Desde la sección Opinión de La Jornada traemos a ustedes este análisis acerca de los resultados electorales en el estado español por parte de Manuel Vázquez Montalbán quien, afortunadamente, se ve más preciso que en el pasado cuando su apuesta por lo dictado desde Madrid le hacía ver demasiado españolista. En esta ocasión, le pone los puntos sobre las íes a un electorado que muy pronto se olvidó del papel de Aznar en el inhumano genocidio iraquí que él promoviese en Europa y América Latina.
Lean ustedes:
Aznar, protagonista de una rumba
Manuel Vázquez MontalbánUna de las más afortunadas rumbas fruto del mestizaje gitano-catalán se debe a Peret y glosa la historia de un gitano dado erróneamente por muerto... ¡Que no estaba muerto... no... no! ¡Que no estaba muerto... no... no!... avisa, repite el estribillo, y es que al gitanillo le había pasado lo mismo que frecuentemente suele sucederle a la burguesía, la historia y la novela, tres cadáveres que gozan de excelente salud, a pesar de que sobre las tres sobrevuelen frecuentemente los decretos de extinción.
A la burguesía, la historia y la novela habría que añadirles ahora el Partido Popular, hegemónico en España, dado por muerto y enterrado durante la campaña electoral del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), hasta el punto de que José Luis Rodríguez Zapatero, líder socialista, se apropió de la consigna que José María Aznar había utilizado contra Felipe González: ¡Váyase, señor González, váyase!
Rodríguez Zapatero apuntó con su dedo al gobernante español y le conminó: ¡Váyase, señor Aznar, váyase! Es posible que Aznar se vaya, dado que anunció su retirada como cabeza del Partido Popular en 2004, al finalizar su segunda legislatura como jefe de gobierno, pero no se irá excesivamente acuciado por los resultados de las elecciones municipales del 25 de mayo. Noventa y uno por ciento de españoles contrarios a la guerra de Irak no se convirtió en 91 por ciento electoral que retirara su confianza al PP y a su belicoso líder. Las elecciones llegaron cuando la guerra era ya un eco informativo y una mercancía ética casi consumida y la derecha sociológica recuperó su pánico a una victoria socialista por encima de su horror o su mala conciencia por los muertos y mutilados en la evitable guerra de anexión imperialista de Irak.
Constatado el no derrumbamiento del Partido Popular habría que añadir la evidencia de su deterioro relativo. Los socialistas han sido más votados que los populares y seguirán controlando ciudades españolas determinantes, aunque en algunas de ellas precisarán del pacto con las izquierdas: Izquierda Unida en España, Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya, en Cataluña. Si el Partido Popular se siente justamente aliviado porque no es un cadáver político ni mucho menos, el PSOE se siente preocupado porque tampoco es un triunfador sin sombras. Hay que tener en cuenta la tendencia conservacionista exhibida por los electores en las elecciones municipales y que en cambio en las autonómicas coincidentes el 25 de mayo, los socialistas pueden exhibir más triunfos que el Partido Popular, aunque pierda el control de las Islas Baleares. Las izquierdas refuerzan su control en Aragón, Extremadura, Castilla la Mancha, Asturias y consiguen la Comunidad Autonómica de Madrid, victoria simbólica en un espacio político demasiado marcado por la irradiación de Madrid como ciudad y como capital del Estado.
Si ha habido un triunfador indiscutible en estas elecciones ha sido José María Ruiz-Gallardón, ex presidente de la autonomía madrileña y ahora alcalde de Madrid por un generoso margen de votos, meritoria victoria dado que sucede en el cargo a otro alcalde del Partido Popular caracterizable por su relevante irrelevancia. No es una victoria inocente porque tiene valores añadidos. Ruiz-Gallardón se refuerza como figura emergente, incluso capaz de optar al delfinato de Aznar, y lleva como lugarteniente a Ana Botella, la esposa del jefe de gobierno, señalable como aspirante a Hillary Clinton española, ante la imposibilidad de aspirar al cargo de Isabel la Católica. Otros triunfadores obvios son el Partido Nacionalista Vasco en Euzkadi, desbaratador constante de la estrategia popular y socialista, y Esquerra Republicana en Cataluña, iniciando así la tendencia al trasvase de votos desde Convergencia i Unió, a aumentar a partir de la consumación de la retirada de Jordi Pujol. También el crecimiento de Iniciativa per Cataluña, espectacular en Barcelona, refuerza lo que queda a la izquierda de los socialistas catalanes seriamente castigados por los electores y muy especialmente el alcalde de Barcelona, Joan Clos, que ha perdido una cuarta parte de sus concejales.
Los sociólogos electorales vagan como almas en pena tratando de explicar unos resultados difíciles de explicar, fruto de carambolas a muchas bandas y que en cada lugar se han visto marcados por problemas determinantes diferentes: el plan hidrológico en Aragón y Cataluña, el chapapote consecuencia del vertido de fuel oil en las costas gallegas, la ilegalización de Herri Batasuna en el País Vasco o la incipiente crisis turística padecida en las Baleares y atribuida interesadamente a la gestión del gobierno de unidad de centro izquierda. A pesar de su seriedad derechista, bailan los líderes del Partido Popular la rumba del Peret, autojaleándose palmeantes y proclamando las excelencias de José María Aznar, el líder que les permitió conquistar Bagdad y no perder suficientemente las elecciones municipales y autonómicas de 2003.
Pero augures y sibilas escudriñan las tripas de las mejores bestias y al tiempo que detectan todavía las insuficiencias socialistas en dirigentes y programas para marcar una real alternativa en España, apuntan a las elecciones autonómicas de Cataluña, Galicia, Andalucía y Euzkadi como la auténtica prueba de la verdad sobre la salud de este precipitadamente considerado cadáver del Partido Popular, en un inmediato futuro condecorado con la orden del Congreso de Estados Unidos, como premio a las complicidades de Aznar con horizontes y violetas imperiales.
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