potente, rica y fecunda.
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